En la exhortación apostólica Amoris laetitia (La alegría del amor), Francisco plantea numerosas perspectivas pastorales para mejorar la preparación al matrimonio y el acompañamiento a los recién casados. Hemos preguntado a varios especialistas cuáles son las ideas y propuestas del Papa que les han parecido más útiles para su trabajo de atención a los novios y a los casados.
Juan Pablo II y Benedicto XVI hablaron sobre la necesidad de renovar la pastoral prematrimonial y el acompañamiento a los casados, sobre todo en los primeros años del matrimonio (ver Aceprensa, 13-11-2014). Consciente de que estas líneas pastorales siguen estando verdes, Francisco vuelve a insistir en algunas propuestas de sus predecesores y pide “una pastoral del vínculo” más incisiva: “Hoy, más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas” (Amoris laetitia, n. 307).
Amor real, pero limitado
María Álvarez de las Asturias, defensora del vínculo en el Tribunal Eclesiástico de Madrid, sintoniza con el enfoque de Francisco. El contacto directo con el sufrimiento de quienes viven una ruptura familiar le llevó a buscar la manera de ayudar a la gente a evitar los errores que conducen a esa situación. Empezó a colaborar en la Fundación COF Getafe, de inspiración diocesana. Y en 2012 puso en marcha su propio instituto de orientación familiar, Coincidir, pensado también para las personas reacias a buscar la ayuda de la Iglesia.
En su opinión, una de las claves de la pastoral familiar que propone Francisco es el realismo. “El Papa pone en el centro de Amoris laetitia la importancia de consolidar el amor, pero lo hace de una forma muy realista. No se trata de ser ingenuos y de ‘no ver las dificultades y los puntos débiles del otro’, sino de situar ‘esas debilidades y errores en su contexto’; ‘esos defectos son solo una parte, no son la totalidad del ser del otro’ (n. 113)”.
El Papa insiste en que los novios y los recién casados cuenten con el “acompañamiento cercano y testimonial” de otros matrimonios con experiencia
Este enfoque realista contrasta con la tendencia actual a exaltar el amor romántico como único criterio de verdad: si no lo sientes siempre, no es real. La cultura dominante insiste en hablar de amores ideales, medias naranjas y partidos 10, mientras eleva el listón de las expectativas a unos niveles irreales.
“En un mundo en el que se nos exige ser perfectos (ser los mejores padres y esposos), es importante darnos cuenta de que somos personas limitadas, con fallos”, sostiene Álvarez de las Asturias. “Me parece importante porque muchas veces los problemas en las relaciones surgen como consecuencia de expectativas demasiados altas o imposibles: no se puede pedir al matrimonio una satisfacción emocional del 100% todo el tiempo. Hay que saber apreciar todo lo bueno de una relación que, por ser entre personas humanas, no puede ser perfecta”.
El Papa recuerda que la persona amada no es un ser divino, capaz de satisfacer todas las aspiraciones: “Me ama como es y como puede, con sus límites, pero que su amor sea imperfecto no significa que sea falso o que no sea real. Es real, pero limitado y terreno” (n. 113).
Dejarse ayudar
El realismo supone aceptar que hay luces y sombras, satisfacciones y esfuerzos, alegrías y sufrimientos… Todo lo contrario de una vida familiar plana, donde nunca pasa nada ni se espera que pase porque no hay motivaciones a la vista. Por eso, prosigue la fundadora de Coincidir, “el Papa llama también a no resignarse a ‘un deterioro inevitable, a una soportable mediocridad’ (n. 232). Y para ello propone ayudar a crecer el amor con gestos concretos, porque ‘el amor no es solo un sentimiento’: es ‘hacer el bien’ (n. 94)”.
Realismo sin mediocridad, señala Álvarez de las Asturias, es “saber que hay crisis y que pueden superarse de manera satisfactoria, siempre que no se cierren los ojos ante las dificultades. Francisco previene frente al peligro de ‘ponerse a la defensiva’ y de ‘negar los problemas’, porque ‘eso retarda la solución’ y produce una distancia cada vez mayor entre los esposos (n. 233)”.
En cambio, la experiencia del equipo de Coincidir, formado por especialistas en orientación familiar y mediación preventiva, es que “una crisis superada lleva a una mayor unión. Pero esto se logra si no se niega la realidad del problema y si se pide y recibe la ayuda adecuada”.
Actitudes que importan
La visión del amor como el arte de hacer el bien al otro ha interesado también a los investigadores del proyecto AMAR (Antecedents of Marital Adjustment Research), que ha puesto en marcha el Instituto Cultura y Sociedad (ICS), de la Universidad de Navarra. A partir del seguimiento de una muestra de parejas –desde poco antes de la boda y durante años de su matrimonio–, la investigación tratará de identificar cuáles son los factores que contribuyen a que los esposos permanezcan felizmente casados.
Para Carlos Beltramo, investigador del proyecto, el análisis que hace Francisco sobre el “himno de la caridad” (1 Cor 13) en el capítulo cuarto de Amoris laetitia arroja luces sobre el tipo de actitudes que disponen a los esposos a hacer el bien.
Entre otras, Beltramo destaca la paciencia, que el Papa “asocia con ser ‘lentos a la ira’ y que se logra cuando se entiende que las relaciones no son celestiales ni las personas perfectas, es decir, a la medida de nuestra voluntad (cfr. n. 92)”; el rechazo a la envidia, que lleva a “la actitud positiva de valorar los logros del ser amado, al que no se mira como un competidor amenazante sino como un cómplice de un proyecto común”; o la amabilidad, que genera y fortalece los vínculos con el cónyuge.
Dialogar a fondo
El capítulo cuarto contiene otras muchas pistas para la vida conyugal. Miriam Valdés y Fernando Abollado, monitores en un curso de preparación al matrimonio organizado por el movimiento Schoenstatt, subrayan la importancia del “diálogo conyugal, un diálogo profundo de corazones” que ayude a crecer juntos. El Papa dedica varios epígrafes de la exhortación (136-141) a explicar algunas actitudes que permiten dialogar en serio.
El diálogo es una de las herramientas clave que utilizan los cursos prematrimoniales de Schoenstatt. Frente a la modalidad de los cursillos exprés, aquí se busca que cada pareja de novios pueda hablar largo y tendido sobre algunos temas esenciales para la vida conyugal. Cada una de las diez sesiones la imparte un matrimonio, pero a las parejas se les explica que la parte más importante del curso son los quince días que suelen mediar entre sesión y sesión: durante ese tiempo, deben aprovechar para ver cómo van a incorporar el tema propuesto a su vida matrimonial. Así se consigue que los novios se conozcan mejor y definan su proyecto de vida en común.
Amoris laetitia contiene varias propuestas pastorales que van en esta línea. Dice el Papa: “Los novios deberían ser estimulados y ayudados para que puedan hablar de lo que cada uno espera de un eventual matrimonio, de su modo de entender lo que es el amor y el compromiso, de lo que se desea del otro, del tipo de vida en común que se quisiera proyectar” (n. 209). Así entendidos, los cursos de preparación al matrimonio se convierten en un tiempo idóneo para conocerse más e incluso para “reconocer incompatibilidades o riesgos” (ibid.).
Darse a conocer
Dialogar a fondo es el antídoto que propone Francisco frente al deslumbramiento propio de los inicios. “Estas conversaciones pueden ayudar a ver que en realidad los puntos de contacto son escasos, y que la mera atracción mutua no será suficiente para sostener la unión” (n. 209). Por eso, se ha de alentar a los novios a enfrentarse al “desafío de mostrarse a sí mismos y de aprender quién es en realidad el otro” (n. 210).
Para Carlos Beltramo, este es uno de los peligros más claros que amenazan el éxito matrimonial. “Cierto irrealismo respecto a la vida en común, el ignorar los defectos que puede tener la pareja y el no estar preparados para contrapesar con actitudes de generosidad las posibles debilidades del otro”.
“No se puede pedir al matrimonio una satisfacción emocional del 100% todo el tiempo” (María Álvarez de las Asturias, fundadora de Coincidir)
Una vez conocidas las imperfecciones mutuas, es el momento de que los novios disciernan si su compromiso tiene “posibilidades reales de estabilidad” (n. 210). Entonces, añade el Papa, habrá que asegurar que “no vean el casamiento como el final del camino, sino que asuman el matrimonio como una vocación que los lanza hacia adelante, con la firme y realista decisión de atravesar juntos todas las pruebas y momentos difíciles” (n. 211).
Acompañar de cerca
Durante la “preparación remota” al matrimonio, Francisco defiende la utilidad de los grupos y las charlas para novios, y ve “indispensables algunos momentos personalizados” (n. 208). Su ilusión es que los matrimonios con experiencia se impliquen en esta pastoral con “un acompañamiento cercano y testimonial”, como auténticas “familias misioneras” (ibid.).
Miriam y Fernando aportan su vivencia: “Es muy importante el acompañamiento por parte de otros matrimonios que puedan abrir a los novios a una comprensión encarnada del vínculo y de la relación matrimonial”. En este sentido, el Papa insiste en que la preparación al matrimonio no puede reducirse “únicamente [a transmitir] convicciones doctrinales, ni siquiera pueden reducirse a los preciosos recursos espirituales que siempre ofrece la Iglesia, sino que también deben ser caminos prácticos, consejos bien encarnados, tácticas tomadas de la experiencia, orientaciones psicológicas” (n. 211).
Y plantea la posibilidad de indicar a los novios “lugares y personas, consultorías o familias disponibles, donde puedan acudir en busca de ayuda cuando surjan dificultades”, haciendo siempre hincapié “en la propuesta de la Reconciliación sacramental, que permite colocar los pecados y los errores de la vida pasada, y de la misma relación, bajo el influjo del perdón misericordioso de Dios y de su fuerza sanadora” (ibid.).
Junto a este acompañamiento, Francisco contempla una “preparación próxima” para el día de la boda. Este período más breve es ideal para animar a los novios a tener “la valentía de ser diferentes” y de “optar por un festejo austero y sencillo” (n. 212); para explicarles mejor el sentido de la celebración litúrgica y del consentimiento matrimonial (n. 213-214); y para animarles a preparar el corazón a través de la oración: “No sería bueno que se llegue al casamiento sin haber orado juntos, el uno por el otro, pidiendo ayuda a Dios para ser fieles y generosos” (n. 216).
Como se ve, el tipo de preparación al matrimonio que Francisco tiene en la cabeza, al igual que sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI, requerirá “un buen tiempo de anticipación” (n. 209). “Aprender a amar a alguien no es algo que se improvisa ni puede ser el objetivo de un breve curso previo a la celebración del matrimonio” (n. 208). El Papa no concreta más, pero no parece posible alcanzar todas estas metas en un fin de semana.
Ayudar a crecer
Francisco pide que en las parroquias, los movimientos y otras instituciones de la Iglesia haya “esposos con experiencia” que ayuden a los más jóvenes “a descubrir que el matrimonio no puede entenderse como algo acabado. (…) Al unirse, los esposos se convierten en protagonistas, dueños de su historia y creadores de un proyecto que hay que llevar adelante juntos” (n. 218). De nuevo, el diálogo es fundamental: “Suele ayudar el que se sienten a dialogar para elaborar su proyecto concreto en sus objetivos, sus instrumentos, sus detalles” (ibid.).
¿Cómo favorecer estos ratos de diálogo constructivo? La experiencia de Miriam y Fernando en Schoenstatt es que la participación en grupos de matrimonios jóvenes acaba creando esas ocasiones. “Acudir a estos grupos puede ayudar a ver que otros matrimonios pasan por situaciones similares; también ayuda poder contar con un matrimonio guía que sea un referente y nos acompañe. Además de formarnos humana, espiritual e intelectualmente, en estos grupos es esencial, sobre todo, el ‘intercambio de vida’, de experiencias, y el impulso que esto supone para estimular luego el trabajo interno del matrimonio, donde debe primar el diálogo. Estos grupos y este trabajo matrimonial fomentan el discernimiento para vivir plenamente el proyecto común que queremos construir con la ayuda de la gracia”.
Otra forma de ayudar a los recién casados a encontrar esos momentos de encuentro es enseñarles a “usar el tiempo en común”, apunta Carlos Beltramo. “El Papa invita a que los matrimonios experimentados ayuden a los nuevos a programar ‘los momentos para estar juntos gratuitamente, los tiempos de recreación de los hijos, las diversas maneras de celebrar cosas importantes, los espacios de espiritualidad compartida’. Y advierte que si no se trabaja sobre estos puntos, el riesgo es que esos matrimonios no sepan qué hacer durante el tiempo compartido y ‘uno u otro de los cónyuges terminará refugiándose en la tecnología, inventará otros compromisos, buscará otros brazos, o escapará de una intimidad incómoda’ (n. 225)”.
La familia, en salida
Francisco da otras pistas importantes para ayudar a los recién casados a tomar conciencia de su vocación. “El acompañamiento debe alentar a los esposos a ser generosos en la comunicación de la vida”, sabiendo que la elección responsable de la paternidad presupone la formación de la conciencia y el conocimiento de los métodos de planificación natural familiar (n. 222).
También subraya que los pastores deben “alentar a las familias a crecer en la fe. Para ello es bueno animar a la confesión frecuente, la dirección espiritual, la asistencia a retiros”. Y anima a combinar los “espacios semanales de oración familiar” con los “momentos de oración en soledad” de cada cónyuge (n. 227).
El Papa cierra esta parte de la exhortación repasando algunos recursos posibles para la pastoral familiar: reuniones de matrimonios, retiros breves para los esposos, charlas de especialistas, centros de asesoramiento matrimonial… Pero exhorta a no perder la calidez del uno a uno: “Puede ser útil asignar a matrimonios más crecidos la tarea de acompañar a matrimonios más recientes de su propio vecindario, para visitarlos, acompañarlos en sus comienzos y proponerles un camino de crecimiento. (..) Hoy, la pastoral familiar debe ser fundamentalmente misionera, en salida, en cercanía, en lugar de reducirse a ser una fábrica de cursos a los que pocos asisten” (n. 230).