Contrapunto
Desde hace algún tiempo se advierte el peligro del ascenso de la extrema derecha en Europa. De hacer caso a algunos medios de prensa, habría que temblar ante el espectro de una nueva Internacional parda. Así, uniendo datos de aquí y de allá, Le Nouvel Observateur dedicaba a fines de año su reportaje de portada a «La ola fascista». Pero quizá el oleaje no pasa de marejadilla.
En Francia, el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen ha ido aumentando su audiencia electoral hasta el 12,5% obtenido en las legislativas de marzo de 1993. Pero los últimos datos no dan pie para hablar de una irresistible ascensión. Con motivo del congreso de este partido celebrado en la primera semana de febrero, un sondeo del instituto SOFRES para Le Monde (4-II-94) muestra que el porcentaje de los que se declaran de acuerdo con las ideas del Frente Nacional ha bajado al 19%, después de haber alcanzado un 32% en octubre de 1991. Las posturas del Frente Nacional suscitan, entre el conjunto del electorado, un rechazo que oscila entre el 60% y el 76%, según los diversos temas.
Igualmente, la media de las cuatro últimas consultas electorales otorga al Frente Nacional un respaldo del 11,95% del electorado, lo que coincide grosso modo con los resultados que obtiene actualmente en los sondeos. Es decir, parece que la extrema derecha, como cualquier otro grupo político, tiene también su techo. Lo que la distingue es que es un techo más bajo que el de los grupos moderados. Y para romperlo tendría que abandonar sus tesis más radicales. También la democracia y la información saldrían ganando si la prensa evitara extremismos simplistas a la hora de hablar sobre la amenaza o la insignificancia de la extrema derecha.
Ignacio Aréchaga