En el comienzo del curso escolar en Francia (la “rentrée”), las tradicionales protestas de los sindicatos del sector contra el Gobierno presentan este año un hecho insólito: el malestar general y los recortes han conseguido que se incorporen a la protesta sindicatos y asociaciones representativas de la enseñanza privada (sustancialmente, católica).
La situación nada tiene que ver con la magna movilización de 1984, en tiempos de François Mitterrand, contra la ley Savary: entonces, escuelas y familias salieron a la calle en París con una manifestación a favor de la libertad de los padres, que marcó un hito en la historia de la V República.
Ahora, las razones ideológicas ceden ante la evidente crisis del Estado del bienestar: los recortes afectan a todos y, quizá, más especialmente a las escuelas con contrato de asociación (el equivalente a los conciertos en España). En éstas, cuando se suprime una plaza no hay sustituto, como en la escuela pública, que suele contar con profesores de apoyo, además de la estricta plantilla. «Para nosotros, una plaza menos es una clase que cierra», afirma Beatrice Barraud, presidenta de la Asociación de Padres de alumnos de la enseñanza libre (APEL).
Participación significativa contra la reducción de plazas
En la convocatoria del 27 de septiembre –hecha por vez primera en la historia por las federaciones del sector público y las organizaciones sindicales del sector privado–, uno de cada dos maestros ha hecho huelga, aunque la información oficial es distinta, en función del deber de los maestros de la escuela primaria de comunicar su ausencia 48 horas antes. No parece haber influido excesivamente la crisis ni las dificultades económicas personales derivadas del menor poder adquisitivo, aunque los días de huelga se deducirán de los salarios de los maestros.
La fecha se eligió por ser el día en que el ejecutivo aprobaba el presupuesto del Estado para 2012, que contempla la supresión de otros 14.000 puestos docentes (de los actuales 850.000). En total, serían 80.000 plazas suprimidas, la mayoría de profesores, durante el mandato presidencial 2007-2012, en aplicación del criterio de sustituir sólo a uno de cada dos que se jubilan.
Ese plan determina, por vez primera, una relación negativa entre apertura y cierre de clases: desaparecen 1500 “aulas”, cuando en 2009 hubo un saldo positivo de 176, o de 373 en septiembre de 2011. En la educación primaria, 3.367 de los 8.967 puestos suprimidos corresponden a maestros encargados de una clase. En las escuelas secundarias, los recortes son menos perceptibles, porque los alumnos de colegios y liceos son atendidos por más de un profesor.
Los problemas afectan de pleno a la escuela privada
La promesa hecha por Nicolas Sarkozy de reducir de 16.000 a 14.000 los recortes del próximo año, y de «blindar» la escuela primaria, no ha calmado la inquietud general. Afecta también al sector privado, aunque haya perdido «sólo» 1.428 puestos de los 16.000 suprimidos (4.600 en cuatro años, justo en una coyuntura en que la demanda de plazas en centros concertados supera a la oferta). Por eso, las asociaciones y sindicatos más representativos en la enseñanza privada se han sumado a las convocatorias, aunque alguno de modo más testimonial que real.
Ciertamente, la reducción de esas 1.428 plazas privadas es inferior al 10% de los 16.000 recortes en la educación nacional. Pero la enseñanza libre atiende a más del 18% de estudiantes franceses (dos millones de niños y adolescentes). Y hay riesgo de masificación, como señala Laurence Roger, secretario general del SNEC-CFTC: «Nuestros efectivos han aumentado constantemente; en colegios y liceos de las grandes ciudades rozamos los 40 alumnos por clase; y, en primaria, no es excepcional superar los 30». Sin embargo, la APEL –823.000 miembros– no se ha adherido a la huelga del 27 de septiembre: «Entendemos la posición de los sindicatos y los profesores”, afirma Beatrice Barraud, pero prefiere dar prioridad a las negociaciones con el ministerio.
El malestar docente no se debe sólo a la supresión de plazas. Se protesta contra el número excesivo de alumnos por aula, el descenso en la escolarización de los más pequeños, o las deficiencias en la formación de los nuevos profesores. Sin duda, son elementos esenciales del sistema educativo, de los que depende la superación del fracaso escolar.