La oleada de información sobre la presunta influencia del Kremlin en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, para evitar que la demócrata Hillary Clinton se hiciera con la Casa Blanca, ha encontrado una interesante postura contraria en miembros de la oposición rusa.
Según el New York Times, dos renombrados adversarios políticos del presidente Vladímir Putin, Leonid M. Volkov y Alexéi Navalny, escribieron recientemente un post en Facebook en el que afirmaban que la investigación sobre la interferencia de Moscú no era “solo una desgracia, sino un eclipse mental colectivo”.
Para los dos activistas, lo único que hace la actual “fiebre rusa” en EE.UU. es reforzar la narrativa de los medios de prensa estatales de Rusia, en los que el presidente Putin es presentado como el más victorioso maestro y estratega con que ha contado jamás el país de los zares, y como quien ha llevado a la nación –“un alfeñique económico, militar y demográfico, en comparación con EE.UU.”, dice el diario– de victoria en victoria en la escena mundial.
“Por supuesto que el Kremlin está muy orgulloso de toda esta historia de la interferencia rusa –expresa Volkov al Times–. Demuestra que no son solo un grupo de tíos del viejo KGB que no entienden nada del mundo digital, sino una todopoderosa fuerza al estilo de la saga de James Bond. Esa imagen es muy negativa para nosotros. Putin no es un genio ni un maestro de la geopolítica”.
Volkov no tiene dudas de la interferencia rusa. Su queja, sin embargo, es que EE.UU. está inflando decididamente el impacto de Putin y proyectando a su gobierno como una organización unificada y eficiente, que no es. Dicha visión refuerza el legado del presidente ruso y hace más difícil batirlo en casa.
“Todo esto ayuda muchísimo al Kremlin”, señala Volkov. “Promociona una imagen de Putin como un cerebro geopolítico, el hombre más listo y más fuerte del mundo. Y no daña que ningún indicio de ello haya salido a la luz. Es una ayuda a la propaganda rusa, porque el Kremlin puede decir que todo es solo una conspiración contra Rusia”.
Según los opositores, el hecho de que los norteamericanos estén utilizando a Rusia como chivo expiatorio para explicar sus discordias políticas internas, termina provocando un amargo desencanto a aquellos rusos que han mirado por mucho tiempo a EE.UU. como la cuna de sus propios ideales. La prensa liberal rusa, dice el diario, está particularmente inquieta por este fenómeno.
“La imagen de la Rusia de Putin que han fabricado los medios occidentales y sobre todo norteamericanos durante los pasados 18 meses, es chocante incluso para el lector más anti-Putin de Rusia”, señala el periodista Oleg Kashin, crítico con el Kremlin, en el sitio de noticias Republic. Según Kashin, han construido una imagen del país en la que presentan a oportunistas marginales y a empresarios sin ningún tipo de vínculos con el gobierno, como agentes a las órdenes de Putin.
Por su parte, Iván I. Kurilla, experto en EE.UU. en la Universidad Europea de San Petersburgo, apunta que, a diferencia de China e India, países más lejanos a EE.UU. en lo geográfico y en lo cultural, Rusia es un país en el que se pueden proyectar fácilmente los problemas internos de Washington. “Los liberales norteamericanos están tan furiosos con Trump que no pueden creer que sea un producto real de la vida estadounidense. Tratan entonces de retratarlo como algo creado por Rusia. Pero todo esto es sobre EE.UU., no sobre Rusia”.
Más irónico se muestra, entretanto, el guionista ruso-americano Michael Idov. Para él, la idea de que Putin puede causar desorientación a la nación más poderosa del mundo, a través de sus hackers y sus fake news, puede incidir en su apariencia de ser invencible, una imagen, no obstante, que se vuelve difícil de aceptar cuando en Moscú “no se puede encontrar ni un queso decente”, debido a las sanciones de Occidente.