La enseñanza diferenciada parecía una causa perdida ante el avance de la coeducación. Pero está extendiéndose poco a poco desde que en diversos ámbitos -incluido un sector del feminismo- surgió un renovado interés por los distintos estilos de aprender de chicos y chicas. Rosemary Salomone, profesora de St. John’s University, resume el debate de las últimas décadas en un reciente número de la Revista Española de Pedagogía dedicado a “El reto de la educación de mujeres y varones”1. Ofrecemos una síntesis de este trabajo, seguida de una reseña de los otros incluidos en la misma publicación.
“La pasada década, el tema de la enseñanza diferenciada por sexos se convirtió en objeto de un acalorado debate en Estados Unidos”. El asunto despierta pasión porque “la enseñanza diferenciada por sexos se enfrenta con el dogma de la educación mixta y rasga el velo de la neutralidad de género”.
A favor y en contra
Los partidarios de la enseñanza diferenciada aducen que con ella se promueve la igualdad educativa para las chicas, porque mejora su rendimiento académico en disciplinas en que ellas tienden a quedarse atrás (matemáticas, ciencia, tecnología) y favorece una mayor participación femenina en profesiones tradicionalmente copadas por el hombre.
Algunos creen que la coeducación refuerza los estereotipos sexuales. Otros sostienen que la enseñanza mixta no tiene en cuenta en la medida necesaria los distintos estilos de aprender y las distintas necesidades emocionales de cada sexo, ni el distinto ritmo con que chicos y chicas desarrollan sus aptitudes.
Lo natural y lo cultural
“Esto llevó el debate sobre la homogeneidad y la diferencia a una nueva dimensión. (…) Se produjo una reacción contra el supuesto victimismo de las chicas”. Volvió a aparecer la idea implícita de que chicos y chicas funcionan de distinta forma en la enseñanza. La inevitable y controvertida pregunta es “¿por qué?”
Unos contestan que entre los sexos hay diferencias innatas que explican en parte la diversidad de rendimiento académico. Por ejemplo, algunos sostienen que los chicos poseen, por término medio, mejor visión espacial, lo que les da ventaja en geometría; mientras que las chicas les superan en aptitudes verbales, y de ahí sus mejores resultados en lengua y literatura.
Otros no admiten esas generalizaciones, porque -dicen- las diferencias medias entre los sexos son pequeñas en comparación con las que existen entre los individuos de un mismo sexo.
Recientemente, las investigaciones neurológicas indican que la estructura del cerebro masculino y la del femenino difieren ligeramente, sin que eso sea un determinante que no pueda cambiarse por las influencias del entorno o a la ejercitación de las facultades.
En la duda, por la libertad
Salomone señala que es muy difícil distinguir lo que, en las diferencias entre los sexos que no se pueden atribuir a discriminaciones (cfr. Aceprensa 70/08), es de origen biológico, psicológico, social o cultural. Por eso considera más prometedor observar las diferencias entre chicos y chicas a medida que se desarrollan, para ajustar los métodos y recursos pedagógicos a las necesidades detectadas.
Entonces: “¿Es la separación en algún momento de la vida escolar la solución definitiva a las diferencias en el rendimiento académico y en la elección de profesión? No, pero podría ser uno de los mecanismos para dar a algunos chicos y chicas igualdad de oportunidades en el sentido de una educación ‘adecuada’. Si los chicos tienen más energía y no pueden mantener la atención durante mucho tiempo, y encima desarrollan su capacidad verbal a un ritmo más lento, no es razonable esperar que progresen en la escuela primaria a la misma velocidad que las niñas. Tampoco es pedagógicamente aceptable retardar el aprendizaje de las alumnas mientras se espera a que los niños de pongan al día. Al mismo tiempo, las niñas parecen quedarse atrás en el desarrollo de sus aptitudes para las matemáticas y la informática (…).
”Si estas diferencias son resultado de la biología, o una ansiedad causada por factores sociales, o porque las chicas son más lentas en los cálculos (…) todavía no se sabe con certeza. Sin embargo, la experiencia muestra que cuando se les pide que elijan, muchas chicas preferirían clases de matemáticas sólo para ellas durante la última etapa de la primaria y a lo largo de la secundaria”. Como abundan las cuestiones no resueltas, hay que seguir investigando para poder comparar los resultados de la enseñanza diferenciada y los de la mixta.
Mientras tanto, advierte Salomone, el peligro es que las posturas políticas e ideológicas implicadas frenen la experimentación con “enfoques alternativos” que afronten las diferencias sexuales observadas en maduración y estilo de aprendizaje entre chicos y chicas.
“Con esto no quiero decir que todos los chicos y chicas sean esencialmente iguales, sin ninguna diferencia dentro de cada sexo, ni tampoco que la enseñanza diferenciada sería beneficiosa para todos. Simplemente pienso que algunos saldrían beneficiados con los programas de educación diferenciada, bien en centros específicos, bien en clases diferenciadas dentro de una escuela mixta. Y para esos estudiantes, debería ofrecerse la enseñanza diferenciada como una opción válida y no limitada a las familias privilegiadas que pueden permitirse acudir a centros no sostenidos con fondos públicos”.
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NOTAS
(1) Rosemary Salomone, “Igualdad y diferencia. La cuestión de la equidad de género en la educación”, Revista Española de Pedagogía, año LXV, n. 238, septiembre-diciembre 2007, pp. 433-446.
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