Con motivo del Jubileo del año 2000, se ha lanzado una campaña internacional, con el impulso del Vaticano, para condonar la deuda externa de los países más pobres. También a finales de marzo, Bill Clinton anunciaba, durante una conferencia con representantes de países africanos, un plan para aliviar la deuda. Esto ha dado lugar a comentarios sobre el modo de conseguirlo.
En un artículo publicado en Le Monde (13-IV-99), Serge Marti explica la situación: «El fin es flexibilizar el mecanismo del plan Países pobres muy endeudados (HIPC), puesto en marcha en 1996 a iniciativa del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del Club de París, que prevé una condonación del 80% de los créditos bilaterales y multilaterales, y que desde entonces avanza a paso de tortuga. Hasta la fecha han sido seleccionados 12 países de los 40 posibles.
«Pero sólo siete de ellos (Bolivia, Burkina-Faso, Costa de Marfil, Guyana, Malí, Mozambique y Uganda) han obtenido una reducción de la deuda, por un total de 3.000 millones de dólares, según un informe del Banco Mundial.
«(…) Sin embargo, las necesidades de los países pobres, lejos de atenuarse, se han agravado. La crisis que atraviesan los países emergentes desde julio de 1997 y la caída de los precios de las materias primas tendrán un impacto mucho más profundo de lo previsto sobre los países en desarrollo (…) Es tentador poner en paralelo los módicos préstamos (fuertemente subvencionados, es verdad) concedidos con parsimonia a los países pobres, y la ayuda acordada por la comunidad internacional, sin regatear, a los países emergentes en crisis: 190.000 millones de dólares… La comparación es cruel. La desigualdad, también».
Asimismo la revista The Economist (20-III-99) comenta en un editorial: «Es obvio desde hace tiempo que algunos países, sobre todo africanos, no pueden pagar sus deudas. Sus ocasionales esfuerzos para pagar empobrecen a la población, que está ya en la miseria, y arruinan sus esperanzas de despegue económico».
The Economist recuerda que los 40 países incluidos en la iniciativa Países pobres muy endeudados deben 170.000 millones de dólares. Como media, sus deudas son cuatro veces mayores que sus ingresos anuales por exportaciones. La iniciativa HIPC sigue un procedimiento muy lento: «Un país debe implantar durante tres años las reformas dictadas por el FMI, antes de que los acreedores reduzcan la deuda de modo sustancial».
Hay razones para ser precavidos antes de condonar las deudas, dice The Economist. «La mayoría de los países son pobres no porque estén endeudados, sino porque están dirigidos por gobiernos incompetentes y corruptos. Muchos se endeudaron a la ligera y malgastaron el dinero en provecho personal de los gobernantes, en proyectos faraónicos, o en armas para tiranizar a sus ciudadanos o asustar a sus vecinos. Si es prudente condicionar la ayuda a que se emplee bien, lo mismo vale para la condonación de la deuda».
A pesar de todo, las iniciativas para aliviar la deuda deben ser menos tacañas. «Muchos de los cálculos sobre el plan HIPC se basan en la ficción de que un día la deuda será devuelta. De hecho, muchos países no están devolviendo la deuda bilateral, aunque están pagando a los acreedores de la deuda multilateral. Después de pasar los criterios del HIPC, su servicio anual de la deuda es sólo ligeramente menor: simplemente, se reparte de modo diferente entre sus acreedores. Esto es absurdo: la condonación de la deuda debe liberar recursos, no meramente redistribuirlos».