Sede del BCE en Fráncfort
Bruselas.— El salvavidas europeo de 750.000 millones de euros para evitar el hundimiento de la economía europea ha sido uno de los logros más importantes en la historia de la UE. La emisión de deuda conjunta, nunca utilizado antes, ha supuesto una bombona de oxígeno para los Estados miembros más perjudicados por la crisis.
Pero avanza 2021 y, entre el recrudecimiento de la pandemia y la exigencia de reformas a los países que desean beneficiarse del nuevo “plan Marshall” europeo, se ralentiza el optimismo desplegado desde Bruselas con la aprobación de este paquete de ayudas.
La UE cerró 2020, su annus horribilis, con un poco de esperanza. En tiempo récord, y negociando contra reloj, logró cerrar acuerdos con varias farmacéuticas europeas y dio el visto bueno a la primera vacuna antes de que se cerrara el año. Algo inimaginable tan solo unos meses antes. La pena es que nadie contaba con que, en los primeros meses de 2021, vacunar a 500 millones de europeos se ha revelado algo más complicado de lo que se había previsto desde Bruselas y desde las mismas farmacéuticas obligadas a producir y a distribuir vacunas a destajo.
Acuerdo histórico
Pero, sin duda, el mayor logro fue aprobar en plena crisis del coronavirus, con los países miembros en plena emergencia económica, un importante paquete de ayudas destinado a amortiguar el golpetazo para el que se preparan los Estados miembros más afectados por la pandemia en un futuro más bien corto.
Según el economista Luis Garicano, miembro del Parlamento Europeo y vicepresidente del grupo Renew Europe, se abusa muchas veces del calificativo, pero “creo que se trata de un acuerdo realmente histórico, para Europa y desde luego para España. La UE nos ha lanzado un salvavidas de más de 140.000 millones para reactivar la economía durante los próximos siete años”.
El plan de recuperación es histórico no solo por el volumen de fondos que se movilizarán (750.000 millones entre subvenciones a fondo perdido y créditos a bajo interés), sino porque lo combina con la aprobación del llamado marco plurianual, el presupuesto comunitario que también asciende a cifras récord.
Germen de la unión fiscal
Según Garicano, nadie podía imaginar hace un año que en medio de la devastadora crisis sanitaria y económica que desencadenó el covid-19, y en la que aún seguimos, la UE iba a endeudarse en los mercados para financiar un plan de reconstrucción. Algo que, por cierto, ni siquiera se vio en la gran crisis económica que vivió el mundo en 2008.
En aquel entonces, cuando los efectos del colapso bancario en EE.UU. llegaron a Europa, se produjo una grave crisis de deuda que llevó a implementar planes de rescate individualizados para las economías más precarias, como Portugal, Irlanda y, sobre todo, la maltrecha Grecia. Bruselas también acudió al rescate del sistema bancario español.
La emisión de deuda conjunta era una línea roja infranqueable hasta hace muy poco tiempo
Expertos en economía consultados por Aceprensa en Bruselas coinciden en señalar que los efectos de la actual crisis económica son difíciles de prever, puesto que no tiene precedentes. Y eso que los niveles de pérdidas son similares a la gran depresión de 1929; solo que se han producido aún más rápido.
Según el informe de junio sobre Perspectivas Económicas de 2020, del Banco Mundial, la economía se contraerá un 5,2% entre el año pasado y el actual, lo que supondrá la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, y la primera vez desde 1870 en que tantas economías experimentarán semejante disminución del producto per cápita.
En opinión del eurodiputado, después de unas respuestas iniciales desiguales, vacilantes y, en ciertos casos, insolidarias, las instituciones europeas asumieron la dimensión de la catástrofe sanitaria y económica, y las cosas cambiaron. “El Parlamento Europeo marcó el camino del acuerdo de julio de 2020: la aprobación de un fondo de recuperación de 750.000 millones de euros, y esa es la revolución, el endeudamiento conjunto, que es el germen de la unión fiscal”, explica.
Garicano tiene claro que el fondo de 750.000 millones supone un antes y un después para la UE: “Es la primera vez que se emite deuda conjunta para atajar una crisis económica. Era una línea roja infranqueable hasta hace unos cuantos meses, por no decir en la crisis financiera de hace más de diez años”.
De hecho, la aprobación de semejante paquete de ayudas no estuvo exento de polémicas, y durante las negociaciones, entre junio y diciembre del año pasado, se evidenciaron las tensiones nacionales, los intereses políticos y hasta las viejas rencillas entre los países del norte y del sur. El esperado acuerdo saltó por los aires en varias ocasiones hasta que, en diciembre, ahogados por la premura de una crisis sanitaria sin precedentes, y como es habitual en Bruselas, se llegó a un acuerdo in extremis.
Ayudas con condiciones
La aprobación del llamado fondo de recuperación y resiliencia ha sido un hito histórico, pero “no es un cajero automático del que los Estados pueden sacar dinero sin más”, recuerda Garicano. Bruselas exige a los beneficiarios –a España e Italia los primeros, puesto que sus economías están sufriendo más– un ambicioso plan de reformas que debe cubrir todos los ámbitos: sanidad, educación, transformación digital, modernización de los servicios de empleo, etc.
Y es que una de las condiciones de la letra pequeña del contrato, impuesta por los llamados “países frugales” –Holanda, Dinamarca y otros que, aunque no lo admitan, recelan de sus vecinos “gastadores” del sur–, es exigir planes detallados de reformas a los países que van a recibir el dinero.
España tiene el imperativo de acertar en la gestión de los fondos europeos, con un plan que fomente la innovación y la transformación del modelo económico
El acuerdo final pactado en la cumbre europea refuerza el control sobre la concesión de ayudas directas. La Comisión Europa pedía que los socios pudieran dar su opinión a nivel técnico cuando un país presentara su plan de inversiones y reformas. Sin embargo, el acuerdo contempla que, si alguno de los socios no se fía y plantea reservas, podrá elevar la cuestión a una cumbre de líderes, con lo que el pago no se desembolsará hasta que se resuelva la disputa.
Tal y como explica el eurodiputado, a España llegarán más de 150.000 millones de euros en seis años, según la última actualización hecha por Bruselas y que tiene en cuenta la peor situación económica de España.
Parte de ese dinero no habrá que devolverlo, porque se concede en transferencias directas: “O somos capaces de poner en pie un plan sólido, basado en los sectores que contribuyen de verdad a la innovación y transformación de la economía, o desaprovecharemos la oportunidad. Y eso tiene consecuencias graves, primero porque es un dinero necesario para superar el destrozo económico causado por la pandemia, y segundo, porque si España no acierta, perderá el tren europeo de la convergencia, con lo que corre el peligro de que la economía languidezca durante años y que, por tanto, el bienestar de los ciudadanos sufra”.
España tiene que hacer deberes
Sucede que, aunque Europa ha hecho un esfuerzo titánico por movilizar recursos y salir al rescate de los socios, el dinero siempre tiene un precio y Bruselas no quiere que las ayudas sirvan solo para “tapar agujeros”. Las transferencias y los créditos deben ir unidos a reformas profundas que sirvan a los Estados miembros no solo para crecer, si no para crecer mejor. El esfuerzo que ha de hacerse tiene que revertir en la modernización de la economía, en la inversión y crecimiento de sectores que reduzcan nuestra dependencia del turismo. Y el gobierno cree que para ello será clave la cooperación entre el sector público y el privado.
Pero los mayores temores se centran en saber si España será capaz de gestionar semejantes cantidades de dinero. Según advirtió el propio gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, en su última comparecencia en el Congreso, España ha demostrado una “limitada” capacidad para gestionar y solicitar fondos europeos.
Según la propia Comisión Europea, a finales de 2019 España solo había validado proyectos por un importe equivalente al 35% de los fondos solicitados para el período 2014-2020. Las razones que se apuntan son variadas, desde la rigidez del marco regulatorio para la ejecución de proyectos hasta la mala gestión en la propia administración central.
Lo cierto es que, de la buena utilización de estos fondos, movilizados en un tiempo récord y en cantidades nunca antes vistas, dependerá que España vuelva a la senda del crecimiento en la que estaba antes de la pandemia, y sobre todo que aproveche la oportunidad para hacer cambios profundos en la economía.
Pero no solo España: también la UE debe asumir esta prueba, esta crisis, como una oportunidad para reforzar su papel en el mundo, frente a la competencia que ejercen EE.UU. y China.