El sociólogo alemán Ulrich Beck ha fallecido este 1 de enero, a los 70 años. Profesor emérito de la Universidad de Múnich y de la London School of Economics, Beck fue uno de los renovadores del pensamiento de la izquierda europea.
En su libro La sociedad del riesgo, publicado en 1986, reflexionó sobre los efectos del paso de una sociedad industrial o de clases –en la que la falta de seguridad y la desigualdad se concentraban en los estratos sociales más pobres– a otra en donde el riesgo se expande hasta alcanzar a grupos de población y ámbitos de la sociedad que hasta entonces habían estado a resguardo.
Para Beck, la “democratización del riesgo” –que no entiende de fronteras ni de zonas protegidas– fue un producto de la modernidad. El individualismo y los procesos de fragmentación familiar y social echaron por tierra las viejas reglas de la vida cotidiana: “Todo se presenta en forma de ‘yo’: la verdad, el derecho, la moral, la salvación, el más allá y la autenticidad. Este amor moderno tiene su fundamento en sí mismo, por tanto en los individuos que lo viven”, escribió años más tarde en su libro El normal caos del amor, firmado conjuntamente con Elisabeth Beck-Gernsheim.
Pero este nuevo paradigma del riesgo no se limita a las relaciones interpersonales. La fragilidad que detecta Beck –y a la que han prestado mucha atención otros sociólogos actuales como Bauman y Sennett– se observa también en otras esferas de la vida social como la evolución del concepto de soberanía nacional-estatal, por efecto de la globalización (cfr. Aceprensa, 30-06-1999), o el cambio en las características y las condiciones del trabajo en Occidente (cfr. Aceprensa, 14-11-2001).
Beck actualizó su gran teoría en el libro La sociedad del riesgo mundial (cfr. Aceprensa, 2-07-2008), en el que reflexionó sobre los nuevos desafíos representados por el terrorismo internacional, la crisis económica y el cambio climático.
Los libros de Beck no son fáciles de comprender, y a veces se le ha reprochado que algunas de sus conclusiones hubieran necesitado de más apoyo empírico. Pero la agudeza de sus diagnósticos le ha convertido en uno de los referentes de la sociología contemporánea.