Avi Melamed, exoficial de inteligencia, y Alberto Spektorowski, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Tel Aviv (fotos: ITME, mundubat-komunikazioa)
Huele a pólvora y a muerte en el sur de Israel y la Franja de Gaza luego de que, el 7 de octubre, los terroristas de Hamás ametrallaran a placer a centenares de civiles israelíes y secuestraran a más de 100. Huele y olerá, pues Israel está respondiendo a la masacre con bombardeos, derribo de edificios, y un corte de los suministros de electricidad y agua sin visos de acabar.
En la conversación de la gente que abandona su hogar en el sur de Israel, en la de quienes se alistan y vuelven a vestir el uniforme, en la de quienes eran mozos en 1973 y ya vivieron un ataque sorpresivo tras el cual la lección se suponía aprendida, solo hay espacio para una pregunta: “¿Cómo no lo vimos venir?”.
Avi Melamed ha sido oficial de la inteligencia israelí, y prefiere no aventurar nada sobre los fallos de seguridad que posibilitaron el golpe de Hamás. “Hay más preguntas que respuestas sobre la razón del fracaso –nos dice–, y en este momento solo se puede especular. Es necesario investigar qué pasó y por qué, pero llevará mucho tiempo. En este momento no es top priority. Estamos en el medio de una guerra. Hay que esperar”.
Nuestro interlocutor, fundador de la institución Inside The Middle East (dedicada a educar en temas relacionados con la seguridad de Israel y su vecindad geográfica), conoce bien la Franja de Gaza. Ha estado allí –“hace muchos años”– y ha intercambiado con residentes en el territorio, por lo que tiene una visión más completa que la que, desde la distancia, suelen citar muchas veces los medios y los políticos.
“Varios de los líderes de Hamás viven confortablemente en Turquía o en el Líbano, mientras sacrifican a sus propios hermanos en Gaza”
— ¿Ha hablado personalmente alguna vez con un terrorista de Hamás?
— Conozco a gente de Hamás. Hay de todo: están, por ejemplo, los que no pegan tiros; los ideólogos, los políticos. Pero no nos equivoquemos: no son menos extremistas que otros militantes. A fin de cuentas, tienen una ideología radical. No hay diferencia entre el ala política y el ala militar de Hamás. Solo cumplen distintos cometidos, pero son lo mismo. Una organización con dos funciones: la benéfica y la terrorista. Pero es un solo organismo.
— Suele decirse que una mejoría de las condiciones de vida en la Franja contribuiría a hacer retroceder el fanatismo allí…
— Hay muchos sitios en este planeta donde las condiciones de vida son difíciles para muchas personas, pero estas no van por ahí matando a todo el mundo. Mira, en Gaza hay hoteles, restaurantes de lujo, grandes superficies comerciales, coches de alta gama; hay gente con alto nivel de vida. O sea, depende de a quién le preguntes.
Israel les ha dado a cientos de miles de palestinos permisos para pasar a Israel a trabajar, con lo que tienen sus propios ingresos para mantener a sus familias. Hasta el viernes, el día antes del ataque, miles y miles de palestinos entraban en el país para trabajar. Pero Hamás hizo lo que hizo sabiendo que habría una respuesta militar masiva, y se mostró como lo que es: un grupo extremista, radical, muy peligroso. Una organización con una enorme riqueza, gracias a la cual varios de sus líderes viven confortablemente en Turquía o en el Líbano, mientras sacrifican a sus propios hermanos en Gaza. Allí hay muchas personas que no simpatizan con este grupo, que gobierna con brutalidad y dicta su agenda, apoyado por los iraníes.
Cuando Israel se fue de Gaza en 2005, se la entregó a la Autoridad Palestina, que la gobernó hasta mediados de 2007. Durante ese tiempo, los cruces de la Franja a Israel y a Egipto estaban abiertos: la gente de Gaza entraba por miles a Israel a trabajar y a recibir servicios. Pero en 2007 Hamás dio un golpe de Estado y terminó con el gobierno de la AP. Lo primero que hizo fue cerrar el paso hacia Egipto, y atacar el cruce hacia Israel.
Esa es la respuesta a la relación entre las condiciones de vida en la Franja y este grupo. Ellos tienen su propia agenda, con independencia de las condiciones de vida de la gente, y lo demostraron claramente el sábado.
— Siendo, como son, fanáticos religiosos, la pregunta es cómo se puede neutralizar a un terrorista que desprecia su propia vida, convencido de que las muertes que cause son méritos para él.
— En la práctica conozco a muchos de estos, y puede sorprenderte (ironiza) que muchos prefieren estar vivos al final del día, y llegar a ese momento en buenas condiciones. Pero sí, se puede decir que son unos fanáticos que quieren sacrificar su vida por la religión o por lo que sea. Hamás es una organización muy calculadora y sabe cómo manipular a la gente. Y lo hace una y otra vez. Estamos lidiando con un enemigo peligroso.
En Occidente, no sé por qué, Hamás se ve algunas veces como un pequeño grupo sin importancia. Tiene 35.000 militantes. Su estructura es enorme. Reciben buenos salarios de los iraníes, y están entrenados y equipados con buenas armas… Hay que entender la naturaleza de este desafío. Y no estoy seguro de que en Occidente comprendan la enorme amenaza que implica Hamás, como subcontratista de Irán, para el Estado de Israel, para la región, ¡para su propio pueblo!
— Ya hay una operación militar israelí en marcha. ¿Qué se puede esperar en este plano?
— Aparentemente Israel está preparando una gran operación militar terrestre. Ha decidido modificar su estrategia respecto a la situación en Gaza. Lo ha dicho el ministro de Defensa: vamos a cambiar la realidad de Gaza por los próximos 50 años, y ha dado orden de atacar cualquier objetivo de Hamás, y no solo los militares: los bancos, los objetivos comerciales…
Esa enorme fuerza terrestre en preparación ingresará en la Franja, que es un territorio pequeño, por lo que podemos esperar un escenario de fuertes combates en un campo de batalla muy difícil, con túneles de Hamás entre los edificios, etc. El objetivo de Israel básicamente será destruir la capacidad organizativa y militar del grupo y de la Yihad Islámica, y quizás sentar las bases para un cambio en la historia de Gaza.
“Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes y la Autoridad Palestina no derramarán una lágrima por la destrucción de Hamás y Yihad Islámica”
— El problema es que Hamás tiene a civiles israelíes secuestrados. En el pasado, Israel ha liberado rehenes con éxito. ¿Cómo se ve hoy esa posibilidad?
— Hamás tiene un número no determinado de rehenes. No se sabe cuántos son civiles o cuántos militares, y los ha secuestrado por dos razones: para que sean escudos humanos si Israel ataca, y como moneda de cambio para obtener la liberación de miles de palestinos encarcelados en Israel por haber estado involucrados en ataques terroristas.
Podemos recordar el caso del soldado Gilad Shalit: Israel liberó a muchos prisioneros a cambio de tenerlo de vuelta. Obviamente, la actual es una situación muy difícil, por el alto número de rehenes y el hecho de que aparentemente habrá una operación militar masiva.
Una de las interrogantes es qué puede hacer Israel para asegurar lo más posible la vida de estos rehenes. Yo pienso que cuando el ejército plantea una operación, el asunto de los rehenes no condiciona los planes militares: el plan es ir allí, haya o no rehenes. Y se trata el asunto de los rehenes independientemente de que haya operaciones militares. Es duro decir esto.
Hay que decir, además, sobre lo que mencionabas acerca de la capacidad israelí de liberar rehenes, que una vez que Israel lleve todas esas tropas al terreno, debe tener ahí desplegada mucha inteligencia. Mucha gente en la Franja odia a Hamás, tienen sentimientos hostiles, y a medida que Hamás sea más y más golpeada por Israel, habrá más personas que brinden información de inteligencia a Israel. Ese es uno de los aspectos de la operación militar.
— ¿Qué se puede esperar de Egipto, Arabia Saudita e Irán en caso de un empeoramiento de la situación?
— Hay que mirar de cerca qué pasa con Hezbolá en el Líbano. Hezbolá no ha entrado en la guerra. Lo que está siguiendo es una táctica de lanzar algunas amenazas calculadas a Israel, escalándolas poco a poco, pero no con un propósito de ir a más. Probablemente quiere intimidar a Israel y disuadirlo de entrar en una guerra a mayor escala contra Hamás, porque Irán está preocupado con la posibilidad de perder su base en Gaza. Si Hamás y Yihad Islámica son derrotadas allí, Irán pierde uno de sus brazos en la región.
Hezbolá e Irán están tratando de “caminar por el borde”. Su táctica persigue disuadir a Israel, pero no lo harán: Israel va a golpear dolorosamente a Hamás y a Yihad Islámica. Una guerra con Hezbolá sería una historia diferente: Israel sufriría daños muy importantes, pero también Hezbolá. La pregunta que se estará haciendo Irán es si debe enviar a este grupo a salvar a los otros. Si lo hace, se arriesga a perder a Hamás y también a dañar a Hezbolá. Quizás estén pensando: “Bueno, tenemos que sacrificar a Hamás y a la Yihad Islámica, porque lo que no queremos es poner en peligro a Hezbolá”. Es algo que hay que seguir de cerca. El escenario es incierto.
En cuanto a Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes y la Autoridad Palestina, créeme: no derramarán una lágrima por la destrucción de Hamás y Yihad Islámica. Por supuesto, saldrán a decir algo públicamente, pero fuera de las cámaras estarán muy contentos.
Un error “de aquí a Alaska”
El politólogo uruguayo-israelí Alberto Spektorowski, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Tel Aviv, es de los muchos que han quedado en shock tras la incursión asesina de Hamás, por lo inesperado y por la asunción de que algo así sería muy contraproducente para los propios intereses de la organización terrorista. Se ha desengañado.
— ¿Cuáles considera, profesor, los principales errores de Israel ante este ataque?
— Ha habido dos fundamentales: uno, que a nivel táctico no funcionó lo que tenía que funcionar: el servicio de inteligencia, en lo mínimo, en lo elemental. Israel tiene uno de los servicios de inteligencia más importantes del mundo, que pueden llegar a saber qué hay en la última calle de Teherán, pero aquí, antes de que se empiece a investigar, cualquier hijo de vecino entiende que no vieron lo que estaba pasando a un kilómetro de sus narices. Y no sé por qué. Todo el mundo especula y se imagina, pero nadie sabe, hasta que se forme una comisión de investigación, que la va a haber después de que termine esto, de la misma forma que la hubo tras la guerra de 1973. En un país democrático tiene que haberla.
“Estábamos ante un modelo de enemigo ‘potable’, y nos dormimos”
Hay otro elemento que falló, y fue cómo percibir a Hamás; cómo lo veía el primer ministro, pero no solo él. Es una concepción que ha fracasado. Todo lo que podían decir expertos en seguridad (y yo mismo, que no soy experto en seguridad) ha fallado. Preferíamos ver en Hamás un enemigo “manejable”, con el que no se podía llegar a la paz, pero tampoco queríamos hacer paz con él. Un enemigo que tenía sus intereses, que son liquidar a Israel y demás, pero que a su vez tenía el interés de proteger a su población, su bienestar, etc. Se podía percibir a la Gaza de Hamás como al país “Palestina”, más chico, pero donde hay servicios médicos y de otro tipo. Imaginábamos que Hamás estaba interesado en que todo eso progresara.
— En los vídeos publicados por Hamás, se observa que habían ido acopiando tecnología de guerra y entrenándose en su uso. Un despliegue tremendo; e Israel, de espaldas.
— No es que no se viera que Hamás se armaba. Era como que estábamos ante un modelo de enemigo “potable” con el que cada seis meses había un “diálogo” de fuego y misiles, y pensábamos que con eso se liquidaba el asunto. Ellos tiran, nosotros tiramos. En los últimos enfrentamientos con misiles, si se presta atención, se verá que los dos lados se esmeraban para que no hubiera muertos. Disparaban a lugares desiertos. Pensábamos que ese era el modelo, y nos dormimos. Ha sido un error de aquí a Alaska. “¿Cómo no lo vieron?” es la pregunta de cualquier persona con dos dedos de frente, y la respuesta está en el viento en este momento.
“La coalición de Netanyahu aguantará hasta el último minuto, hasta las elecciones, que serán dentro de tres años por lo menos”
— Si tuviéramos que comparar, ¿superan las consecuencias de este golpe las del que sufrió el país en la guerra de 1973?
— Creo que sí, porque entonces era ejército contra ejército. Era el avance sirio en las alturas del Golán y el egipcio sobre el Sinaí. Había un campo en el que se podía detener al enemigo, y los caídos eran solamente del ejército. Era la guerra como se conocía hasta entonces.
La de ahora es un conflicto en el que quienes pagan el precio son los civiles. El trauma que está viviendo ahora la población, lo que uno puede apreciar y sentir, es un dolor profundo.
— Así como aquella guerra supuso fuertes presiones sobre la primera ministra Golda Meir, que renunció a su cargo en 1974, ¿puede la actual apurar el final del gobierno de Benjamín Netanyahu?
– En 1973 (después de la guerra) hubo elecciones y el gobierno de Meir las ganó. Lo que pasó luego fue que, ante las acusaciones, la primera ministra no pudo sobrellevar el peso de tanta gente sobre ella, y renunció.
No sé si el carácter de Netanyahu es ese. Creo que su coalición aguantará hasta el último minuto, hasta que haya elecciones, que serán dentro de tres años por lo menos. Hasta entonces no veo a su coalición desintegrándose. Es una alianza muy firme, donde cada uno protege las espaldas del otro.
No me cabe duda de que si esto [la guerra contra Hamás] deriva en un fracaso colosal, entonces será otro cantar. Pero las posibilidades que veo son de un gobierno de emergencia nacional, de unidad.
— Por último, profesor, ¿qué esperar de otros actores regionales?
— Creo que la cuestión está entre Hezbolá, Hamás e Israel. Irán no intervendrá, y Arabia Saudita tampoco. Esta va a criticar a Israel si emprende acciones demasiado fuertes, y dirá: “No podemos continuar con el tratado de normalización”, pero por dentro estarán diciendo: “Por favor, sáquennos a esta gente (a Hamás, a Hezbolá) de encima”. Si Israel sale de esto con bandera ganadora, el arreglo con los saudíes será un hecho. Israel tiene que ganar.
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Sería de desear un artículo de alguien con otro punto de vista, ejemplo, el reconocimiento internacional a los dos estados: Israel y Palestina como un medio que facilite la reconciliación