Francia: las empresas ayudan poco a conciliar trabajo y familia

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La conciliación de trabajo y vida familiar es un mantra de las políticas sociales hoy en día, también en Francia. Pero, como acaba de revelar una investigación del Instituto Nacional de Estudios Demográficos (INED) en aquel país, las medidas dirigidas a ese objetivo están aún poco extendidas en las empresas.

La necesidad es clara. En Francia, la tasa de actividad femenina ha subido 40 puntos en otros tantos años, hasta alcanzar el 82% (dato de 2005). Casi el 60% de los niños menores de 6 años tienen padre y madre que trabajan fuera de casa.

En los últimos años se han implantado en Francia medidas para estimular a las empresas a facilitar la conciliación. Desde 2004 pueden deducir del impuesto de sociedades el 25% de los gastos hechos por ese motivo, hasta un límite de 500.000 euros anuales. En concreto, son deducibles los gastos para financiar la creación o el mantenimiento de guarderías para los empleados con hijos menores de 3 años; para la formación de empleados en excedencia por necesidades familiares, o de personal contratado para sustituir un empleado con permiso parental; los complementos voluntarios a la remuneración que por ley reciben los asalariados durante el permiso parental; las indemnizaciones para compensar por gastos extraordinarios de cuidado de niños a los empleados que, por necesidad imprevisible, han tenido que hacer horas extraordinarias o desplazamientos que les han ocupado tiempo fuera de la jornada laboral.

A partir de 2006, las empresas se benefician de una deducción igual por sus aportaciones al “cheque empleo-servicio”, un sistema ideado para fomentar y hacer más sencilla la contratación de servicios domésticos, como la custodia de niños, la asistencia a ancianos o cualesquiera otros. Una empresa puede cofinanciar los cheques que gastan sus empleados, lo que indirectamente repercute en beneficio de ella misma, pues si los trabajadores tienen cubiertas esas tareas, mejora su dedicación y su rendimiento.

Para averiguar, entre otras cosas, hasta qué punto están extendidas tales fórmulas de conciliación, el INED realizó una encuesta a casi 10.000 personas de 20 a 49 años y más de 2.500 compañías con más de 20 empleados. Los resultados se analizan en un libro recién publicado: Entre famille et travail: des arrangements de couple aux pratiques des employeurs (editorial La Découverte, 500 págs., 27 €). Las autoras son Ariane Pailhé y Anne Solaz, investigadoras del INED encargadas de coordinar la encuesta.

Las empresas pequeñas y medianas no ayudan casi

Una conclusión es que, pese a los esfuerzos del sector público y de las grandes empresas privadas, las políticas de conciliación siguen siendo poco frecuentes. Más de la mitad de las compañías encuestadas no ofrecen ninguna medida o prácticamente ninguna. Son sobre todo pequeñas y medianas, como muestra que entre todas ellas comprenden el 20% de los trabajadores de la muestra.

Entre las que prestan alguna ayuda a los empleados con hijos pequeños, lo más común es que den dinero. El 64% complementan la prestación que da la Seguridad Social durante el permiso de maternidad o paternidad (que tiene una parte obligatoria y otra opcional); prestación que en no pocos casos es inferior al salario. El 55% dan una gratificación con ocasión del nacimiento de un hijo, y el 34%, por casamiento. El 21% dan subvenciones para los estudios de los hijos, el 18%, para pagar la guardería.

De las ayudas en especie, la más extendida es dar plazas en colonias de vacaciones (28% de las empresas). En cambio, muy pocas empresas facilitan servicios domésticos (3%), guardería (3%) u otra solución más sencilla para la custodia de niños (2%).

Según las autoras del estudio, “las ayudas no siempre están bien definidas y pocas veces son parte de una política coherente y deliberada”. Y entre ellas se echa en falta la principal reivindicación de los trabajadores con hijos pequeños: los horarios flexibles. “Cuando hay ajustes de horarios -dicen las autoras-, lo más frecuente es que sean por acontecimientos extraordinarios, no en la organización del trabajo diario. Es corriente que se permita cambiar el horario a título excepcional, por ejemplo el día en que se reanudan las clases en los colegios, o en caso de que un hijo caiga enfermo; pero en pocos casos hay flexibilidad por regla general”.

Desigualdad sexual, también en perjuicio del hombre

La falta de flexibilidad favorece una desigualdad entre los sexos que la encuesta detecta. Cuando buscan empleo, el salario y las posibilidades de promoción son el criterio más decisivo para el 80% de los hombres, frente al 64% de las mujeres. En otros factores menos materiales (ambiente de trabajo, colegas…), los sexos están casi igualados: eso es lo más importante para el 27% de los hombres y el 24% de las mujeres. En cambio, la flexibilidad de horarios es lo primero para muchas más mujeres (26%) que hombres (10%).

En parte por eso, la tasa de empleo femenina disminuye fuertemente cuando hay hijos pequeños. Así, entre las madres de uno o dos hijos, el 79% trabajan, pero la proporción baja al 68% si el hijo menor no ha cumplido 3 años. El fenómeno es aún más marcado entre las mujeres con 3 o más hijos: tienen empleo el 58% de todas ellas, pero solo el 37% de las que tienen un niño menor de 3 años. En este último caso, el dato más llamativo es el de las inactivas, que ni tienen ni buscan empleo: son el 58%. También se observa una notable proporción de empleadas a tiempo parcial: 19% de las madres de uno o dos hijos, y 24% de las de tres o más. En los subconjuntos de madres con algún hijo menor de 3 años, estos porcentajes bajan, no suben: la reducción de empleadas a tiempo completo se traduce en un aumento de inactivas, no en más casos de dedicación parcial.

La encuesta muestra también que la diferencia entre los sexos no siempre es a favor del hombre. Cuando un niño se pone enfermo, las empresas facilitan mucho más que se ausente la madre que el padre. “Las empresas esperan una disponibilidad mayor de los hombres -señala Ariane Pailhé-. Los hombres que asumen sus responsabilidades familiares se exponen a la reprobación de sus superiores y de sus colegas”. Esta desventaja de los hombres acaba repercutiendo en las mujeres, pues contribuye a que siga recayendo sobre ellas una parte desproporcionada de la atención del hogar.

Para avanzar en la conciliación de trabajo y vida familiar, el estudio propone reforzar las políticas públicas en materia de permiso parental, guarderías y otros capítulos. Pero ese objetivo exige sobre todo, dice, un cambio más fundamental: replantear la organización del trabajo, entre otras cosas superando la mentalidad que ve en la presencia física un signo de motivación. “Mientras las reuniones importantes se convoquen para las 7 de la tarde, sin duda es vano esperar una igualdad real entre hombres y mujeres en la carrera profesional y en las tareas domésticas”.

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