Cristianos en la Tierra de Jesús: ¿en peligro de desaparecer?

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Cristianos en la tierra de Jesús
Campanario de la basílica de la Natividad y vista de la ciudad de Belén (foto: Isabel Rodríguez)

Campanario de la basílica de la Natividad y vista de la ciudad de Belén (foto: Isabel Rodríguez)

 

Bassem, como la mayoría de los cristianos de Belén, vive del turismo. Tiene un taller y una tienda de figuras de madera de olivo y otros objetos religiosos en la Milk Grotto Street, a escasos metros de la iglesia de la Gruta de la Leche y a menos de cinco minutos a pie de la basílica de la Natividad, donde se venera el lugar en el que nació Jesús. Esta es la segunda Navidad que los habitantes de Belén no podrán acoger a los peregrinos extranjeros debido al coronavirus.

Siendo aún pequeño, Bassem se había trasladado con su familia a Nueva Zelanda, en busca de mejores oportunidades allí. Sin embargo, cuando su padre le pidió que volviera a Belén para vender el negocio familiar, aquel viaje tuvo un giro inesperado. En vez de venderlos, Bassem decidió continuar con aquel taller y tienda de regalos que había empezado su abuelo en 1925, así que se quedó en Belén. Un sentido de responsabilidad y de misión ligado a su identidad cristiana le retuvo en su ciudad natal: “No puedo dejar esto, significa mucho para nosotros”.

Su caso es excepcional, pues muchos de sus compatriotas cristianos palestinos prefieren irse al extranjero en busca de una vida mejor. Y, de los que residen fuera, muy pocos se plantean volver. María, que es guía turística de peregrinos en Belén, afirma que, aunque su marido y ella se quedaron, educaron a sus hijos para que pudieran tener una oportunidad fuera. Los llevó a colegios internacionales, hizo que aprendieran idiomas y los mandó a universidades europeas. “Como yo, hay muchas personas que deciden darles esa oportunidad”, añade.

En Belén, los cristianos, que históricamente eran mayoría, hoy no llegan a un tercio de la población

A María le apasiona su trabajo y sabe que sólo lo puede hacer ahí, en Tierra Santa, pero entiende que muchos que se hayan ido y que otros tantos que estén pensando en hacer lo mismo. “Nuestra vida es muy limitada y cada año más –dice–. Se van porque no hay sitio para ellos”. Por un lado, explica, es un lugar pequeño y la población crece; por otro, no hay oportunidades de trabajo, sobre todo para los que están más cualificados. Además, debido al enquistado conflicto palestino-israelí, “no vemos la luz al final del túnel”, y las limitaciones de estudio, trabajo y movimiento producen frustración.

Minoría religiosa

Los cristianos en Tierra Santa, aunque mantienen comunidades activas en lugares como Jerusalén, Nazaret, Haifa o Belén, llevan muchos siglos viviendo en minoría. La libertad de movimientos y las oportunidades son mayores en el caso de los cristianos árabes que tienen permiso de residencia en Israel o ciudadanía israelí, frente a los que viven en los Territorios Palestinos y carecen de ellos. Aún así, la tendencia a buscar una vida mejor en otros países es frecuente en todas las comunidades cristianas a un lado y otro del muro.

Según un estudio realizado en 2020 por el Palestinian Center for Policy and Survey Research, los cristianos rondaban el 10% en 1922, con el fin del Imperio Otomano y el comienzo del Mandato Británico. Hoy en día, tanto en Israel como en los Territorios Palestinos, representan apenas el 1%. Dentro de este porcentaje se encuentran todas las confesiones cristianas. Los ortodoxos representan aproximadamente la mitad, seguidos en número por los católicos y otras comunidades más minoritarias como armenios, protestantes, etc.

Belén, por ejemplo, había sido históricamente una ciudad mayoritariamente cristiana. En 1922 contaba con un 84% de cristianos; hoy no cuenta más del 30%. Hay múltiples causas que explican esta reducción drástica. La principal es la emigración por causas económicas, aunque este factor está ligado a las guerras y la inestabilidad de las últimas décadas.

Una de las calles comerciales de Belén (foto: Isabel Rodríguez)

Contrariamente a lo que algunos podrían pensar, para la gran mayoría, no hay motivos de discriminación o persecución religiosa. En general, los encuestados en el estudio citado se sienten respetados por sus vecinos de otras religiones. Hay otro factor importante, y es que el crecimiento de la población es mayor entre judíos y musulmanes, ya que la tasa de natalidad de los cristianos es la más baja en comparación con los otros grupos religiosos. También se puede destacar que los cristianos tienen, en proporción, el mayor porcentaje de personas con titulaciones superiores en comparación con judíos y musulmanes. Esto hace que sean gente más proclive a buscar oportunidades en el extranjero.

Diáspora

Según Khalil Shokeh, director de Dar Sabagh for Diaspora Studies and Research Center, una institución que estudia el éxodo de cristianos palestinos y busca conectar a los que viven fuera con sus orígenes, la diáspora se dio en distintas oleadas y se remonta a principios del siglo XX. Cuando todavía el territorio estaba bajo el Imperio Otomano, muchos cristianos que se dedicaban a la artesanía, sobre todo productos de madera de olivo, emigraron para expandir sus negocios en Europa y América Latina, estableciendo las primeras comunidades en la diáspora.

“Es sorprendente para los occidentales darse cuenta de que el cristianismo no es algo de Occidente” (Janine di Giovanni)

En 1909, hubo un decreto otomano que obligaba a los cristianos a entrar en Ejército, de lo cual habían estado eximidos hasta entonces. Y poco después, con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, se forzó a la juventud a alistarse. Esta situación provocó que algunos intentaran escapar y huyeran a aquellos países donde tenían familiares emigrados, tendencia que se mantuvo durante el Mandato Británico. De los que se habían ido con pasaportes otomanos, muy pocos obtuvieron de los británicos el nuevo pasaporte, lo cual les impedía volver a su lugar de origen.

Con el establecimiento del Estado de Israel y la guerra de 1948, muchos huyeron, tanto los palestinos cristianos como los musulmanes, esta vez como refugiados, a otros países del mundo árabe, Europa y América. Se dieron sucesivas oleadas como consecuencia de las guerras que siguieron, las intifadas, la inestabilidad y el enquistamiento del conflicto. Los que tenían familiares o amigos en la diáspora, aprovecharon estas conexiones para instalarse en esos países.

Hoy en día, una de las comunidades más antiguas y activas, además de numerosa, está en Chile y cuenta con medio millón de personas. También son significativas en países de Centro América como Honduras, Guatemala o El Salvador.

Peligro de desaparición

Lo que ocurre en Tierra Santa es un reflejo de una tendencia que se da en el amplio marco de Oriente Medio. En las últimas décadas, el número de cristianos en esta región ha descendido drásticamente. En su último libro, The Vanishing: Faith, Loss, and the Twilight of Christianity in the Land of the Prophets, la periodista Janine di Giovanni ha querido documentar este fenómeno aportando su experiencia de tres décadas como reportera en países como Siria, Irak, Egipto o los Territorios Palestinos.

“Es siempre sorprendente para la gente occidental darse cuenta de que el cristianismo no es algo de Occidente”, declaró Di Giovanni en una entrevista. “Empezó en Oriente Medio: Jesucristo era judío”. Por eso, su libro trata de llamar la atención sobre estas comunidades cristianas, que se encuentran entre las más antiguas del mundo, y que están sufriendo las consecuencias de la guerra, el auge de los grupos radicales como ISIS, la discriminación o dificultades económicas derivadas de la inestabilidad.

El Papa Francisco, en su histórica visita a Irak, recordó que “la trágica disminución de los discípulos de Jesús (los cristianos) aquí y en Oriente Próximo supone un daño incalculable a la sociedad que dejan atrás. Un tejido social tan rico y diverso se ve debilitado. Al igual que ocurre con una alfombra de un diseño intrincado. Si se quita un hilo pequeño se daña toda la alfombra”.

Fiesta nacional en Belén

Estas fechas navideñas son en Belén fiesta nacional. Tanto cristianos como musulmanes participan de todo lo que se organiza en las calles para celebrar la Navidad. Este año, a pesar de la ausencia de turistas y peregrinos, los betlemitas se han esmerado en los festejos más que nunca. Desde principios de diciembre, las calles están animadas por distintos eventos, que hacen las delicias de los más pequeños.

El tradicional encendido del árbol, que tiene lugar frente a la basílica de la Natividad, ha añadido como novedad espectáculos musicales en directo. El mercado navideño, que apenas duraba un día, esta vez se ha desplegado por calles nuevas durante dos semanas. María dice que la celebración intenta renovarse con los años y que se está occidentalizando. “Esto es bueno, porque hay mercado, genera trabajo, y está tocando al público local. Pone un toque de alegría que en estos momentos hace falta”.

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