El nuevo Plan Revolucionario de Lectura de Venzuela, lanzado por el presidente Hugo Chávez con un declarado signo ideológico, define su estrategia para adoctrinar a los venezolanos en el “socialismo del siglo XXI”.
Al anunciar el nuevo Plan Revolucionario de Lectura de Venezuela, el presidente Hugo Chávez ha explicado que se propone la “democratización de libro y de la lectura” para “desenmascarar la guerra psicológica desatada por los medios de la oligarquía”.
Sin embargo, la democratización de la lectura en Venezuela no ha esperado a la llegada de Chávez al poder. La Biblioteca Ayacucho, creada en 1974 durante el gobierno socialdemócrata de Carlos Andrés Pérez, no ha dejado aún de ser la más completa reunión de clásicos latinoamericanos disponible en el mercado. Su organización fue confiada a dos intelectuales de fuste: el venezolano José Ramón Medina y el uruguayo Ángel Rama, autor del célebre ensayo La ciudad letrada (y hombre, por cierto, de más que probada filiación de izquierda).
Entre los títulos de esta colección de la literatura de América Latina, que son más de doscientos, conviven autores de épocas y tendencias muy diversas: desde los cronistas de Indias hasta Borges; desde Miguel Antonio Caro hasta José Donoso. Pensamiento conservador y pensamiento liberal, socialismo utópico y obras religiosas, anarquismo y reformismo civilizador, forman un canon que se entendía, con criterio amplio, como lo más representativo de la historia de las letras y del pensamiento subcontinental.
También son elocuentes los concursos que el régimen convoca para renovar las letras nacionales, como el llamado Historias de Barrio Adentro, en cuyo veredicto el jurado acuerda “valorar la diversidad de escrituras y temas que se refieren al país, en plena participación protagónica de los procesos emancipatorios hacia la construcción del socialismo bolivariano”.
Bajo la primacía de El perro y la rana, Monte Ávila languidece: la amplia tienda que ocupaba en el teatro Teresa Carreño ha sido reconvertida al nuevo orden de cosas, y autores nacionales como Rafael Cadenas, Ana Teresa Torres o el recientemente fallecido Eugenio Montejo (Premio de poesía Octavio Paz) han sido señalados por el gobierno de “autoexcluirse” del catálogo de Monte Ávila, lo que significa que bien podrían figurar en él si apoyaran la revolución.
La Biblioteca Ayacucho sigue en pie, y los números que se agotan son a veces reeditados con un precio seis o siete veces superior al que habían mantenido hasta ahora las existencias de ediciones impresas en los 80 y 90. El rico catálogo ha seguido creciendo, aunque a menor ritmo, y la importancia histórica del canon latinoamericano ha puesto en evidencia decisiones como la de incluir, en la colección “Agua y cauce” del mismo sello, la Antología poética de Isaías Rodríguez. Un autor que si no resulta demasiado familiar no es por ignorancia de las letras latinoamericanas, sino porque se trata, fundamentalmente, del vicepresidente del gobierno de Chávez, luego Fiscal General y ahora su embajador en España.
Las venas abiertas
Un representante de la Oficina Nacional del Plan Revolucionario de Lectura reconoce sin empacho, en un reportaje para El País, que el nuevo programa lanzado por el gobierno chavista es claramente ideológico. En efecto, el presidente ha comenzado por definir las notas propias de lo que debe ser la lectura (y la literatura, en consecuencia): “La lectura es arte si es para la liberación”, ha explicado.
Los órganos oficiales que han glosado la iniciativa del gobierno argumentan que “hasta hace poco existían en Venezuela libros educativos cuyos contenidos no daban cabida a la resistencia indígena y al genocidio cometido contra los ancestros latinoamericanos por parte del imperialismo europeo”. Como se sabe, Chávez ha rebautizado la fiesta del 12 de octubre como “Día de la resistencia indígena”, una declaración que en su momento movió a un grupo de seguidores del régimen a derribar una estatua de Colón que se consideraba parte del patrimonio artístico de Caracas.
En cualquier caso, en el catálogo de Ayacucho estaban presentes, antes de la era chavista, títulos como la Historia de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas (y en cambio no las obras de Ginés de Sepúlveda, teórico de la conquista y adversario del “apóstol de los indios”), la novela Aves sin nido (especie de Cabaña del Tio Tom indigenista) de la escritora romántica peruana Clorinda Matto de Turner, y varios volúmenes de obras clásicas precolombinas a cargo de expertos tan señalados en estas culturas como el mexicano Miguel León Portilla.
Por otra parte, Chávez ha anunciado que pedirá permiso al escritor Eduardo Galeano “para sacar en Venezuela una edición masiva” de su ensayo Las venas abiertas de América Latina. El libro, editado por primera vez en 1971, ha alcanzado los primeros puestos de ventas en Amazon y en otras librerías desde que el presidente venezolano lo regaló a Barack Obama durante la Cumbre de las Américas, en un intento por atraerse el protagonismo que entonces concentró totalmente el jefe de Estado norteamericano.
Purga de libros
El sistema de control de cambios, que permite al gobierno de Chávez asignar discrecionalmente las divisas para la importación de libros, obliga a las distribuidoras y librerías a presentar a las autoridades la lista de títulos publicados en el exterior que desean introducir en el país, con el pretexto de comprobar si no hay ediciones correspondientes dentro del mercado nacional.
El régimen, en cambio, financia varias iniciativas editoriales en el extranjero destinadas a publicitarlo y defenderlo. Así por ejemplo las ediciones del sello argentino Capital Intelectual, vinculado al periódico Le Monde Diplomatique, y que ha publicado unas Entrevistas con líderes de América (Castro, Chávez, Kirchner, Cuauhtémoc Cárdenas) y dos tomos de Chávez y la Revolución Bolivariana.
Por otra parte ha trascendido la noticia de que han sido retirados más de 60.000 volúmenes de varias bibliotecas públicas venezolanas. Sólo en el estado (provincia) de Miranda desaparecieron durante la administración del gobernador chavista Diosdado Cabello 45.000 títulos de 56 bibliotecas, que fueron vendidos como pulpa de papel aduciendo que estaban deteriorados u obsoletos. Sin embargo Miriam Hermoso, directora del Instituto Autónomo de Bibliotecas de la misma entidad (tras la victoria de la oposición), ha dirigido una investigación de la que concluye que “eliminaron de los estantes aquellos textos relacionados con los Estados Unidos”, y que en los fondos de literatura infantil el criterio fue retirar los “cuentos donde había nieve” y sustituirlos por relatos “sobre la vida y hazañas del Che Guevara”.
Según se ha denunciado, algunos títulos parecen ser recurrentes en las purgas hechas por el gobierno de Chávez. Así, por ejemplo, El Principito de Antoine de Saint-Exupery, las Lecturas para jóvenes venezolanos de Arturo Úslar Pietri o Venezuela, Política y Petróleo de Rómulo Betancourt, el fundador de la socialdemocracia venezolana y dos veces presidente del país.