Las contundentes acciones emprendidas en las últimas semanas por la policía egipcia contra extremistas islámicos, con centenares de detenciones y decenas de muertos, parecen mostrar que las autoridades están decididas a reprimir los ataques terroristas, que desde octubre pasado tiene como principal objetivo a los turistas occidentales. Sin embargo, la comunidad cristiana copta del país, que viene sufriendo ataques de la misma procedencia desde hace dos años, se queja de que el gobierno de Mubarak no ha respondido con energía hasta que la violencia fundamentalista ha puesto en peligro la industria turística.
La violencia fundamentalista contra los coptos -la mayor minoría religiosa de Oriente Medio: unos 8 millones de personas en un país de 56 millones de habitantes- ha causado unas doscientas víctimas mortales. Entre los atentados más graves se encuentra el registrado en octubre en Tema, donde cuatro coptos fueron asesinados y fueron incendiadas 64 viviendas, docenas de comercios y la iglesia del pueblo. Esta vez, como en otras ocasiones, subrayan los portavoces de la comunidad copta, la policía llegó tarde.
Según declaraciones recogidas por el corresponsal del New York Times, los coptos se quejan también de la injusta discriminación que sufren por parte de las autoridades. Durante los dos últimos decenios han sido eliminados sistemáticamente de los cargos influyentes en la vida política y social. Algunas leyes heredadas del imperio otomano impiden a los cristianos la construcción y reparación de edificios y objetos de culto. Y no se les ofrece indemnizaciones como compensación por la agresión islámica. Por estos motivos, alrededor de medio millón han emigrado a Occidente en los últimos años.
La situación es tan tensa que las escuelas cristianas de El Cairo se han visto obligadas a levantar tapias de varios metros para defenderse de agresiones. Y los niños cristianos que estudian en escuelas públicas ven ignorada su religión, y han de sufrir humillaciones por parte de los profesores extremistas.
Arsenious, obispo copto de Minya, ha declarado que «los fieles me preguntan hasta cuándo vamos a observar en silencio cómo queman nuestras iglesias y matan a nuestra gente». Hasta el momento no ha habido respuestas violentas de los coptos a los desmanes de los fundamentalistas.
Intelectuales y líderes coptos han recordado que el recurso a la represión policial no es suficiente para detener la violencia fundamentalista. Hace dos meses, el gobierno, a través de un alto funcionario, aseguró que se va a revisar la política de educación religiosa en las escuelas, y a controlar mejor las casi 120.000 mezquitas que han surgido en el país en la pasada década, que en muchos casos sirven de altavoces de los extremistas. También dijo que se hará un mejor uso de la televisión y de las actividades culturales, para educar a la población en la tolerancia religiosa.
Judíos que creen en Jesús
Otra minoría religiosa discriminada en Oriente Medio son los llamados judíos mesiánicos en Israel. Son judíos que creen que Jesucristo es el Mesías y aceptan también el Nuevo Testamento; pero no son cristianos y siguen adheridos al culto judío. Se calcula que hay unos cien mil en todo el mundo, la mayor parte en Estados Unidos. En Israel viven tal vez dos mil, que mantienen sus creencias en secreto. La razón es que, aunque son tan judíos como sus conciudadanos, la ley no les reconoce el derecho a la nacionalidad israelí.
La Ley de Retorno israelí garantiza la ciudadanía a todo judío, definido como cualquiera nacido de madre judía o converso al judaísmo. No exige practicar la religión judía ni siquiera ser creyente. En cambio, excluye a los judíos que tengan otra religión. Los judíos mesiánicos son considerados pertenecientes a esta categoría, aunque ellos mismos sostienen que su religión sigue siendo el judaísmo.
El caso de los judíos mesiánicos ha vuelto a atraer la atención pública en Israel con motivo de la denegación de la ciudadanía a seis de ellos, que se instalaron en el país hace años en virtud de la Ley del Retorno. Sus casos llegaron al Alto Tribunal de Justicia israelí, que dictaminó que la creencia en Jesús es incompatible con la fe judía, según la cual el Mesías está aún por venir.
La mayoría de los israelíes no practican el judaísmo y opinan -según algunas encuestas- que los mesiánicos deberían tener derecho a la nacionalidad. En cambio, se oponen a esto algunos sectores judíos, para los que la creencia en Jesucristo recuerda antiguas heridas aún no cerradas. Prueba de ello es que existen varias organizaciones judías que vigilan, en buena parte del mundo, a los mesiánicos y los denuncian a las autoridades de Israel cuando intentan establecerse en el país. Así fueron descubiertos cuatro de los mesiánicos a los que ahora se ha negado la ciudadanía.
Las autoridades israelíes toleran de hecho a los mesiánicos: no intentan descubrirlos ni suelen expulsar a los que no obtienen la nacionalidad. Pero carecer de ciudadanía supone para ellos no poder tener permiso de trabajo, ni beneficiarse de los servicios estatales, ni regresar al país si lo abandonan. Algunos parlamentarios han hecho suya la causa de los mesiánicos y preparan un proyecto de ley para que puedan permanecer en el país.