El colapso de la familia negra amenaza el “sueño” de Luther King

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El 28 de agosto de 1963 llegó a su destino la gran Marcha a Washington para reclamar el fin de la discriminación contra los negros. Delante del monumento a Lincoln, Martin Luther King pronunció un discurso memorable, en que repitió como un estribillo: “Tengo un sueño”, para expresar la aspiración a la justicia y la igualdad. El cincuentenario de aquel día se celebró ayer en el mismo lugar, con la intervención final del presidente Obama. La ocasión ha llevado a preguntarse por qué los negros norteamericanos siguen estando, de hecho, en inferioridad.

En cincuenta años, la causa por la que luchó King ha alcanzado grandes triunfos. La igualdad de derechos civiles está consagrada en la legislación, y protegida por organismos públicos y tribunales. No han desaparecido por completo las ideas y los sentimientos racistas –cosa probablemente imposible en la práctica–, pero están fuertemente desacreditados. Personas de color han alcanzado los puestos más altos en grandes compañías, gobiernos estatales y municipales, el Tribunal Supremo, y finalmente una de ellas ocupa la presidencia de la nación. Todo eso era impensable en tiempos de King.

No hay solo éxitos individuales. Liberada de las leyes y prácticas que la retenían en una situación de inferioridad, la población negra en su conjunto ha progresado mucho. Cuando King pronunció su discurso en Washington, el 55% de los negros vivían en la pobreza; hoy son el 28%. Entonces, los negros de 25-29 años con título universitario eran el 4,6%; ahora son el 23%.

De los días de King a hoy, los nacimientos extramatrimoniales en la población negra han pasado del 25% al 72%

Aún en desventaja
Ayer, hablando en el mismo lugar que King cincuenta años antes, el presidente Barack Obama quiso subrayar los logros. “Menospreciar la magnitud de este progreso –decir, como a veces dicen algunos, que poco ha cambiado desde entonces– es una afrenta a la valentía y al sacrificio de quienes lucharon en aquellos años”. Por el contrario, dijo, “este país ha cambiado mucho”.

Un poco menos de la mitad de los norteamericanos, y apenas un tercio de los negros, opinan como el presidente, según una encuesta del Pew Research Center. No se refieren a actitudes racistas, pues la gran mayoría, tanto de negros como de blancos, dicen que hoy unos y otros conviven bien. Pero todavía existe una clara desventaja de los negros en distintos campos. Su tasa de pobreza se acerca al doble de la nacional (28,1% frente a 15,9%), y su porcentaje de graduados universitarios es diez puntos inferior al del conjunto de la población (23% frente a 33%). También sufren más paro y mayor fracaso escolar, y la más alta proporción de población reclusa.

En estos días se ha vuelto a discutir sobre cuáles son las raíces de estas persistentes desigualdades. The Economist las resume así: “Los norteamericanos que completan la enseñanza secundaria, que trabajan a jornada completa y que esperan a cumplir 21 años y estar casados para tener hijos tienen una probabilidad de solo el 2% de caer en la pobreza. Son tristemente pocos los negros que satisfacen esas tres condiciones básicas”.

La tasa de pobreza de los negros está en torno al doble de la nacional

Crisis del matrimonio
El problema más profundo, que encierra a muchos en una educación inferior y en la pobreza, es el “colapso” de la familia negra, como lo llama The Economist. En esto se registra un fuerte retroceso desde los tiempos de Martin Luther King. De 1960 a hoy, la proporción de negros adultos casados ha caído del 60% al 32%, mientras la media de los demás grupos étnicos no ha bajado del 51%. Los nacimientos extramatrimoniales han subido del 25% al 72%; entre los blancos, son el 29%.

La abundancia de hogares monoparentales extiende la penuria. La tasa de pobreza de las familias negras (no los individuos) duplica la media nacional (24,1% frente a 11,7%); pero en las compuestas por padre y madre casados con hijos menores de 18 años, la diferencia es mucho menor: 11,5% frente a 8,8%.

El “colapso” familiar arrastra a otros males. En Estados Unidos, las negras son el 14% de las mujeres, pero el 30% de las que abortan. La desproporción se explica en buena parte por la frecuencia de uno de los factores que más inclinan al aborto: no tener una relación estable con el padre de la criatura. De hecho, el 85% de las mujeres que abortan no están casadas, y esa es la situación de la mayoría –el 69%– de las mujeres negras.

La pobreza a que lleva a menudo la desintegración familiar se perpetúa fácilmente mediante una enseñanza deficiente, como la que se da en las escuelas de los barrios donde se concentran las clases desfavorecidas. Además, allí suele haber un ambiente contrario al estudio, como en otra ocasión lamentó Obama: muchos chicos negros desdeñan a sus compañeros que leen libros porque eso es “hacerse el blanco”. Esas escuelas, añade The Economist, son el feudo de profesores inamovibles, y no se arreglan con dinero. En cambio, tales problemas apenas existen en las escuelas privadas. “Esa es una razón por la que las familias negras son tan partidarias de los cheques escolares y las charter schools [públicas y gratuitas, pero de iniciativa privada]. No sin razón se ha llamado a la libertad de elegir escuela ‘la nueva batalla por los derechos civiles’”.

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