Carlos Payá, representante del Movimiento Cristiano de Liberación de Cuba
El gobierno cubano ha endurecido la represión política con las largas condenas de cárcel a 76 disidentes desde el pasado mes de abril. Muchos de ellos trabajaban en el Movimiento Cristiano de Liberación y el Proyecto Varela, fundados por el líder democrático cubano Oswaldo Payá, distinguido con el Premio Sajarov de la Paz 2002. Su hermano menor, Carlos Payá, ha participado recientemente en el Simposio Internacional «Cuba: el camino de la libertad», organizado por la Fundación Diálogos en Madrid. Con esta ocasión, le hemos preguntado sobre la situación de la disidencia en Cuba y las posibilidades de lograr un cambio a la democracia en la isla.
Desde 1986, Carlos Payá, arquitecto de 41 años, se dedica a la difusión de las ideas y proyectos del Movimiento Cristiano de Liberación y del Proyecto Varela. Para ello, mantiene contacto con distintas ONG, partidos políticos y otras organizaciones.
¿Cuál es el papel de la «resistencia» que lidera Carlos Payá en Europa?
Nuestro papel no es otro que ayudar al Movimiento Cristiano de Liberación en Cuba, ya que éste sólo tiene allí su razón de ser. Nosotros lo que hacemos es difundir sus ideas, establecer contactos con movimientos afines, etc.
¿Qué objetivo tiene el Movimiento Cristiano de Liberación?
El MCL no es un movimiento político ni confesional, sino cívico. Su base es el cristianismo y busca la liberación de la persona. Para alcanzar esta meta, creemos que el primer paso consiste en ayudar a los cubanos a perder el miedo. Y lo hemos ido consiguiendo, sacando a la calle el Proyecto Varela. Ahora la gente empieza a apoyar públicamente nuestra propuesta, y este es el punto de inflexión que va a propiciar el cambio.
Carlos PayáDiez mil cubanos se arriesgan
¿Qué es el Proyecto Varela?
Es una iniciativa civil para lograr, mediante un recurso a la Constitución vigente, que se realice en Cuba un referéndum nacional que logre la democratización. Especialmente en lo que se refiere a la libertad de expresión, la amnistía de presos políticos, una nueva ley electoral y mayor espacio para la empresa privada.
El Proyecto Varela acaba de dar su primer paso, y el más importante, con la recogida de firmas. Más de diez mil cubanos acaban de firmarlo. Esto no tiene apenas precedentes en la historia del desaparecido mundo comunista de Europa del este. El segundo pasó será presentarse en la Asamblea Nacional del Poder Popular.
En respuesta a la última oleada de represión por parte del régimen castrista, la Unión Europea ha decidido congelar los contactos oficiales con el gobierno cubano y los Estados miembros han ordenado a sus embajadas que inviten a los disidentes a las celebraciones de las fiestas nacionales. ¿Son útiles medidas como estas? ¿Es la solidaridad internacional un apoyo real a la democracia en Cuba?
Durante muchos años Cuba ha sido, por su situación geopolítica y por su enfrentamiento a los EE.UU., un icono para Europa. Pero eso se ha ido desmoronando con los últimos acontecimientos acaecidos en el país. Ahora creo que muy pocos van a seguir apoyando al régimen.
¿Y qué pasa con EE.UU.? Muchos acusan a su movimiento de tener una relación especial con este país.
En la vía democrática, todos los demócratas somos aliados. Nuestro movimiento es tremendamente cubano, creado dentro de Cuba, y agradece los apoyos de cualquier demócrata, en cualquier parte del mundo, pero ni somos sus socios, ni sus intereses son los nuestros. Queremos los apoyos, pero no depender de ellos. Nuestro problema es el problema de los cubanos con el gobierno de Cuba, y no de Cuba con EE.UU. Oswaldo suele decir: hay que desamericanizar el problema cubano, que no es otro que el de la persistencia de una dictadura y el de un pueblo sometido.
Movimiento descabezado
Oswaldo vive ahora momentos difíciles, tras el encarcelamiento de los dirigentes del MCL por el Gobierno. ¿Cómo está su ánimo?
Ahora el movimiento ha quedado descabezado, aunque las bases se mantengan. De los 76 nuevos presos políticos, más de la mitad son del Movimiento de Liberación y de los comités ciudadanos o gestores del Proyecto Varela. Luego el segundo nivel del MCL está en prisión. Por eso, ahora, una de las principales labores que tenemos que hacer en Cuba es ayudar a sus familias, que han quedado desprotegidas.
Además, pesa ahora sobre Oswaldo la publicación de un libro en que se tocarán temas suyos personales y familiares, con el objetivo de desacreditarlo de una manera vulgar.
Por el contrario, ¿cómo le ha afectado la noticia de haber sido propuesto como candidato al Premio Nobel de la Paz de 2003?
Sin duda, ha sido un impulso. El Premio Sajarov, recientemente concedido a su persona, ha llevado consigo que el gobierno cubano sepa que el mundo entero tiene puestos los ojos en Oswaldo Payá. También se ha presentado su candidatura al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Esto supone un reconocimiento internacional a su labor y un aval ante el gobierno de Fidel.
Sin cambio violento
¿Podemos seguir creyendo en la paz como un arma para alcanzar metas ambiciosas?
No hay otra vía, por lo menos en Cuba. Nosotros somos pacíficos, no pacifistas, y creemos que defender las cosas por la vía pacífica no es una estrategia, sino la esencia de nuestro mensaje. No tiene sentido un cambio violento dentro de Cuba.
Asistimos a un emerger de movimientos ciudadanos en todo el mundo. ¿Qué importancia tiene esto en Cuba?
En Cuba no hay sociedad civil, es el gobierno -una dictadura totalitaria- quien controla todos los aspectos de la vida de los ciudadanos, dejando fuera a instituciones como la Iglesia católica. El gobierno decide todo sobre tu vida: tu trabajo, tus viajes, tu comida, etc. El Departamento de Orientación Revolucionaria es el encargado de tomar todas las decisiones. Esto da una idea de la revolución que supone que miles de personas hayan tomado la iniciativa de pensar por sí mismas.
Pero, ¿el Proyecto Varela es realmente conocido en Cuba?
La visita del ex presidente de EE.UU. Jimmy Carter [mayo de 2002] ha supuesto un gran paso en este sentido. Fue él quien habló del Proyecto Varela por primera vez en público en Cuba. Tiene gracia que haya tenido que venir un extranjero para hacerlo. Gracias a él, la gente se va enterando de nuestra iniciativa. Prueba de ello son las últimas detenciones, que han ayudado a que sea todavía más conocido.
Pero no hay que olvidar que en Cuba hay mucho miedo. Fidel ha dicho que «quien se mueva no sale en la foto».
Para que la gente exija sus derechos
¿Se puede hablar de libertad interior en Cuba, o los años de represión la han extinguido?
La libertad forma parte de la esencia humana. Puede estar tamizada, pero el hombre es libre por naturaleza. Pero, el totalitarismo que se vive en Cuba hace de la simulación la forma de vida de la gente. En este contexto, el Proyecto Varela es una invitación a toda esa gente a que salgan de esa cadena. Creemos que esa libertad interior sí existe, y prueba de ello es que se ha reflejado en esas 11.020 firmas de personas que, además de ser interiormente libres, lo han dicho. Eso es lo más importante que va a conseguir el Proyecto Varela, al margen de su programa.
¿Por qué estáis tan seguros del valor de esas firmas?
Las consecuencias se miden por la respuesta del contrario. La respuesta de Castro a las firmas de esos «cuatro gatos» ha sido un falso referéndum, la reforma de la Constitución, sacar ocho millones de personas a la calle, la detención, los fusilamientos. La magnitud de la respuesta puede dar idea de la envergadura de lo que se ha conseguido.
¿Cree que es posible hoy en Cuba una democracia?
Nosotros más que creerlo, queremos que sea posible. De momento, estamos haciendo que sea posible el Proyecto Varela, ayudando a la gente a que pierda el miedo. Les recordamos que tiene derechos, aunque se los hayan negado.
Además, hemos encontrado un resquicio legal, una fisura a la que nos hemos agarrado. Y eso es lo novedoso: que lo que estamos haciendo es legal. Por eso, cuando nos encarcelan, el gobierno incumple su propia ley.
¿Dónde busca Cuba un modelo democrático que imitar?
Las transiciones, en este caso, no son exportables. Pero miramos a los países del este, a España, a los países suramericanos, pero sólo como ejemplo, porque sabemos que no son exportables.
Si Fidel Castro muriera, ¿se podría acelerar ese cambio?
Sin duda, él es el mayor obstáculo, pero nosotros no queremos poner nuestras expectativas en la muerte de nadie.
María Fernández de CórdovaProyecto Varela: una vía hacia el cambio pacífico en Cuba
Oswaldo Payá (La Habana, 1952) siempre ha promovido la vía pacífica para lograr el cambio a la democracia en Cuba. Así lo subrayó en la sede del Parlamento Europeo, al recibir el Premio Sajarov (Estrasburgo, 17-XII-2002): «No hemos escogido el camino pacífico como una táctica, sino porque es inseparable de la meta de nuestro pueblo. La experiencia nos dice que la violencia genera más violencia y que cuando los cambios políticos se realizan por esa vía se llega a nuevas formas de opresión e injusticia. Queremos que nunca más la violencia y la fuerza sean vías para superar crisis o gobiernos injustos».
En consonancia con ello, Payá ha impulsado el Proyecto Varela (www.proyectovarela.org), una iniciativa plenamente legal. La propia Constitución cubana, de 1992, reconoce el derecho de los ciudadanos a proponer reformas en las leyes, con tal que cuenten con las firmas de al menos diez mil electores (art. 88 g). Payá redactó personalmente el Proyecto Varela en 1996, que fue obteniendo apoyos de cubanos hasta rebasar el mínimo estipulado por la Constitución.
El 10-V-2002, el Proyecto fue depositado en la Asamblea Nacional, junto con los datos de los 11.020 electores que hasta entonces lo habían suscrito. Ante la falta de respuesta, el pasado 31 de octubre el comité gestor dirigió al presidente de la Asamblea un escrito en el que reclamaba que el Proyecto fuera presentado al pleno, para que los diputados lo debatieran y convocasen un referéndum sobre las reformas que propone. La reacción del régimen ha sido encarcelar a 42 coordinadores del Proyecto, entre las 76 personas condenadas este año por asociación ilícita.
Cinco propuestas
El Proyecto Varela -que toma el nombre del padre Félix Varela (1787-1853), uno de los primeros líderes independentistas cubanos- consta de cinco peticiones. Como los disidentes de Europa oriental se apoyaron en el Acta Final de Helsinki (1975) para reclamar los derechos humanos que los mismos gobiernos comunistas se habían comprometido a respetar al suscribir el documento, el Proyecto Varela pide libertades que las leyes cubanas teóricamente reconocen a los ciudadanos.
La primera propuesta es de una reforma legal que garantice los derechos de asociación, reunión y manifestación, así como la libertad de expresión y prensa. Todo ello está reconocido en la Constitución cubana (arts. 53 y 54). También se pide una amnistía para los presos políticos, facultad que compete a la Asamblea Nacional (art. 75). Tercero, se reclama el derecho a la libre actividad económica: que se puedan constituir empresas privadas y contratar empleados. La cuarta petición es una reforma de la ley electoral, para que los ciudadanos puedan ser candidatos a los órganos representativos sin otro requisito que el apoyo del 5% de los electores de la circunscripción. Ahora las candidaturas son impuestas por los comités electorales, controlados por el Partido Comunista. Además, el Proyecto reclama que pueda haber más de un candidato por escaño.
Finalmente, el texto pide que las propuestas sean sometidas a referéndum.
La estrategia de los derechos humanos
¿Servirá esta estrategia? Hasta ahora, el régimen ha hecho caso omiso de las peticiones, pero Oswaldo Payá sabe que el Proyecto Varela es una carrera de fondo. En declaraciones a Le Monde (27-V-2003), Payá señalaba que las última ola de represión «es una operación destinada a destruir el Proyecto Varela». «Pero -añadía- el cambio en Cuba no va a venir de la acción de un grupo organizado: va a venir de la movilización ciudadana. Pueden detener a los opositores, pero la causa profunda de la crisis es el antagonismo entre el pueblo y el régimen. El Proyecto Varela va a continuar, como campaña ciudadana, pese a los peligros, la persecución y las limitaciones a la oposición».
El régimen cubano presenta a los promotores del Proyecto, al igual que a todos los disidentes, como «agentes del imperialismo», y agita la amenaza de una intervención estadounidense para justificar la represión. Payá replicaba en la misma ocasión que «el proyecto Varela es una iniciativa totalmente autóctona». Y, convencido de que el cambio en Cuba solo puede surgir desde dentro, añadía: «Nosotros no queremos intervención extranjera: eso sería un gran fracaso para nuestro pueblo. (…) Lo que necesitamos es la solidaridad internacional para que Cuba pueda cambiar pacíficamente».
El núcleo de esta propuesta de cambio pacífico es la demanda de respeto a la persona. El Proyecto Varela, subrayan sus gestores, no pide cambios en la Constitución cubana, ni la desaparición del régimen, sino derechos humanos que los ciudadanos tienen antes de todo reconocimiento legal y que son exigibles en todo caso. Por eso, Oswaldo Payá define las recientes condenas a opositores como muestra de «desesperación de un régimen que no quiere ofrecer una apertura, no a EE.UU. o la Unión Europea, sino a sus propios ciudadanos»; y agrega: «El régimen se siente agredido cuando un ciudadano quiere ejercer o reclamar derechos para sí» (entrevista en ABC, 29-IV-2003).
«Debe terminar el mito -dijo Payá al recibir el Premio Sajarov- de que los cubanos tenemos que vivir sin derechos para sostener la independencia y la soberanía de nuestro país». Y añadió: «Hoy sabemos que cualquier método o modelo que en una supuesta búsqueda de la justicia, el desarrollo o la eficacia se sitúe por encima de la persona o anule cualquiera de los derechos fundamentales conduce a alguna forma de opresión, a la exclusión, y sumerge a los pueblos en calamidad».
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