Ratzinger y el presidente del Senado italiano escriben un libro juntos

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Dentro del diálogo social italiano no hay inconveniente en que el cardenal Joseph Razinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y el presidente del Senado italiano, Marcello Pera, un político «laico» no creyente, escriban un libro juntos. Y no ya para contraponer dos visiones, sino para llegar a una misma solución desde dos puntos de partida. El cardenal y el político coinciden en que para afrontar importantes problemas como son el terrorismo, la inmigración o una ciencia sin reglas, Occidente necesita buscar inspiración en las raíces cristianas. Y para sostenerlo han escrito el libro «Sin raíces. Europa, relativismo, cristianismo, islam» (Mondadori).

Ambas personalidades presentaron la publicación durante un debate que mantuvieron en la Universidad Lateranense de Roma. Partiendo de posiciones intelectuales muy diversas, coincidieron en el diagnóstico y el remedio: superar el relativismo («hoy sólo se puede decir que una cosa es mejor que otra si se trata de una corbata, en lo demás impera un lenguaje políticamente correcto según el cual todo es igual, no existen jerarquías», dijo Pera) y recuperar el cristianismo como cemento de la civilización europea.

Según el cardenal Ratzinger, «el árbol de la cultura laica tiene necesidad de las raíces cristianas, pues sin ellas pierde su fuerza moral inspiradora». El árbol y las raíces se necesitan recíprocamente: es decir, los laicos y los cristianos deben hablarse, olvidando los episodios negativos del pasado, porque sólo así pueden ayudar a la humanidad a superar el callejón sin salida. El cardenal subrayó la racionalidad de la moral natural, razón por la cual cristianos y cuantos se inspiran en el pensamiento laico están más cerca de cuanto se piensa.

Por su parte Marcello Pera apostó por una «religión civil cristiana en la que todos podamos reconocernos, ya que es en el cristianismo donde encuentran su fundamento los valores de la dignidad de la persona, de la tolerancia, de la libertad». Se trata de una colaboración que no va contra nadie, «sino para reconocernos en la misma familia que es la cristiana». El presidente del Senado dijo que esa «fe civil cristiana» no puede permanecer relegada en la subjetividad sino que debe vivificar la sociedad.

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