La invasión de Iraq en la primavera de 2003 por parte de las tropas norteamericanas y británicas “ha desencadenado la espiral infernal en la que estamos inmersos hoy”, afirmó a la agencia Fides el patriarca caldeo, Luis Rafael I, a propósito de la reciente publicación del informe Chilcot, en el que se examinan las motivaciones y las consecuencias de la participación de Londres en esa guerra.
Según el texto de la Comisión de Investigación, que toma el nombre de su presidente sir John Chilcot, la acción militar contra el régimen iraquí fue ilegítima e inoportuna, una postura que coincide con la del jerarca católico. En cambio, el expremier británico Tony Blair, insistió: “Creo que derrocar a Saddam Hussein fue lo mejor (…); no creo que esta sea la causa del terrorismo que estamos viendo en la actualidad tanto en Oriente Medio como en otros sitios del mundo”.
La crudeza de la cotidianidad en Iraq y en otros sitios de su entorno habla de una realidad muy diferente. “Tenemos un país destruido –dice el patriarca–, hay cuatro millones de refugiados solo de Iraq, y conflictos que golpean a Siria y a Yemen. Antes de la guerra, los cristianos en Iraq éramos un millón y medio de personas, y hoy somos menos de medio millón. Muchos viven como refugiados lejos de sus casas. No hay trabajo, la economía de países enteros está despedazada, las instituciones, paralizadas; el patrimonio cultural milenario, destruido. Me pregunto con qué moral se puede decir que aquella guerra fue un bien para Oriente Medio”.
El obispo subraya, además, que el actual azote del yihadismo que afecta a muchos pueblos es de alguna manera un efecto colateral de aquella aventura bélica, pues al crearse un vacío de autoridad, se facilitó que los extremistas lo ocuparan con una propuesta “aún más aberrante: la del Estado Islámico”.
Asimismo, el patriarca caldeo deploró el hecho de que las potencias implicadas no repararan en la imposibilidad de llevar la democracia y la libertad a Iraq sin tomar en cuenta los contextos culturales locales, muy diferentes a los de Europa: “La pretensión de importar tales valores de manera mecánica, sin respetar los tiempos ni las características culturales de nuestros pueblos, ha contribuido a alimentar el desastre en el que estamos”.
Recuerda la nota de Fides que en 2003 el Papa Juan Pablo II se manifestó con fuerza contra la intervención militar por la gravedad de sus consecuencias, un detalle sobre el que ahora vuelve la máxima autoridad católica iraquí: “Los círculos occidentales habían jaleado al Papa como su aliado contra el comunismo, pero cuando aquel afirmó que la guerra del Golfo acarrearía solo desgracias, no lo escucharon. Es el destino de las voces proféticas: el poder intenta ocultarlas cuando no puede utilizarlas. Es de alguna manera lo mismo que le sucedió a Jesús. Pero es escuchando esas voces como podemos encontrar el camino perdido hacia una convivencia pacífica, que contribuya a custodiar el bien de todos”.