María Corina Machado ha ganado las primarias de la oposición venezolana. Lo ha hecho debido al hartazgo de la inmensa mayoría de los venezolanos hacia Nicolás Maduro y sus acólitos. Ciertamente, María Corina ha encarnado el discurso libertario. Sin embargo, los resultados no significan que los venezolanos, en su mayoría, demandan hoy un sistema liberal de derecha. Lo que sí demandan es un cambio definitivo de gobierno; un liderazgo nuevo, lejano al madurismo.
El gran escollo para María Corina es su inhabilitación política. Es decir, el régimen madurista tiene “de manos atadas” a la ganadora de las primarias. Por ahora, no se podría inscribir ante la autoridad electoral como candidata a la presidencia. En consecuencia, la movilización ciudadana de más de dos millones de venezolanos demostrada el pasado 22 de octubre le plantea al gobierno venezolano un problema importante. A partir de allí, la elección provoca, sobre todo, tres fenómenos importantes:
El primero de ellos es que la inhabilitación de Machado eleva el costo político de Maduro de cara a la negociación que mantiene con los Estados Unidos. Es decir, hoy, ya no es lo mismo inhabilitar a cualquier político en Venezuela que a María Corina. Su inhabilitación ya representa una afrenta directa a más de dos millones de voluntades que, viviendo en dictadura, expresaron el deseo que sea Presidenta de Venezuela.
El segundo fenómeno es la cohesión, tan anhelada, de toda la oposición venezolana alrededor un liderazgo. Aquel o aquella que decida boicotear de alguna manera la unidad, recibirá, con toda seguridad y como ya ocurrió, la crítica e incluso el escrache de la gente. Es decir, quien ose a construir agendas personalistas al margen de la unidad estaría haciendo el peor cálculo político.
En tercer lugar, las primarias y la victoria de María Corina les han devuelto la esperanza a los venezolanos sobre la comprensión de que la reconquista de la democracia pasa por el voto. No hay nada más peligroso para Maduro hoy que la gente salga a reprobar su gestión a través de las urnas. En ese terreno, Maduro no sería capaz, en unas condiciones medianamente aceptables, derrotar a Machado.
En este marco, la oposición debe seguir en la negociación con el madurismo con el objetivo de, y a través de los Estados Unidos, ofrecer la flexibilización e incluso suspensión de sanciones, a cambio de flexibilizar las condiciones para que los venezolanos voten en libertad. No es sencilla la tarea. Sin embargo, tampoco fue sencilla la construcción y celebración de unas primarias que a todas luces resultaron un éxito; éxito logrado, y esto es importante resaltarlo, en un entorno hostil, de amenazas, de persecución, sin instituciones independientes y sin recursos económicos.
Las próximas semanas serán claves para que Machado logre, ya de manera concreta, consolidar la unidad opositora de cara a las presidenciales de 2024. Si logra cohesionar a toda la alternativa democrática conseguirá administrar el triunfo electoral del pasado 22 de octubre. Necesitará de esa reserva para enfrentar al Goliat rojo que hoy tiene secuestrado a un país entero.