Análisis
Con casi 70 millones de habitantes y un crecimiento económico que el año pasado triplicó al de Europa Occidental, las cinco naciones de Europa Central (Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría y Eslovenia) emergen como una de las áreas mundiales con mayor ritmo de expansión, cuando hace tan sólo seis años compartían muchas de las taras del bloque soviético. El florecer de Mitteleuropa acaba de ser reseñado por dos prestigiosos organismos económicos, el Banco Europeo para las Reformas y el Desarrollo (BERD) y la Comisión Económica para Europa, institución dependiente de la ONU con sede en Ginebra.
Son excelentes noticias para los países del llamado «Grupo de Visegrado», el título que los dirigentes centroeuropeos se dieron en un encuentro celebrado en 1991 en esa ciudad húngara para estrechar sus lazos económicos y políticos tras sacudirse la férula rusa. Las cinco naciones aspiran a incorporarse como miembros de pleno derecho en la Unión Europea a partir del año 2000, y el certificado de buena conducta económica que acaban de obtener es un pasaje para Bruselas. Las dudas que aún mantienen un buen número de gobiernos y funcionarios comunitarios sobre el coste de la próxima ampliación hacia el Este deberán dulcificarse al releer los datos del BERD.
¿Qué análisis ofrece el primer inversor mundial en la región? Según el BERD -que empezó a operar en Centroeuropa en 1991 y obtuvo por primera vez beneficios en 1995-, la clave del éxito se debe a la «recuperación industrial y al crecimiento de las exportaciones» hacia Europa Occidental, el mayor mercado de las economías del antiguo bloque soviético. El crecimiento económico global de la región centroeuropea fue el año pasado de un «impresionante 5,3%», con una tendencia al alza por tercer año consecutivo. En 1996, según el BERD, Europa Central podría alcanzar el 6% de crecimiento del PIB.
El grupo de cabeza lo forman los países del Acuerdo Centroeuropeo de Libre Comercio (CEFTA), con la República Checa y Eslovenia al frente. Todos experimentan crecimientos de entre el 5 y el 7 por ciento, salvo Hungría, que conoció el año pasado un inesperado frenazo, aunque sigue siendo el país más atractivo para las inversiones extranjeras.
El despertar económico de Europa Central viene a romper aún más las amarras con el resto de las naciones que en su día compusieron el bloque soviético, y en particular con el coloso ruso, sumido aún en la depresión económica, según constata el informe del BERD.
Las cinco naciones que hoy porfían en su candidatura a la Unión Europea y la OTAN esperan acabar con el estereotipo que las confunde con el resto del «Este de Europa», en una inercia provocada por cuatro décadas de tutela soviética. El término Mitteleuropa, aunque práctico y nostálgico para Alemania -principal valedor continental-, tiene peligrosas reminiscencias históricas de un tiempo en el que el Reich alemán hizo pocas distinciones entre sus ambiciones políticas y militares en la región. Algunos prefieren más bien hablar de «la línea del vodka», que separaría a sus consumidores de quienes prefieren el vino o la cerveza. Para zanjar la cuestión, los checos suelen recordar que su capital, Praga, está situada al Oeste de Viena.
El punto de inflexión lo constituirá la incorporación de las cinco naciones centroeuropeas como miembros de pleno derecho a la Unión Europea. Todas cumplen ya los requisitos formales exigidos por la UE -ser europeas, democráticas y aplicar la economía de mercado-, pero su ingreso en el club comunitario deberá aguardar a que los Quince acomoden sus anacrónicas estructuras políticas a la realidad de la ampliación y, en particular, a que resuelvan cómo financiar su coste. No habrá, en cualquier caso, incorporaciones antes del año 2000.
El caso más complejo es el de Polonia, debido al peso de su población rural, que obligará a una seria remodelación de la política agrícola común y recortes en los subsidios a los actuales «países de la cohesión». El esfuerzo financiero que supondrá la llegada de los centroeuropeos será relativamente pequeño si se piensa que el gobierno de Bonn invierte un presupuesto anual cuatro veces mayor en los antiguos Länder alemanes. En los círculos británicos y nórdicos las reservas se refieren más bien a la coloración católica que adoptará la Unión con la llegada de los candidatos centroeuropeos.
Javier Vela