Entre un 5% y un 10% de los estudiantes de las escuelas más desfavorecidas han podido cambiar de centro
Una de las principales promesas electorales de Sarkozy durante la campaña para las presidenciales francesas de 2007 fue eliminar la carte scolaire, el equivalente a las zonas escolares españolas. La propuesta no gustó nada a sus oponentes políticos –acusaban al entonces candidato de tratar el tema de forma populista–, e incluso encontró cierta oposición dentro del propio UMP, el partido de la mayoría gobernante.
La promesa de aumentar la libertad de elección eliminando la carte scolaire se ha quedado cinco años después en un sistema de exenciones por el que cada petición de cambio de centro –respecto al colegio asignado– es estudiada de forma individual, y un organismo oficial se encarga de autorizar o no el traslado.
La supresión de las zonas escolares siempre ha contado con un gran apoyo en las encuestas, pero con poco respaldo en la práctica. Según algunos informes, solo un 10% de los alumnos ha solicitado un cambio de centro desde que se liberalizara la oferta escolar.
¿Quién segrega más?
La política francesa se muestra especialmente sensible a todo lo que pueda comportar un factor de segregación. La poca asimilación en la sociedad francesa de ciertos colectivos quedó patente en los disturbios de 2005. Muchos se acordaron entonces de la acumulación de hijos de inmigrantes en determinados colegios y barrios.
La lucha contra la segregación ha sido la bandera enarbolada tanto por los partidarios de la carte scolaire como por sus detractores. Parecía claro que el sistema de asignación oficial no había conseguido evitar la concentración de alumnos desaventajados en ciertos colegios.
Según Sarkozy, esta concentración se debía en gran parte a la reclusión forzada de los estudiantes de entornos socio-económicos bajos dentro de sus barrios, fundamentalmente en el extrarradio de las grandes ciudades. La supresión de la carte scolaire ofrecería una vía de escape a estos alumnos. Además, la competencia entre los colegios por captar a las familias favorecería la calidad de la educación, según Sarkozy. Sin embargo, según un informe de la École d’Économie de Paris, los resultados de la medida no corroboran las previsiones del presidente.
Resistencias al cambio
Según este estudio, el porcentaje de alumnos que han solicitado un centro distinto al que le correspondía pasó de un 6% en 2006 a un 11% en 2009 para los collèges (centros donde se cursa la secundaria obligatoria) y de un 8% a un 12% en los lycées (bachillerato). Sin embargo, la proporción de alumnos que finalmente se han beneficiado de una exención se queda en el 8%.
Los autores del informe se preguntan el porqué de estos pobres resultados. Por un lado, explican, se trata de un problema de oferta. Los inspectores que se encargan de evaluar las peticiones de cambio están limitados por la oferta de plazas en los colegios, pues los alumnos de cada zona escolar siguen teniendo prioridad en los colegios de su zona. En cuanto a la demanda, las peticiones de cambio de centro tampoco han aumentado mucho, en parte por la falta de información y en parte porque la elección de colegio o liceo preocupa casi exclusivamente en las grandes ciudades.
Por otro lado, la reforma tampoco parece haber conseguido su objetivo de que fueran los alumnos más desaventajados los que se beneficiaran fundamentalmente de las exenciones. Se calcula que entre un 5% y un 10% de los estudiantes de las escuelas más desfavorecidas –en las zonas de educación prioritaria o ZEP– han podido cambiar de centro, aunque es cierto que la proporción de peticiones ha sido mayor en este tipo de colegios que en los de las zonas normales.
El riesgo de las zonas rurales
Las investigaciones sobre los sistemas de flexibilización implantados en distintos países y en distintas épocas constata que los resultados dependen en gran medida de factores sociales y demográficos. Por ejemplo, un informe de Christian Moroy (Universidad de Lovaina, Bélgica, 2008) revisa varios ejemplos prácticos. Habla, entre otros casos, de una iniciativa llevada a cabo en un territorio de Nueva Zelanda (Greencity). Según los autores del informe, la opción de dar a los padres más libertad para elegir colegio, unida a una diversificación de los currículos de los centros, provocó una mayor segregación: “la elección de asistir a un centro fuera de la zona de influencia de este es más frecuente entre las categorías más favorecidas”.
Sin embargo, el mismo estudio belga también recoge los resultados de una iniciativa similar llevada a cabo en Inglaterra, y que produjo resultados positivos (disminuyó la segregación), al menos durante un tiempo. En concreto, la flexibilización redujo las desigualdades sociales desde 1988, año de implantación del sistema, hasta 1995.
Una vez más, se constata el diferente comportamiento de las áreas urbanas y rurales. Según los autores del informe inglés, “la disminución de la segregación se observa en las LEA (los distritos escolares) situadas en las zonas urbanas medias, con una alta densidad de población, con un gran número de centros accesibles, mucho más que en las LEA con características opuestas”. Y resume: “el aumento de la libertad otorgada a la demanda escolar habría tenido efectos positivos allí donde las familias disponen de redes de transporte, y de un acceso realmente abierto a nuevas ofertas educativas”.
Sin embargo, desde 1998 a 2001 (año límite del estudio), la segregación había aumentado en prácticamente todas las LEA. Los autores del informe lo relacionan con la mayor capacidad de los colegios para establecer criterios propios en la selección de alumnos. Asimismo, muchos informes señalan el peligro de que la competencia entre colegios lleve a muchos centros a tratar de diferenciarse por factores que no tienen que ver directamente con la calidad educativa, tales como los servicios extraescolares, el deporte, etc.
Mecanismos de compensación
A la vista de todos estos informes, parece claro que las administraciones han de supervisar la flexibilización del mercado escolar, y que la competencia entre colegios comporta riesgos, como también los tiene la falta de competencia. La eliminación de las zonas escolares debe hacerse con precaución, y atendiendo a las características propias de cada sociedad. Por otra parte, deben existir mecanismos de compensación para los más desaventajados, tanto por la información como por los recursos económicos.
No obstante, también parece claro que estos mecanismos deben actuar a posteriori, es decir, partiendo de la base de la libertad de elección de los padres. Si actúan a priori como en Francia (la libertad de los padres depende de que queden plazas libres después de la asignación a dedo por parte de la administración), el resultado es que solo acaban eligiendo los alumnos cuyos padres tienen verdadero interés por un centro concreto. Estos suelen ser los alumnos de familias de mayor nivel cultural.