La Academia Pontificia para la Vida critica que esos métodos tienen casi siempre efectos abortivos
No es casualidad. A finales de febrero la Agencia del gobierno norteamericano para el control de los Alimentos y Medicinas (FDA) dio por primera vez su apoyo formal al uso de la llamada píldora anticonceptiva «del día siguiente», a base de altas dosis de hormonas. En marzo, las dos principales asociaciones de ginecólogos y obstetras franceses declaraban que hay demasiados abortos (unos 225.000 anuales) y que se podría reducir esa cifra si los poderes públicos mejorasen la información sobre la anticoncepción, en especial sobre la píldora «del día siguiente».
Estas dos acciones reflejan una nueva campaña internacional, que ha sido denunciada en una nota de la Academia Pontificia para la Vida, publicada en L’Osservatore Romano (12-III-97). Los miembros de la Academia, nombrados por el Papa, son científicos que estudian e informan en lo que atañe a cuestiones de biomedicina y derecho relacionadas con la defensa de la vida. La nota advierte que organismos internacionales y asociaciones de planificación familiar han unido fuerzas «con el fin expreso de presionar tanto a los gobiernos como a los laboratorios farmacéuticos para una mayor producción/accesibilidad de la ‘contracepción de emergencia’. Solicitan además la calificación de ‘producto de libre dispensación’, es decir, producto que se puede vender también sin prescripción médica escrita». La FDA tomó incluso la insólita iniciativa de invitar a los laboratorios farmacéuticos a solicitar permiso para vender contraceptivos presentados como «píldora del día siguiente».
Los promotores aducen que, por un lado, la que llaman «anticoncepción de emergencia» subsana los fallos en la contracepción «ordinaria»; por otro, que reduce el porcentaje de mujeres que, por no adoptar ninguna técnica anticonceptiva recurren, ocasional o repetidamente, al aborto quirúrgico. Pero, aunque se presente como alternativa al aborto, en la mayoría de los casos la «píldora del día siguiente» tiene efectos abortivos.
La «contracepción de emergencia» (también llamada «post-coital» o de «interceptación») indica un conjunto de prácticas que casi siempre se dirige a impedir que el óvulo fecundado anide en el útero y continúe su normal desarrollo. Es cierto que, «cuando la relación sexual tiene lugar algunos días antes de la ovulación, la ‘contracepción de emergencia’ puede actuar bloqueando la ovulación de la mujer, pero en el mayor número de casos la acción es directa sobre el embrión, y se trata por tanto de una práctica abortiva», señala la Academia Pontificia para la Vida.
Como dos años de «píldora»
Los modos utilizados hoy son el suministro repetido de estrógenos de alta dosificación, o una elevada cantidad de una combinación estro-progesterónica o únicamente de progesterona; suministrar «danazol»; insertar la espiral o DIU y, en algunos países, ingerir mifepristona, mejor conocida como la píldora abortiva RU 486, que actúa, como el «danazol», impidiendo la implantación del óvulo fecundado. «Para hacerse una idea -dice la nota de la Academia-, las altas dosis de estroprogesterónicos suministrados como contracepción de emergencia corresponden a la cantidad de hormonas que una mujer ingiere en dos años, cuando los usa como contraceptivos ordinarios». Además de los efectos secundarios a corto plazo -vómitos, cefaleas, metrorragias-, la Academia señala que no se conocen los efectos a largo plazo de la contracepción de emergencia hormonal, sobre todo cuando se practica más de una vez durante la vida fértil de la mujer.
En su nota recuerda a los profesionales sanitarios (médicos, enfermeras, farmacéuticos, etc.), que «deben poder alegar la objeción de conciencia en nombre del respeto a la verdad y a la dignidad de la persona, cuando no quieren cooperar en la muerte de individuos humanos, prescribiendo o dispensando esos productos».
Ante los que defienden el uso de tales productos argumentando que pueden tener en algunos casos sólo un efecto antiovulatorio o no tener efecto alguno en caso de que no haya fecundación, la Academia aclara que esto «no modifica el juicio ético; ya que, cuando se recurre a la ‘contracepción de emergencia’, se asume voluntaria y deliberadamente el riesgo de provocar un aborto».