Cuando quedan apenas dos meses para el viaje del Papa a Austria -previsto para los días 19 a 21 de junio-, el ex arzobispo de Viena, Hans Hermann Groer, ha hecho una petición pública de perdón que pretendía traer paz a una Iglesia austriaca muy agitada. No obstante, sus palabras no han satisfecho a algunos que le acusan de abusos deshonestos en los años 70. En la escueta declaración difundida por la nunciatura austriaca el pasado 14 de abril, el Card. Groer, de 78 años, decía: «En los últimos tres años se han producido numerosas afirmaciones, con frecuencia inexactas, sobre mi persona. Pido perdón a Dios y a los hombres si soy culpable. Naturalmente estoy dispuesto a corresponder también a un ruego del Santo Padre de que renuncie a mi esfera de acción como obispo».
La declaración es parte de un comunicado de la nunciatura de Viena donde se explica que las palabras del cardenal son consecuencia de la «visita» -investigación interna de la Iglesia- que ha llevado a cabo el abad primado de los benedictinos, Marcel Rooney, a instancias del Papa.
Recientemente fueron recibidos por el Papa en Roma el arzobispo de Viena, cardenal Schönborn, el presidente de la Conferencia episcopal austriaca, obispo Johannes Weber, y el arzobispo de Salzburgo, Georg Eder, que regresaron con la seguridad de que el Papa se pronunciaría pronto sobre la cuestión. Estos mismos prelados ya declararon el 27 de febrero que «habían llegado a la certeza moral que las acusaciones contra el arzobispo de Viena, Card. Hans Hermann Groer, en lo esencial responden a la verdad».
Durante tres años, Groer ha permanecido en silencio ante las acusaciones y la única declaración que hizo al respecto fue manifestar que «rechazaba las acusaciones formuladas». Con las actuales palabras Groer no se declara culpable. Pero la aparente defensa del cardenal que dice que las afirmaciones sobre su persona han sido «con frecuencia inexactas» también puede interpretarse como un reconocimiento de una parte de la culpa. En cualquier caso, se declara dispuesto a dejar su misión episcopal. El ex secretario del cardenal considera que la declaración es «una contribución a la paz de la Iglesia», pero no una confesión.
El padre Udo Fischer, suspendido de la parroquia de Paudorf, y uno de los que ha acusado a Groer, se ha mostrado insatisfecho por las palabras del ex arzobispo de Viena. «El nuncio apostólico se equivoca -ha afirmado Fischer- si cree que estas palabras fútiles van a poner fin» al caso.
Actualmente Groer no está desempeñando ninguna función eclesiástica. Según fuentes de la Iglesia austriaca consultadas por Ricardo Estarriol, corresponsal de La Vanguardia (15-IV-98), la referencia a la renuncia de sus actividades actuales debe entenderse en el sentido de que Groer «no aparecerá más en público como obispo o como cardenal y se trasladará a un monasterio en el extranjero».