Aluf Benn, editor jefe del diario israelí Haaretz, recuerda en un reciente artículo de la revista Foreing Affairs un discurso del jefe de las Fuerzas de Defensa Israelíes Moshé Dayán (1915-1981), con ocasión del asesinato de Roi Rotberg, un joven israelí de 21 años, a manos de palestinos de Gaza. Su cuerpo mutilado fue hallado al otro lado de la frontera, causando shock y duelo nacional. Eran los años 50, e Israel era un Estado recién nacido a costa de desposeer a miles de palestinos de sus tierras.
En el funeral de Rotberg, Dayán pronunció unas palabras que pueden resultar sorprendentes: “No culpemos a los asesinos. Durante ocho años, han estado asentados en los campos de refugiados de Gaza, y ante sus ojos hemos transformado las tierras y las aldeas donde ellos y sus padres habitaban en nuestro Estado”. Y, como remarca Benn, no es que Dayán fuera un defensor de la causa palestina –todo lo contrario–, pero entendía que el odio del enemigo estaba motivado.
“Esta es la elección de nuestra vida –decía Dayán en aquella ocasión–: estar preparados y armados, fuertes y decididos, no sea que la espada se clave en nuestro puño y nuestras vidas sean segadas”. Como apunta ahora Aluf Benn, estas palabras se materializaron de la forma más sangrienta posible el 7 de octubre, “la peor tragedia de la historia de Israel”. Pero, al contrario de lo que hiciera Dayán, Netanyahu permanece en silencio, no reconoce el odio del enemigo ni las políticas que podrían prevenir otro ataque similar.
“Netanyahu ha prometido ‘destruir a Hamás’, pero más allá de la fuerza militar, no tiene ninguna estrategia para eliminar al grupo ni un plan claro sobre cómo sustituir su gobierno de facto de la Gaza de la posguerra”, escribe Benn. Esta falta de estrategia “no es un accidente”, dice, porque Netanyahu “ha dedicado todo su mandato como primer ministro, el más largo de la historia de Israel, a socavar y marginar el movimiento nacional palestino […] Ha vendido al país la idea de que puede seguir ocupando tierras palestinas para siempre sin apenas coste nacional o internacional”.
Sin embargo, “el trauma del 7 de octubre ha obligado a los israelíes, una vez más, a darse cuenta de que el conflicto con los palestinos es clave en su identidad nacional y una amenaza para su bienestar. No se puede pasar por alto ni eludir”. A pesar de esto, el grueso de la sociedad israelí, lejos de querer buscar un camino de paz, se ha ido radicalizando en las últimas décadas y antes de la guerra estaba más dividida que nunca a causa del “esfuerzo de Netanyahu por socavar sus instituciones democráticas y convertirlo en una autocracia nacionalista y teocrática”.
El 7 de octubre y la guerra que todavía se desarrolla hoy en Gaza marcarán un antes y un después en la historia del conflicto, “pero corresponde a los israelíes decidir qué tipo de punto de inflexión será. Si finalmente hacen caso a la advertencia de Dayán, el país podría unirse y trazar un camino hacia la paz y la coexistencia digna con los palestinos. Pero, hasta ahora, todo parece indicar que los israelíes seguirán luchando entre ellos y manteniendo la ocupación indefinidamente”.
Un comentario
Me parece penoso un titular así. Si se trata de recoger un artículo de otra publicación, se le puede dar un contexto, sin recoger o en este caso recrear el título: es la opinión de un periodista de Haaretz, que es un periódico muy en la línea de El País y que tiene acuerdo con el New York Times. Su opinión respetable, pero desde una óptica partidista, que debería ser equilibrada con otras. Un titular como el que han puesto no me cuadra con lo que yo me imagino que es Aceprensa.