Los Juegos Olímpicos de invierno, inaugurados en Sochi el 7 de febrero, llegan en un momento de satisfacciones para la política exterior rusa, que ha pretendido demostrar en los últimos tiempos que su diplomacia es mucho más que la diplomacia del gas. A Rusia no parecen preocuparle demasiado las críticas externas a su régimen en materia de democracia y de derechos humanos, mientras la opinión pública interna aplauda una política nacionalista basada en la recuperación del estatus de gran potencia mundial.
Los éxitos de la diplomacia de Putin han pretendido demostrar que Rusia es mucho más que una gran potencia económica, cimentada sobre el petróleo y el gas
Apoteosis olímpica y terrorismo islamista La celebración de unos Juegos Olímpicos si…
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