El congreso extraordinario del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) acaba de reunir en Dresde a sus 480 delegados para debatir sobre la precaria situación de esa histórica formación política. El congreso ha coincidido día por día con las fechas en que, 50 años antes, el distrito de Bad Godesberg acogía en Bonn la convención por la que el partido se apartaba del marxismo y aceptaba la economía de mercado.
Según ha estimado el ensayista chileno Fernando Mires en un artículo para la revista Nueva Sociedad (n. 217, septiembre-octubre de 2008), “en Bad Godesberg (…) los socialistas alemanes sacaban conclusiones de la experiencia que había vivido la nación durante el nacionalsocialismo y de los peligros que todavía emanaban del socialismo nacional ruso-soviético, al mismo tiempo que reconocían la democracia parlamentaria como forma preferencial de gobierno y adscribían a los valores filosóficos y morales que dieron y dan forma al Occidente político”.
Junto a esto, las derrotas electorales del SPD frente a la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Konrad Adenauer en 1953 y 1957 coincidieron con un aumento en la calidad de vida asociado a la economía de mercado que hizo aparecer desfasadas las posturas de la izquierda radical. La necesidad de una reforma implicaba la transformación del “partido de la clase trabajadora” en “partido del pueblo”, lo que suponía la superación del ideario marxista y una toma de distancia bien delimitada respecto del comunismo. “Los comunistas no tienen derecho a invocar las tradiciones socialistas”, decía la declaración de Bad Godesberg. “De hecho, han falsificado las ideas socialistas. Los socialistas luchan por la realización de la libertad y de la justicia, mientras los comunistas explotan los conflictos de la sociedad para implantar la dictadura de su partido”, continuaba.
El espíritu de Bad Godesberg
Identificando a la socialdemocracia como el “partido de la libertad de pensamiento”, el programa surgido del congreso de noviembre del 59 reconocía además que “el Socialismo Democrático, que tiene sus raíces en Europa en la ética cristiana, el humanismo y la filosofía clásica, no proclama verdades últimas -y no por falta de comprensión o por indiferencia a las verdades filosóficas o religiosas, sino por respeto a la elección individual en estas materias de conciencia en las que no debería permitirse la interferencia ni del Estado ni de ningún partido político”.
Una inmensa mayoría, de 324 entre 340 delegados, se pronunció en Bad Godesberg por dar luz verde a este proyecto de transformación, que se conformaba con el sistema capitalista y que, según Fernando Mires, “marcó la reconciliación definitiva de los socialistas alemanes con la idea premarxista de democracia social, truncada por la aparición de los dos socialismos nacionales más poderosos del siglo XX: el alemán y el ruso”. Simplificando quizá demasiado (sobre todo en su visión de la Revolución Francesa), Mires sostiene que “con ello, la socialdemocracia alemana recuperaba el espíritu democrático de las revoluciones democráticas clásicas como la norteamericana y la francesa”, y señala la influencia que Bad Godesberg tuvo luego sobre el socialismo de España y de Francia, y sobre el eurocomunismo italiano de Enrico Berlinguer.
Sin embargo, y como ha explicado el norteamericano Paul Edward Gottfried en su libro La extraña muerte del marxismo (cfr. Aceprensa 12-12-2007), la forma en que la izquierda se ha debatido entre lo que puede seguir siendo y lo que debe dejar de ser ha sembrado la duda sobre la función que cumple dentro de un panorama político en general muy reblandecido ideológicamente.
¿Adónde ir ahora?
Las elecciones del 27 de septiembre pasado, en las que el SPD pasó a la oposición con el mínimo histórico de un 23% de los votos, marcaron el reciente congreso en el que Franz Müntfering ha reconocido, al abandonar su cargo como presidente del partido, que “la dimensión de la derrota es lo que asusta. Algo así no llega en un año o en una legislatura”. Culpado por muchos de una conducción autoritaria que en nada ayudaba a la democracia interna de la formación, Müntfering fue despedido fríamente y dejó para sus sucesores el encargo de “hacer autocrítica” sobre el funcionamiento del partido.
Tras la renuncia de la cúpula, Sigmar Gabriel, ex ministro de Medio Ambiente en el primer gobierno presidido por la democristiana Angela Merkel, resultó elegido como nuevo presidente del partido con el 94% de los votos de los delegados. Gabriel ha comenzado su mandato postulando una revisión de las estrategias políticas del SPD, que según él habría buscado adaptarse a una vida de centro en lugar de intentar definir este concepto: “El centro nunca fue un lugar fijo o un grupo concreto de la sociedad -ha advertido-; el centro lo define el que da las respuestas acertadas a los problemas y retos de actualidad”.
Gabriel, hasta ahora identificado con la izquierda moderada, dejó caer en su primer discurso críticas subrepticias contra medidas apoyadas por el SPD y que se cree han comprometido la imagen del partido como defensor de la justicia social: la jubilación a los 67 años y la fusión de la prestación por paro prolongado con la ayuda social. Sin embargo, no hay aún causas bien definidas: la nueva secretaria general Andrea Nahles, ubicada en el ala izquierda, se limitó a comentar, a propósito del tema de la jubilación, que “no hay que decidirlo ahora”.
Alianzas en la izquierda
Tampoco hay certezas respecto de la posibilidad de un acercamiento a La Izquierda, con la que hasta ahora se han pactado alianzas sólo a nivel de los Länder. Como se recordará, el liderazgo de Kurt Beck, presidente del partido hasta septiembre de 2008 y aspirante a la candidatura del SPD en las elecciones generales, se desplomó después de anunciar un acuerdo en Hesse (finalmente fracasado) con una Izquierda de la que había prometido mantenerse alejado. Con la fuga de militantes, en julio del año pasado el SPD llegó por primera vez a tener menos afiliados que la CDU.
Los Verdes por su parte han mostrado disposición a entenderse no sólo con la oposición, como ha demostrado el inédito gobierno que han pactado en el Sarre con democristianos y liberales.
Sin embargo, algunos movimientos del SPD han comenzado a dar que hablar sobre un giro a la izquierda, como la decisión -también tomada en el congreso de Dresde- de reintroducir el impuesto sobre el patrimonio, cediendo a una propuesta de las juventudes socialistas que no se contemplaba en la moción presentada por la ejecutiva.
El impuesto sobre el patrimonio dejó de existir en 1997, pero aparece recurrentemente como una reivindicación impulsada desde las bases. No obstante, el candidato a canciller y ahora jefe del grupo parlamentario socialdemócrata, Frank-Walter Steinmeier, había resuelto excluirlo del programa con el que el SPD se presentó a las recientes elecciones nacionales. Las regionales de Renania del Norte-Westfalia, que se celebrarán en mayo de 2010, servirán para tomar el pulso al impacto que dejen sobre el Partido Socialdemócrata los vientos de reforma de los que se habla ahora.