Argentina toca fondo y piensa en octubre

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Argentina toca fondo y piensa en octubre / Argentina election

Una votación en Argentina (CC Presidencia de la Nación)

 

Buenos Aires.— Quedan solo cinco meses para que se le termine el plazo al gobierno de Alberto Fernández (Frente de Todos). Los números muestran una inflación galopante del 108,8% interanual que está llevando al país a niveles de pobreza alarmantes, con el 40% de la población debajo de la línea de pobreza. Cuatro economistas argentinos opinan sobre el origen del problema y la necesidad de rediseñar la política económica, gane quien gane en las próximas elecciones.

El domingo 22 de octubre los argentinos irán a las urnas a elegir presidente. Una sensación de déjà vu envuelve a los votantes: “inflación” es el mantra que se oye en el país hace más de siete décadas; “hiperinflación” es el fantasma de un pasado que se asoma.

Los últimos datos del INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos) indican que en el país la inflación podría alcanzar el 130% anual, en tanto que otros estudios reflejan que el 62% de los niños más pobres están en riesgo alimentario. Los argentinos irán a votar, una vez más, con un país sumido en una crisis económica profunda. El mito del eterno retorno a las urnas con la esperanza de que esto cambie de una vez.

Cambiemos fue el nombre de la coalición opositora liderada por Mauricio Macri, que llegó a la presidencia en 2015 con la promesa de hacer aquella reforma estructural que el país necesitaba para salir de este estancamiento crónico. El fracaso de ese gobierno, el retorno del kirchnerismo con políticas que profundizan las raíces de la crisis que el gobierno de Alberto Fernández no hizo más que agudizar, obligan a preguntarse: ¿Qué pasó? Para que no vuelva a pasar…

Un Estado gigantesco

¿Qué pasa en Argentina para que el país que un siglo atrás ofrecía las mejores perspectivas de desarrollo, por su capacidad de generar alimentos y energía, alcance hoy niveles de pobreza alarmantes?

“La madre de todos los problemas en la Argentina es la creación de un Estado gigantesco que no hay economía que sea capaz de pagar”, explica Aldo Abram, economista y director de Libertad y Progreso, un centro de investigación en políticas públicas que hace 12 años promueve en Argentina los valores y principios de una República Representativa Federal.

El origen de este modelo de Estado autárquico se remonta a los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. “Mientras los países desarrollados fueron desarmando sus barreras proteccionistas y beneficiándose de una fenomenal recuperación del comercio internacional, la Argentina – ya gobernada por el peronismo – profundizó su desarrollo industrial protegido y orientado al mercado interno, desincentivando toda iniciativa exportadora”, explica Martín Lagos, ex vicepresidente del Banco Central Argentino.

La política proteccionista iniciada por el peronismo ha provocado un estancamiento general de la economía

Transcurrieron siete décadas con diversos tipos de gobiernos, pero la política económica tuvo pocos cambios respecto de aquel modelo introducido por el peronismo en 1946. “Los resultados están a la vista: una inflación galopante, descontrolada, y un estancamiento general que ha hecho retroceder al país en cualquier comparación, no solo respecto de las economías más desarrolladas, sino también de nuestros vecinos, niveles de pobreza que dan pena, y más pena todavía los miles de jóvenes que emigran o sueñan con irse del país”, concluye Lagos.

Campeones del mundo

El modelo estatista no es el problema, hay países que también optan por ese camino y son exitosos: así piensa Roberto Vassolo, profesor de Economía del IAE Business School. “Nuestro problema es la manera en que decidimos financiar esa fuerte presencia estatal, ejerciendo una presión impositiva total sobre la rentabilidad empresarial”, aclara. Según él, esta presión es tan grande que invalida la Constitución Nacional, porque en los hechos no es real que exista la propiedad privada en Argentina: con “un sistema redistribucionista, apalancado en sindicatos, y un Estado que dirime, se impide por estructura que exista un sector empresarial fuerte”, explica.

En su diagnóstico, Vassolo ironiza con el último mundial de fútbol que consagró a la Argentina, y señala otras tres copas mundiales que levantan los argentinos: “Somos los campeones del mundo en cobrar impuestos a las empresas; en la inflación y en la regulación laboral”.

“Tenemos una legislación laboral que es un desincentivo permanente”

Aldo Abram coincide al afirmar que junto con la reforma impositiva –según el Banco Mundial, Argentina ocupa el puesto 21 entre 191 países del mundo, que más exprime con impuestos a sus empresas–, una de las batallas más importantes que debe enfrentar el próximo gobierno es la reforma laboral: “Tenemos una legislación laboral que es un desincentivo permanente. Más del 50% de los argentinos que quieren trabajar estuvieron desocupados, en la informalidad o con un seguro de desempleo disfrazado de empleo público. Además existen más de 67.000 regulaciones que asfixian al sector privado”, explica.

Hay consenso en que Argentina tiene que rediseñarse para romper la inercia de una economía estancada. El sistema que exprime de impuestos a las empresas genera un mercado informal que crece año a año. Crea nuevos puestos de trabajo y le da un pequeño respiro a la economía formal tan castigada, pero con su propia limitante: al no tener facturación oficial, no tiene acceso al crédito ni al sistema bancario. Paradojas de un modelo que se embandera en su protección de las empresas y de la generación de trabajo genuino.

La excusa de la grieta

“La grieta” es otro mantra que suena en los oídos de los argentinos que se preparan para votar en octubre. Es la expresión que popularizaron los medios de comunicación para referirse a una división que tiene larga data: peronistas y antiperonistas.

Los años, las crisis y los conflictos han cargado de contenido “la grieta” a tal punto que ella misma pareciera estar uniendo a los argentinos en un mismo deseo: acabar con la división y resolver los problemas estructurales que están quebrando al país.

“La grieta” le conviene a quienes no están dispuestos a sufrir el costo político que supone afrontar la reforma profunda que necesita la Argentina. Según Vassolo, aquí reside la clave para entender el fracaso del gobierno de Mauricio Macri: “Su error fue la impaciencia, el no aguantar el tirón que exigía el cambio y caer en la polarización con la expresidenta Cristina Kirchner. Políticamente, a él le fue funcional la polarización, pero no a los mercados”.

Por su parte, Martín Lagos destaca que el gobierno de Cambiemos afrontó con rapidez asuntos urgentes como la unificación y liberación del mercado de cambios, la resolución de los conflictos remanentes del default de 2002, el reajuste de los precios de energía y electricidad. A su vez, considera que, en otras áreas como la reducción del gasto público, el déficit fiscal y la disminución del proteccionismo aduanero, recorrió un sendero demasiado gradual. “En 2018, nuevamente la Argentina había agotado el crédito externo, y pese al auxilio recibido del Fondo Monetario Internacional, los ajustes improvisados que Macri se vio obligado a hacer, llevaron en 2019 al gobierno de Alberto Fernández”.

Gradualismo o shock

A partir del 10 de diciembre, cuando asuma el nuevo gobierno, se abre una nueva oportunidad para que Argentina abandone la que Aldo Abram define como una cultura adolescente, que responde a “una tradición caudillista que nos lleva a delegar responsabilidades y esperarlo todo de un candidato.” Según Abram, el escenario político actual da muestras de una madurez en el sistema democrático. La oposición está dividida, incluso dentro de la alianza Cambiemos, pero tiene un diagnóstico común sobre los problemas de fondo que sufre el país, y esto hace más sustentable y poderosa la posibilidad de que llegue una reforma en serio.

Hay acuerdo en que Argentina necesita un cambio profundo, pero no en la velocidad con que llevarlo a cabo

Juan José Llach, economista y sociólogo, exministro de Educación de la Nación, no duda en afirmar que el próximo gobierno tendrá que dar un shock de crecimiento, y encuentra en los candidatos de la oposición diferentes posturas sobre el ritmo con el que llevarlo a cabo.

Dentro de la alianza Cambiemos, Patricia Bullrich se presenta como la figura más decidida a aplicar inmediatamente una política de shock de medidas que detengan la inflación, mientras que Horacio Rodríguez Larreta es más gradualista, tal vez excesivamente, opina Llach. En el extremo opuesto ubica a Javier Milei, del Partido La Libertad Avanza: “Su plan es ultra shock, porque buscará dolarizar el país y eso es algo que la Argentina no está en condiciones de asumir. Hace falta primero reducir el gasto y aumentar la recaudación.”

Desde que el presidente Alberto Fernández anunció un mes atrás que no buscaría la reelección, su partido, el Frente de Todos, se muestra cada vez más indefinido: sin candidato, sin plan y llevando al país a un abismo, es difícil imaginar que el kirchnerismo se mantenga en el poder tras las próximas elecciones.

El 13 de agosto se celebrarán las elecciones PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), un método por el que se vota al candidato definitivo de cada partido. Una gran encuesta electoral que sirve al Estado para clarificar el escenario político y el futuro inmediato del país.

“Argentina está sufriendo los dolores de parto de un rumbo nuevo”, considera Aldo Abram, y con un optimismo realista similar, Martín Lagos cree que cuanto más duro sea el 2024, mejores serán los años sucesivos.

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