En el último capítulo de The Conservative Heart, Arthur Brooks recoge algunas pistas para ayudar a los conservadores a explicarse en un contexto cultural donde las emociones pesan más que los argumentos.
La recomendación de Brooks no es tanto que se entreguen a la pancarta efectista, como que pongan el corazón al servicio de comunicar mejor lo que tienen en la cabeza. Y les recuerda, en sintonía con George Lakoff, que para tener la opción de mostrar que sus ideas son razonables, primero necesitan un público dispuesto a escucharles.
No lo tienen fácil. El propio Obama ha entrado al juego de agitar los sentimientos para descalificar a sus rivales. Un ejemplo es la caracterización de las políticas republicanas que hizo en 2012 en un discurso d…
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