Educar a todos para aprender a convivir
Jerusalén. Las escuelas católicas en Tierra Santa persiguen un doble objetivo: el de difundir los valores de la fe para apuntalar un cristianismo cada vez más minoritario y el de fomentar la convivencia entre las religiones en una región que vive décadas de enconado conflicto.
En Israel y los territorios palestinos, los cristianos suponen ya menos del 2% de la población y son en su mayoría palestinos residentes en Cisjordania que, además de vivir asediados por la ocupación israelí, deben salir adelante en una sociedad cada vez más islamizada. En Belén, por ejemplo, el número de cristianos ha caído de cerca del 70% en 1967 a menos del 15%, si se tienen en cuenta los campos de refugiados anexos.
Según explica el vicario de la Custodia Franciscana de Tierra Santa, el padre Artemio Vítores, los cristianos de los territorios palestinos se quejan de una creciente presión por parte de sus vecinos musulmanes, por ejemplo, para que vivan el ayuno del Ramadán o para que las mujeres lleven el chador. La prensa israelí publicó además en los últimos meses informaciones sobre ataques islamistas a cristianos de Belén y otras ciudades, principalmente debido a disputas por tierras en medio de las ansias expansionistas de clanes familiares.
En un contexto así, la Iglesia se ve abocada a proporcionar a los niños y jóvenes cristianos un hogar educativo en el que desarrollarse sin la presión a la que podrían verse sometidos en una escuela musulmana, una presión reforzada por el conflicto. De todas maneras, al tener un amplio alumnado musulmán, los colegios católicos son al mismo tiempo un ejemplo de convivencia entre las religiones, un campo en el que aglutinan siglos de experiencia.
Los centros gestionados por la Iglesia recogen el 4% del alumnado total de Tierra Santa, una proporción acorde con la reducida población cristiana. Según cifras oficiales, en Israel hay 17 escuelas católicas con unos 21.600 alumnos, de los cuales un 60% son cristianos y el resto musulmanes. Desde hace décadas, los judíos en Israel suelen frecuentar exclusivamente escuelas judías, aunque entre los profesores de las escuelas católicas se encuentran también algunos judíos. Por su parte, en los territorios palestinos hay 18 escuelas católicas con unos 15.700 alumnos, de los cuales un 45% son cristianos y un 55% musulmanes.
Alumnos de todas las confesiones
A principios del siglo XIX, en medio de las presiones bajo el imperio turco para que los cristianos abrazaran el islam, las escuelas franciscanas en Tierra Santa empezaron a admitir a alumnos de otras confesiones cristianas, sobre todo a los ortodoxos griegos, por aquel entonces el grupo más numeroso en la región. Así, en una decisión tomada el 20 de febrero de 1809 por el Consejo de la Custodia de Tierra Santa, se decidió que los ortodoxos griegos podrían formar parte del alumnado, pero bajo dos condiciones: el consentimiento de los padres y el respeto al reglamento de la escuela. Dichas normas siguen aún vigentes y se aplican en el día a día también en el trato con los alumnos musulmanes, cuya presencia en las escuelas católicas de Tierra Santa está permitida desde principios del siglo XX.
Las escuelas católicas en Tierra Santa tienen como principio fundamental el respeto a la fe de los alumnos, sea cual sea. Al considerarse que la educación en la fe es igual de valiosa para un cristiano que para un musulmán, en muchas escuelas, cuando los cristianos tienen su clase de Religión, un profesor musulmán imparte al mismo tiempo en otra aula lecciones de religión islámica para los demás alumnos.
Dicho respeto se exige también a los alumnos para con la escuela. Así, cuando al comienzo de las clases se reza el Padre Nuestro, los musulmanes mantienen el silencio o rezan alguna oración propia. En conformidad con el reglamento aceptado de antemano al matricularse, un alumno no puede tampoco exigir, por ejemplo, que se descuelgue el crucifijo de un aula, ni las chicas tienen permitido acudir a clase con el velo islámico.
Aunque este último punto pueda parecer una contradicción al ya citado principio del respeto mutuo, los responsables de las escuelas católicas instan a contemplar el chador en su justo contexto. El padre Vítores explica que en los años setenta era raro en las calles de Jerusalén encontrar a mujeres musulmanas con el velo, pero que éste, ante el avance de grupos radicales islámicos, empezó a imponerse más tarde en reacción al mundo occidental y en especial a la ocupación israelí de Palestina.
Enorme esfuerzo económico
Vítores afirma que este primer siglo de convivencia entre musulmanes y cristianos en las escuelas católicas demuestra que es posible una convivencia real, incluso en una situación tan difícil como la de Oriente Medio: «Los testimonios de los alumnos que han convivido juntos en las escuelas ponen de manifiesto que se crea no sólo una convivencia real y un respeto mutuo, sino que es normal la amistad entre alumnos cristianos y musulmanes. Es verdad que pueden influir otros sentimientos, como son la camaradería, tener la misma lengua y quizás los mismos sentimientos nacionalistas palestinos. Pero también es verdad que la religión no es, en este caso, un motivo de separación.
«Al contrario -añade Vítores-: la convivencia se prolonga también en la universidad. De hecho, los estudiantes que han convivido juntos en las escuelas cristianas, siguen siendo respetuosos y tolerantes en la universidad; los musulmanes que no han vivido con los cristianos, en general no están abiertos a la tolerancia y al diálogo con ellos».
Las escuelas católicas en Tierra Santa suponen para la Iglesia y las órdenes religiosas que las gestionan un enorme esfuerzo económico. En Israel, el Estado financia en torno al 46% de los gastos de las escuelas elementales y hasta más de un 80% en las secundarias. Pero en los territorios palestinos los centros deben sostenerse con las aportaciones de las familias de los alumnos, algo difícil en vista de las penurias económicas que atraviesa la población desde el comienzo de la segunda intifada. Gran parte de los padres no tienen dinero que aportar, al llevar años sin recibir un salario.
Debido a ello, las dos escuelas gestionadas por los franciscanos en Tierra Santa generan pérdidas anuales por un millón de dólares, sin contar eventuales construcciones y reparaciones. Por su parte, las religiosas Hijas del Calvario, que dirigen el colegio español Virgen del Pilar, un centro al que acuden niñas de los sectores más pobres de Jerusalén, afrontan serios problemas todos los meses para pagar los sueldos de los profesores.
Vicente Poveda