Jesús San Miguel: “En medicina, el superpoder de curar convive con el ‘infrapoder’ de morir, que es una bofetada continua”

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Foto: Archivo Multimedia / Universidad de Navarra

Jesús San Miguel Izquierdo (Almarza –Soria–, 1953) es una de las eminencias más consagradas en la medicina española actual. Hematólogo de prestigio internacional con 900 publicaciones de impacto, entre ellas doce papers en The New England Journal of Medicine, que constatan que lo de eminencia no era una hipérbole.

Después de muchos años de servicio en el Hospital Clínico Universitario de Salamanca, y esta última década como director médico de la Clínica Universidad de Navarra y director de Medicina Clínica y Traslacional de la Universidad de Navarra, este agosto se jubila, aunque no cuelgue las botas. Sanidad pública, sanidad privada sin ánimo de lucro y convivencia de modelos.

Asistencia, docencia e investigación. Médico, catedrático y bestseller científico. Sangre, sudor y curaciones. Sus aportaciones han contribuido a la aprobación de cinco fármacos por la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos. Un presente más esperanzador para la hematología universal y un horizonte palpitante. Entre Salamanca y Pamplona circulan los glóbulos rojos de una Marca España que salva vidas.

Premio Nacional de Investigación Gregorio Marañón. Premio Rey Jaime I. Premio de la Real Academia de Artes y Ciencias de los Países Bajos. Premios más importantes de las sociedades de Hematología de Europa y América. Instituciones, entidades científicas, colegas y pacientes.

Estamos a final de curso. Flaquean las fuerzas del público, que mira al veraneo con fijación y, sin embargo, pululan los protones de ilusiones alrededor de la bata blanca de este experto en sangre arterial. Más allá de la edad oficial del retiro, van y vienen, como olas constantes, los retos, las ideas, las ganas. No hay nostalgia, porque puede más el presente continuo.

Palabra firme. Autoexigencia evidente. Sonrisa uniforme. Hemograma estable. Empezamos el análisis sin pretender un diagnóstico. Entra la aguja más allá de la piel. Alma. Corazón. Vida.

¿Los médicos se jubilan?

— Algunos ponen fin a la etapa de ejercicio de la profesión médica por cansancio, porque psíquicamente consideran que es bueno pasar a otra fase y dejar atrás una vida en tensión, o porque prefieren centrar sus empeños en otras inquietudes intelectuales, como la filosofía, la historia, la música… Algunos están deseando no volver a oír hablar de medicina, por las razones que sean. Hay otros médicos que no se jubilan nunca. Han disfrutado tanto en esta profesión tan bonita, que quieren seguir siendo médicos hasta el final. Entre estos dos perfiles, en Estados Unidos es bastante frecuente continuar médicamente activos después de los 70 años. En España, sin embargo, es más recurrente el modelo de la jubilación completa, quizás por ese cansancio al que antes hacía referencia o porque el sistema no facilita las jubilaciones progresivas a tiempo parcial.

Efectivamente, muchos médicos y otros profesionales sanitarios españoles están quemados. Sobre todo, después de la pandemia. ¿Cómo casa la vocación de servicio con la posibilidad de mantener la ilusión en medio de un sistema sanitario que, a veces, tritura en exceso el talento?

— Existe un modelo de medicina vocacional y muy estimulante en el que se genera una connivencia entre el médico y el enfermo que llega, incluso, a que te cuente cosas íntimas y se establezca una sinergia estupenda. Yo tengo pacientes que ya han fallecido y su familia me sigue enviando cerezas y castañas del Valle del Jerte, según la temporada. En ese modelo de medicina, se establece una empatía tremenda. Los médicos han puesto todo sobre la mesa para servir con su conocimiento y sus habilidades. Después de muchas horas de asistencia, esa medicina vocacional les ha llevado a investigar por las tardes, para ayudar mejor a sus pacientes. Trabajan en grupos cooperativos donde se amplían las posibilidades de seguir avanzando en la ciencia en sus campos profesionales respectivos. Y, en ese desempeño, han disfrutado como médicos y como personas. Hay otro modelo de ser médico que tiene mucho que ver con las circunstancias y con la actitud. Aunque tratan de hacerlo lo mejor posible con sus pacientes, para ellos el hospital o el centro de salud se acaba convirtiendo en una carga, y eso quema mucho.

Además, existe otro modelo de médico, que es el que ha sido tentado por el mundo mercantilista. Para ellos, una preocupación importante es ganar mucho dinero y acaban viviendo una vida que yo no quisiera para mí. Me preocupa que este último modelo profesional cuaje entre los médicos más jóvenes. Observamos ya que una cierta proporción de la nueva generación profesional escoge sus especialidades obviando las que requieren más sacrificio y más entrega. Antes, las especialidades complejas eran las más atractivas. Ahora eso ha cambiado.

“La comodidad está ganando muchas batallas a la excelencia profesional, también en la medicina”

Destaca que su vocación médica ha sido la de “estar siempre en primera línea”. Eso supone exigencia y esfuerzo. Estar en la vanguardia de la medicina requiere esa disposición que usted empieza a perder de vista entre algunos médicos jóvenes…

— Empiezo a ver que se convocan jefaturas de servicio en las que se queda casi siempre alguien del propio servicio, cuando antes había una ilusión tremenda por opositar, por poder crecer, por aspirar a una carrera profesional ascendente… Algunos médicos jóvenes terminan la residencia y lo que buscan es, sólo, una plaza… ¿Qué hemos hecho con el sistema sanitario español para que el médico residente prefiera la seguridad de cualquier puesto antes que salir a seguir formándose entre los mejores? Ya no hace tanta falta irse al extranjero para aprender a ser un buen especialista, pero siempre es muy constructivo pasar por otros centros para conocer nuevas técnicas y otras formas de hacer medicina. ¿Qué ha sucedido para que cunda la mediocridad y optemos por la comodidad? ¿Qué le está pasando a la sanidad española para que cueste encontrar gente dispuesta a moverse de su ciudad para desarrollarse en un puesto mejor, como hemos hecho habitualmente? Dirigir un servicio o un departamento médico siempre ha sido una pasión absoluta de quienes entienden la profesión como una manera de servir. Ser jefe de servicio de un hospital –para servir, no para servirse de los compañeros– es una posibilidad impresionante y una de las mejores cosas que le pueden pasar a un médico. Pues hoy, la comodidad está ganando muchas batallas a la excelencia profesional, también en la medicina.

Los médicos jóvenes son hijos de su tiempo. Además de un clima de precariedad laboral y de dificultad para acceder a una vivienda digna o a formar una familia, se encuentran con muchos retos deontológicos. Por ejemplo: la posible pugna entre medicina hipertecnificada y la necesidad de humanizar la asistencia sanitaria. ¿Cómo se puede evitar perder el norte?

— Los médicos debemos hacer una medicina humanizada con la máxima tecnología posible a nuestro alcance. No es un dilema. Si dispongo de unas técnicas moleculares para detectar células residuales tumorales que me permitan no parar el tratamiento y continuarlo hasta erradicarlas por completo, ¿cómo no voy a utilizar esas tecnologías? Si puedo contar con unas pruebas de imagen que me permiten ver lo que nunca hubiera soñado contemplar dentro de un organismo, tengo la obligación de usarlas lo mejor posible. Pero la tecnología se usa sin perder de vista la necesidad de explicar bien a los pacientes cada proceso, cada prueba y cada intervención mirándolos a la cara y dándoles la mano, si resulta oportuno, y no mirando solamente al ordenador.

¿Tiene más dificultades ahora el médico joven para cribar con acierto el posible dilema entre bioética y progreso?

— No sé si muchos médicos jóvenes tienen ese dilema en realidad. Si es así, será por falta de ciencia y de conocimiento. El progresismo puede ir en contra de la ética, pero el progreso, no.

“El mayor reto de la medicina en España es cuidar la Atención Primaria con pasión, entrega e inversión”

Es usted uno de los médicos españoles con más impacto clínico. Suma más de 900 publicaciones internacionales durante toda su trayectoria profesional. ¿Cómo avanza la investigación biomédica en España y cuáles son nuestros retos?

— El mayor reto de la medicina en España es cuidar la Atención Primaria. Mientras no apostemos seriamente por lo que constituye el primer nivel asistencial para que sea la joya de la corona, no vamos a tener la medicina que se merecen nuestros enfermos. Está muy bien haber publicado 900 papers científicos, pero sería absurdo no aprovechar la oportunidad de ese altavoz para decir que lo estamos haciendo mal si no sabemos priorizar lo verdaderamente importante para que el Sistema Nacional de Salud no se hunda. Somos el primer país del mundo en trasplantes, y eso es estupendo, pero apliquemos la misma pasión, la misma entrega y la misma inversión para que la Atención Primaria evolucione como debe, porque si no, estaremos errando el camino.

Cuando empezó a estudiar el mieloma múltiple, la supervivencia de los pacientes era de dos años. Ahora, la media global ronda los quince. ¿Eso es el verdadero progreso social?

— Ese es el impacto social de una medicina que busca, realmente, solucionar los problemas de la población, en este caso, de la afectada por mieloma múltiple.

¿Cuál es la mejor manera de tratar a un paciente?

— La mejor manera de tratar a un paciente es hacerlo como si fuera tu hermano. Es decir: recurrir a la compasión cuando haya llegado el momento final de la vida, y, mientras haya opciones de curación, poner todos los medios a nuestro alcance, aunque eso conlleve un sufrimiento importante, porque requiere una terapia intensiva y va a pasarlo mal. Estoy pensando en los enfermos con cáncer, por ejemplo. La mejor manera de tratar a un paciente es, también, pedir segundas opiniones a compañeros que saben más para hacerlo mejor, y es pelear con la Administración, si hace falta, para acceder a los mejores fármacos, igual que lo haríamos por un hermano.

¿En estos años de ejercicio médico ha cambiado su visión sobre las enfermeras?

— En Hematología siempre ha habido enfermeras muy buenas, quizá porque en nuestra especialidad, si la enfermera no está atenta, el enfermo vive menos, ya que son muchas veces las primeras que detectan un cambio en la evolución del paciente, un efecto secundario nocivo o los primeros signos de recuperación tras una situación compleja. La enfermería es clave en toda la sanidad y se debe apostar por la especialización. Eso lo sabemos desde hace muchos años.

“Curar y cuidar siguen siendo atractivos en esta sociedad individualista, porque somos humanos”

En una sociedad individualista, ¿por qué curar y cuidar siguen siendo opciones tan atractivas?

— Porque somos humanos. A veces nos montamos corazas de consumismo, de prepotencias, de soberbia… Pero cuando nos aprieta el zapato, todos vamos incómodos. En esos momentos, todos necesitamos una mano amiga, una sonrisa, una persona que nos entienda y se ponga en nuestro sitio. Eso es lo que hace la medicina.

La hematología es una especialidad áspera, digamos, que avanza a su ritmo, pero entre patologías complejas como los linfomas, las leucemias o los mielomas. Se ejerce muy cerca de la muerte. Después de ver tanto sufrimiento, ¿cómo difunde un profesional sanitario la esperanza?

— Antes de empezar a cursar la especialidad de hematología, una prima mía se murió de leucemia linfoblástica. Cuando era residente, esa niña no se nos hubiera muerto ya. Hoy, la gran mayoría de niños con leucemia linfoblástica infantil común se curan. Hoy, la enfermedad de Hodgkin se cura en el 90% de los casos. Los linfomas de alto grado se curan, y los de bajo grado quedan cronificados con calidad de vida. La mejora de las tasas de supervivencia en pacientes con mieloma múltiple es evidente. La leucemia mieloide crónica, que antes exigía trasplante, porque si no, se morían todos los enfermos, hoy se cura con una pastilla… ¿Cómo no voy a dar esperanza?

Vamos avanzando contra el dolor y, a la vez, somos resistentes a la frustración. ¿Cómo ayuda la experiencia de un médico para afrontar los problemas, que forman parte de la vida?

— Es muy diferente afrontar el dolor y el sufrimiento, especialmente en la etapa final de la vida, con una perspectiva trascendente. Esa, al menos, es mi experiencia como médico. Entiendo perfectamente la rebeldía y la frustración con la que muchas personas acaban su biografía en un clima de resignación cuando falta la mirada trascendente. También he tratado a personas sin una visión trascendente previa que han sabido, de alguna manera, trascender sus vidas cuando estaban en esos duros momentos finales.

La pancarta está en la calle. Entre sanidad pública y sanidad privada se agita el cocotero ideológico. Usted ha pasado gran parte de su historia médica ejerciendo como funcionario en el Hospital Clínico Universitario de Salamanca y la última década, en la Clínica Universidad de Navarra. ¿Cómo es sano que convivan ambas realidades?

— Es muy necesaria una sanidad pública que pague a los médicos lo suficiente para poder vivir bien de un único trabajo y dedicar parte de sus tardes a innovar y a mejorar la vida de muchos pacientes generando una investigación clínica apropiada. Me encantaría que ese fuera el modelo de la sanidad pública y que, por otro lado, la sanidad privada fuese competitiva y desarrollara modelos de gestión oportunos para ser un complemento. Lo ideal sería ofrecer ambas posibilidades a los ciudadanos para que, después, cada paciente elija su propia opción. Esto no lo he dicho en estos últimos diez años de mi vida profesional, porque, quizá, algunas personas me habrían entendido mal.

La sanidad española, en general, cuenta con recursos humanos y materiales muy por encima de los sistemas sanitarios de otros países. ¿Qué aporta o qué debe aportar la Clínica Universidad de Navarra a todo el Sistema Nacional de Salud y a la sociedad?

— La Clínica Universidad de Navarra tiene la obligación de aportar un modelo de medicina privada en el que, además de una asistencia de altísima calidad, se imparta una docencia excelente que forme muy bien a los estudiantes y a los residentes, y se haga una investigación de impacto entre sus profesionales. Todos los facultativos de la sanidad española deben preguntarse constantemente si podemos hacer siempre un poquito mejor nuestro trabajo, en beneficio de cada paciente.

Los profesionales de la Clínica Universidad de Navarra tienen la obligación de hacer ver a la sociedad que, siendo una entidad sin ánimo de lucro, están muy concienciados con el avance en la investigación clínica y con el progreso social. Este hospital universitario con dos sedes, en marcha desde 1962, mantiene a más de 3.000 familias, y eso también es una labor social muy importante.

Para mí, una de las cosas más brillantes de esta década de ejercicio en la Clínica es haber coincidido con muchos profesionales sanitarios que no se sienten unos asalariados, porque son conscientes de que vale la pena trabajar aquí. En estos diez años he vivido muchas historias reveladoras y centenares de detalles ilustrativos que me han enseñado a ser mejor médico y mejor persona. Aquí he visto que muchos pacientes han sido tratados con la mejor medicina posible y con un tono de cariño capaz de generar un ambiente que también cura. Y eso solo ocurre cuando las personas que trabajan trascienden sus obligaciones con un sentimiento de pertenencia muy especial.

“Nacemos para vivir, por eso el verdadero progreso es cuidar, respetar y mejorar la vida”

En sus años en la dirección de la Clínica Universidad de Navarra ha liderado proyectos que han cuajado con nota: la Unidad Central de Ensayos Clínicos, la Unidad de Terapias Avanzadas, la carrera profesional, el Cancer Center Clínica Universidad de Navarra… ¿Hay límites al progreso médico?

Mientras que la mente humana tenga capacidad de desarrollo y de crecimiento, nunca habrá límites al progreso. Esos proyectos impulsados en estos años han salido adelante gracias al trabajo y al esfuerzo de muchas personas. Lo vemos en el fútbol: quizá el defensa tiene la idea de meter el balón hacia la banda, pero el que mete el gol es el extremo izquierdo –que es el que ha corrido la banda– o el delantero. No demos el mérito sólo al que dio el primer pase.

Muchos médicos dicen que, alguna vez, se han creído Dios. ¿Cómo ha vivido en su carrera el superpoder de curar?

— En mi carrera profesional el superpoder de curar siempre ha convivido con el infrapoder de morir, que es una bofetada continua. Un día atendí a la vez a una chica muy joven a la que le dije que tenía el 99% de posibilidades de curarse, y a una mujer de 60 años a la que le aseguré que tenía menos del 10% de posibilidades de salir adelante tras un trasplante. Esta se curó. La chica, por desgracia, se murió. ¿De qué cara me acuerdo más? De la persona sobre la que me equivoqué, y para mal, porque perdí esa batalla. Los médicos o la gente que se crean como dioses… ¡qué penica!

¿Su historia clínica como persona ha evolucionado favorablemente en estos años de medicina?

— Indudablemente, el trato con el enfermo te hace crecer.

¿Qué es morir bien?

— Morir bien es morir en paz y rodeado de cariño.

¿Se puede ser progresista sin estar a favor de la vida?

— No. No se puede ser progresista sin estar a favor de la vida. Nacemos para vivir, por eso el verdadero progreso es cuidar, respetar y mejorar la vida.

Álvaro Sánchez León
@asanleo

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