Cristianos saqueados y expulsados de Mosul, en Irak, por los yihadistas del Estado Islámico; o crucificados en la vecina Siria; o que subsisten como pueden en Libia y en Gaza bajo un fuego cruzado. Los acontecimientos de este verano han afectado gravemente a la situación de las comunidades cristianas en algunos países de Oriente Medio.
Pocos días después de que los yihadistas del Estado Islámico se hicieran con el control de Mosul el pasado junio, la milicia suní liderada por Abu Bakr al Baghdadi amenazó de muerte a los cristianos y a otras minorías que no se convirtieran al islam y pagasen un impuesto o abandonaran la ciudad dentro de un plazo.
El ultimátum de los terroristas, denominados hasta entonces Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL), surtió efecto. A mediados de julio, casi todos los cristianos habían dejado Mosul. Sus casas fueron marcadas en rojo con la letra árabe Nun (ن), inicial de la palabra “nasara” (“nazarenos”), y con otro mensaje: “Propiedad del Estado Islámico”. Además, los terroristas demolieron iglesias cristianas y mezquitas chiíes.
En una entrevista realizada a finales de julio por Ayuda a la Iglesia Necesitada, el sacerdote iraquí Anis Hanna describe el miedo que reina en Mosul y en las regiones de alrededor tras la entrada en vigor de la ley islámica (“sharía”): “Los habitantes suníes de Mosul que daban la bienvenida a los terroristas pensando que los liberarían del gobierno chií de Bagdad, empiezan a lamentarlo. Se dan cuenta de las acciones intolerables que llevan a cabo los terroristas islámicos de la ciudad”.
Hace unos días, la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, denunció la crueldad del Estado Islámico en Irak. “De forma sistemática toman como objetivo a hombres, mujeres y niños, según su afiliación étnica, religiosa o confesional, y están llevando a cabo sin compasión una amplia limpieza étnica y religiosa en las áreas bajo su control”, dice el comunicado que califica esos hechos de “crímenes contra la humanidad”.
En Siria, la población cristiana está sufriendo el acoso de los extremistas islámicos que combaten en el lado de los rebeldes
Un llamamiento del patriarca caldeo
Por su parte, el patriarca caldeo de Bagdad, mons. Louis Raphael Sako, ha realizado una nueva llamada a la comunidad internacional para que proteja a los cristianos y a otras minorías de Irak.
El patriarca ha visitado los campos de refugiados de Erbil y Dohok y asegura que “lo que he visto y oído supera todo lo imaginable”. Cien mil cristianos han sido expulsados de sus tierras por el terror del Estado Islámico, y han sido desposeídos de sus bienes, de sus casas, de su dinero y de sus documentos.
Sako denuncia “una campaña organizada para la eliminación de Irak”, mientras sigue llegando un flujo de fondos, armas y combatientes para el Estado Islámico. La segunda fase del desastre es la emigración de las familias cristianas, con la que “Irak está perdiendo un componente insustituible de su sociedad”.
Sako apela a la comunidad internacional, “empezando por Estados Unidos y la Unión Europea, que tienen una responsabilidad histórica y moral respecto a Irak”. “Aun reconociendo todo lo que se está haciendo para resolver la crisis, parece que las decisiones y las acciones emprendidas hasta ahora no han cambiado el curso de los acontecimientos”.
Lo mismo dice respecto a la comunidad musulmana, cuyas declaraciones sobre los actos bárbaros contra los cristianos “no han estado a la altura de las expectativas”.
Sako pide la cooperación internacional para salvar de la extinción a cristianos y yazadíes. “Muchos de los desplazados desean volver a sus ciudades y a sus casas en la llanura de Nínive, y esperan poder hacerlo con seguridad bajo la protección internacional. Pero la plena seguridad de esta zona no puede alcanzarse sin la cooperación de la comunidad internacional junto con una acción conjunta del gobierno central y del gobierno regional del Kurdistán”.
“El Estado Islámico en Irak están llevando a cabo una amplia limpieza étnica y religiosa en las áreas bajo su control”, denuncia la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos
A mediados de agosto, el Papa envió a Irak al cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Durante la visita, que duró más de una semana, Filoni expresó el apoyo del Papa a los desplazados. Está previsto que el cardenal vuelva a visitarlos próximamente.
Asimismo, en un esfuerzo por movilizar a la diplomacia internacional, cinco patriarcas de las iglesias orientales se han reunido con embajadores de distintos países en la sede del patriarca maronita de Bkerke. Los patriarcas están preparando cartas destinadas a las autoridades de los países más importantes de Occidente y del mundo árabe pidiéndoles que emprendan acciones concretas para defender el multiculturalismo de Oriente Medio y la presencia de los cristianos.
Crucifixiones de cristianos en Siria
La crueldad también está a la orden del día en Siria, dividida desde hace más de tres años por la guerra entre el régimen de Bashar al-Asad y las fuerzas rebeldes (cfr. Aceprensa, 12-09-2013). Allí, la población cristiana está sufriendo el acoso de los extremistas islámicos que combaten en el lado de los rebeldes.
El pasado mayo, varios medios informaron sobre dos crucifixiones públicas realizadas en la provincia de Raqqa, al norte de Siria, supuestamente por milicianos del Estado Islámico. Los “ajusticiados” eran dos posibles miembros del Ejército Libre de Siria; la noticia sirvió para mostrar al mundo el nuevo método de tortura empleado por los extremistas.
Unos días antes, en abril, Radio Vaticano publicó el testimonio de una monja siria, la hermana Raghida, que denunció el acoso a los cristianos por islamistas radicales en varios pueblos y ciudades. “Algunos de ellos sufren el martirio de una forma extremadamente inhumana, con una terrible violencia que no tiene nombre. Si queréis ejemplos, en Maalula fueron crucificados dos jóvenes cristianos. Uno de ellos fue crucificado delante de su padre. En Abra, una ciudad industrial de la provincia de Damasco, ocurrieron hechos similares”, explica la religiosa.
Anis Hanna, sacerdote iraquí: “Los habitantes suníes de Mosul que daban la bienvenida a los terroristas pensando que los liberarían del gobierno chií de Bagdad, empiezan a lamentarlo”
Libia: una comunidad bajo mínimos
Tres años después de la caída de Moamar El Gadafi, Libia sigue siendo un hervidero. De un lado, las milicias vinculadas a partidos islamistas rechazan la legitimidad del nuevo parlamento. De otro, las fuerzas del general Jalifa Hafte –quien se presenta como el salvador del poder laico– tratan de frenar el avance de los islamistas. Pero el conflicto también está motivado por el deseo de controlar los yacimientos petrolíferos.
En medio de ellos, la comunidad cristiana de Libia subsiste como puede. Lo cuenta Mons. Giovanni Innocenzo Martinelli, vicario apostólico de Trípoli, a la agencia Fides: “La Iglesia se está vaciando cada vez más, pero hay un grupo que quiere seguir adelante. Quizás 300-400 personas, en su mayoría filipinos y africanos, que realizan sobre todo trabajos ocasionales en la construcción. Tratamos de resistir nosotros también para ofrecer un servicio a nuestros hermanos y hermanas”.
Unos meses antes, en febrero, Mons. Martinelli denunció el asesinato de siete trabajadores coptos que tuvo lugar en Benghazi, en la región Cirenaica, al noroeste de Libia. “No está claro lo que quieren estos fundamentalistas. Seguramente pretenden destacar derramando sangre de víctimas inocentes. Los copto-ortodoxos son desde hace tiempo su objetivo, especialmente en la Cirenaica”.
Gaza: bajo el fuego cruzado
También en Gaza, la minúscula comunidad cristiana ha vivido un nuevo episodio del ciclo de violencia entre Hamás e Israel. La única parroquia católica, de rito latino, que hay en la Franja cuenta con unos 160 fieles que viven en condiciones muy precarias, como el resto de la población.
En declaraciones a AsiaNews, el p. Manawel Musallam, párroco de la Sagrada Familia en Gaza, que dirige un escuela en ese lugar, habla de los sufrimientos padecidos por la gente de la Franja, y sobre todo del futuro de los niños y los jóvenes. “Durante 14 años –cuenta el p. Musallam– he dirigido una escuela en el barrio de Shejaiya. La mayor parte de nuestros estudiantes vivian allí. En las pasadas semanas, Shejaiya fue destruido: muchos jóvenes murieron, otros fueron heridos. Algunos quedaron huérfanos o se los llevaron; otros han visto morir a sus propios hermanos. Si estos chicos vuelven a la escuela, ¿en qué condiciones estarán?”.
Según cuenta Zenit, el Papa Francisco sigue de cerca lo que pasa en Gaza gracias a las noticias de Mario Cornioli, párroco en Cisjordania. Y este, a su vez, lleva el consuelo del Papa a los cristianos de la Franja: “Saber que el Papa les recuerda y reza por ellos es un gran consuelo en estos momentos de angustia”.