Los derechos humanos son universales e indivisibles, subraya Juan Pablo II en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el próximo 1 de enero. El Papa dice que el respeto y la promoción de los derechos humanos se refiere a todas las personas en todas las fases de la vida. Y añade que «cuando se acepta sin reaccionar la violación de uno cualquiera de los derechos humanos fundamentales, todos los demás están en peligro».
El Papa toma ocasión del 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para hacer un repaso de algunos de los derechos hoy más amenazados. Pero antes recuerda que ese documento de la ONU «reconoce los derechos que proclama, no los otorga; en efecto, estos son inherentes a la persona humana y a su dignidad».
El Papa saluda como un signo positivo la creación de un Tribunal Penal Internacional, para juzgar a los responsables de crímenes contra la humanidad. «Esta nueva institución, si se construye sobre buenas bases jurídicas, podría contribuir a asegurar a escala mundial una tutela eficaz de los derechos humanos».
El primer derecho que considera el mensaje del Papa es el derecho a la vida. Una cultura de la vida, dice, «garantiza el derecho a venir al mundo a quien aún no ha nacido, protege también a los recién nacidos, particularmente a las niñas, del crimen del infanticidio. Asegura igualmente a los minusválidos el desarrollo de sus posibilidades y la debida atención a los enfermos y ancianos». El Papa se refiere también al rechazo de la violencia, al hambre y a las inquietudes que suscitan los recientes descubrimientos en ingeniería genética. Sobre este último punto, dice que cada una de las fases de la investigación científica debe estar acompañada por una reflexión ética que «inspire adecuadas normas jurídicas para salvaguardar la integridad de la vida humana».
El segundo derecho, que «es como el corazón mismo de los derechos humanos», es la libertad religiosa. Exige que «se reconozca a la persona incluso la libertad de cambiar de religión, si así lo pide su conciencia». La libertad religiosa incluye «el derecho a manifestar las propias creencias, tanto individualmente como con otros, en público o en privado». Juan Pablo II vuelve a poner en evidencia, además, que «el recurso a la violencia en nombre de la religión es una deformación de las enseñanzas mismas de las principales religiones».
El mensaje trata también de los derechos a participar en la vida pública, a la formación y al trabajo. Incluye otras indicaciones: la responsabilidad con respecto al medio ambiente, el fracaso de la guerra como medio de solución de conflictos, etc. Por lo que se refiere a los fenómenos de globalización, el Papa subraya que existen «muchas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado», para las que es preciso encontrar soluciones. Como es habitual, no cita ningún país concreto: esas referencias las suele hacer en el curso de la alocución que dirige en la misma Jornada de la Paz.