Los alumnos de origen inmigrante son casi uno de cada cuatro a los 15 años, por término medio, en los países de la OCDE. En general, tienen más dificultades para aprender y suponen una carga adicional para las escuelas. Pero también son una promesa y una oportunidad, pues están más motivados, como señala un reciente informe de la Organización.
¿Cómo lograr que no sean una rémora y sacar de ellos todo su potencial? Una respuesta común es repartirlos de modo más o menos equitativo entre los centros de la red escolar. El informe confirma que esa es una buena táctica, pero anota una importante precisión. Subraya, por otro lado, la importancia de incorporarlos cuanto antes a la enseñanza, preferiblemente en la etapa preescolar, y de evaluar desde el principio su dominio del idioma.
Van peor en casi todo
Con los datos tomados de los chicos de 15 años que hicieron las pruebas PISA en 2015, el documento (The Resilience of Students with an Immigrant Background) estima en cerca del 25%, para el conjunto de la OCDE, la proporción de alumnos de esa edad que son inmigrantes, o lo son sus padres (uno de ellos al menos). En Suiza son más de la mitad.
La proporción de tales alumnos subió 6 puntos porcentuales de 2003 a 2015. Los que más aumentaron son los inmigrantes de segunda generación, que representan la mitad del crecimiento total. Un tercio corresponde a los nacidos en el país de un padre también nativo y otro inmigrante. Y los nacidos en el extranjero suponen la menor parte del aumento: 1 punto.
Para ver cómo van en la escuela, el informe no considera solo los resultados académicos. Emplea además otros cuatro indicadores de integración y bienestar: sentido de pertenencia a la escuela, satisfacción general con la vida que llevan, grado de ansiedad por las tareas y la exigencia en la escuela, y motivación para estudiar.
Las escuelas con más alumnos inmigrantes dan peores resultados, sobre todo por el inferior nivel socioeconómico de las familias, antes que por el origen nacional
En general, los alumnos inmigrantes o con ascendencia inmigrante tienen peores notas, sobre todo los nacidos en el extranjero: el 58% de ellos no alcanzan el nivel mínimo de conocimientos para su curso, frente al 28% de los compañeros nacionales. La desventaja es aun más acusada en algunos países, como Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Japón o Suiza.
En los tres siguientes indicadores, la diferencia es menor. Y en el quinto (motivación) ganan los inmigrantes, y los del Reino Unido más que los de cualquier otro país. También destacan en Canadá, los Países Bajos y, curiosamente, en otras naciones citadas arriba, donde esos muchachos van especialmente retrasados en lo académico: Bélgica, Dinamarca, Finlandia.
Casos especiales son, por ejemplo, Chile y Australia, donde los alumnos inmigrantes obtienen mejores notas. En otro capítulo, Israel y México son los únicos países donde están menos motivados que los nativos. España está en torno a la media de la OCDE en todos los indicadores menos el sentido de pertenencia a la escuela, que es notablemente bajo.
Repartir para integrar
Si se piensa en cómo escolarizar a los alumnos de origen extranjero, parece de sentido común que la integración se facilita con la dispersión. Ciertamente, dice el informe, las escuelas con alta concentración de inmigrantes presentan peores resultados. Ahora bien, si se descuenta el efecto del nivel socioeconómico, la diferencia casi desaparece. O sea, el problema de esas escuelas no es principalmente que tengan muchos estudiantes de ascendencia inmigrante, sino que tienen muchos socioeconómicamente desfavorecidos, entre ellos inmigrantes.
A los inmigrantes les pasa, como a los nativos del mismo estrato social, que van en general a escuelas de peor calidad, con más indisciplina y más absentismo, donde los profesores experimentados prefieren no quedarse. La concentración de tales chicos en esos centros es reflejo de la que se da en los barrios donde están. Es un problema general y previo de segregación social, de la casa a la escuela, que la llegada de inmigrantes refuerza.
Los alumnos inmigrantes que más han aumentado son los de segunda generación, nacidos en el país de padres extranjeros
Para aliviarlo, dice el informe, se aplican distintas medidas. Una es que las autoridades educativas fijen una distribución más equitativa de alumnos inmigrantes, como en algunas zonas de Dinamarca. Esta es prácticamente la única opción para absorber un súbito flujo de chicos recién llegados que al principio necesitan mucha atención especial, sobre todo si no hablan bien el idioma. Pero en otras situaciones, la incorporación impuesta de tales alumnos a colegios donde no había puede ser problemática.
Puede resultar mejor estimular un reparto voluntario. Una manera de hacerlo es procurar a los padres inmigrantes información para que escojan colegio. Pero, como anota el informe, son las familias de mejor posición las más interesadas en elegir; por eso, un buen sistema es procurar retener y atraer a estudiantes más favorecidos a escuelas adonde van inmigrantes, como hacen en la Bélgica flamenca. Para ello, es importante hacerlas atractivas a las familias más favorecidas. Finalmente, en la otra parte de Bélgica se da a los colegios incentivos para que admitan inmigrantes.
En todo caso, sería una ingenuidad pensar que esos alumnos no dan problemas. Pero la mayoría de los países de la OCDE necesitan aporte de población inmigrante, y los llegados en edad escolar son los que más posibilidades tienen de integrarse.