Gran Bretaña registra la tasa de embarazos en adolescentes más alta de Europa. El gobierno se propuso reducirla a la mitad para el año 2010. Con este fin facilita el acceso de las jóvenes a anticonceptivos, principalmente mediante los centros de planificación familiar. Tal método es «completamente erróneo y descaminado», según concluye un estudio publicado en la revista Journal of Health Economics (4-III-2002). Los investigadores han descubierto que hay más embarazos de adolescentes donde más se difunden los anticonceptivos.
Pocos días antes, el gobierno publicó la estadística nacional de embarazos precoces correspondiente al año 2000. La tasa total ha bajado de 44,7 embarazos por mil menores de 18 años en 1999 a 43,6 por mil el año siguiente. Pero entre las más jóvenes (menos de 16 años) ha habido una subida del 8,2 al 8,3 por mil.
El estudio anteriormente citado aporta otros matices de interés sobre la cuestión. Realizado durante 14 años en 16 regiones del país, compara la tasa de embarazos y la promoción de anticonceptivos entre las jóvenes. Resulta que entre una y otra cosa hay proporción directa. Por ejemplo, en el noreste el índice anual de visitas a los centros de planificación familiar entre las chicas de 13-15 años es elevado: 45 por mil. Allí, la tasa de embarazos entre las jóvenes de las mismas edades es del 11 por mil, notablemente superior a la media nacional. En cambio, en Oxford las visitas a los centros de planificación están en el 26 por mil anual, y los embarazos, en el 6 por mil.
El profesor David Paton (Nottingham University Business School), coordinador del estudio, ofrece una explicación: «Aunque es posible que la planificación familiar consiga que las adolescentes sexualmente activas tengan menor probabilidad de quedar embarazadas, parece que a la vez favorece un aumento del número de chicas que inician relaciones sexuales» (Daily Telegraph, 4-III-2002). Esto, concluye, arroja serias dudas sobre la eficacia de la política oficial.
Pleito por la píldora
Los anticonceptivos son motivo de discusión estos días en Gran Bretaña también por otro motivo. Un centenar de mujeres han demandado a tres fabricantes de píldoras de tercera generación (Schering, Organon y Wyeth) por los efectos secundarios que han sufrido. Alegan haber padecido graves trastornos trombosis venosas y embolias pulmonares, principalmente, y que los prospectos de los fármacos no avisaban de esos peligros. Ya no es así, pues desde 1995, a instancias del Comité sobre Seguridad de los Medicamentos, los laboratorios consignan tales advertencias en las instrucciones de uso. Pero las demandantes tomaron la píldora durante varios años antes de ese cambio.
Con ocasión de la querella, las autoridades sanitarias británicas han declarado que la píldora no es peligrosa, si se emplea con las debidas precauciones. Cuando salieron al mercado los anticonceptivos orales de tercera generación, en los años 80, se los presentó como más seguros que los anteriores. En realidad, el asunto es más complejo, según confirman algunos estudios publicados el año pasado. La píldora de tercera generación entraña menor riesgo de trombosis arteriales (infarto de miocardio, hemorragias cerebrales) que la de segunda generación, pero mayor riesgo de trombosis venosas (en las piernas principalmente) y de embolias pulmonares.
Así, en comparación con las mujeres que no usan anticonceptivos, el riesgo de infarto es 2,5 veces mayor para las que toman la píldora de segunda generación y 1,3 veces mayor para las que toman la de tercera generación (New England Journal of Medicine 2001; 345: 1787-1793). En cambio, si se comparan ambas píldoras con respecto a la trombosis venosa, la de tercera generación supone un riesgo 1,7 veces mayor que la de segunda generación; en el caso de las usuarias que empiezan a tomar la píldora las más jóvenes, casi siempre, el riesgo es 3,1 veces mayor (British Medical Journal 2001; 323: 131-134).
Sin embargo, estos y otros riesgos como el cáncer de cuello de útero se dan durante el consumo de la píldora y en los años inmediatamente posteriores. A más largo plazo, los anticonceptivos orales de segunda o tercera generación no presentan efectos secundarios (ver servicio 31/99).