El próximo 3 de octubre, Juan Pablo II beatificará, durante su visita a Croacia, al cardenal Alojzije Stepinac (1898-1960), arzobispo de Zagreb durante la II Guerra Mundial. Primero bajo el régimen pro-nazi de la efímera Croacia independiente (1941-1945) y bajo el comunismo después, el Card. Stepinac alzó su voz en favor de los perseguidos, ya fueran católicos, judíos, ortodoxos o gitanos. En 1946, los comunistas lo condenaron a trabajos forzados, acusado de colaborar con los «ustacha» (fascistas croatas). Murió sin haber recobrado la libertad.
Ivan Mestrovic, escultor croata que vivía en Roma, coincidió allí con Stepinac en 1943. El arzobispo había hecho un breve viaje para presentar a la Santa Sede documentos sobre las atrocidades que se estaban cometiendo en su país y que él denunciaba sin cesar en sus homilías y cartas pastorales. Ya le habían avisado de que corría peligro de morir a manos nazis. Un general alemán destinado en Zagreb había dicho: «En Alemania, un obispo que hablara de esa manera no bajaría vivo del púlpito». Mestrovic recuerda las palabras con que Stepinac se despidió: «Seguramente no volveremos a vernos. O los nazis me matan ahora, o los comunistas me matarán después». Las sospechas de que murió envenenado lentamente fueron corroboradas en 1996, cuando se examinaron sus restos.
El obispo más joven del mundo
Stepinac decidió hacerse sacerdote hacia 1924, tras acabar sus estudios universitarios, que inició con retraso a causa de I Guerra Mundial. Movilizado al término de la escuela secundaria, fue destinado al frente italiano en 1917 y hecho prisionero al año siguiente. Liberado un mes después del armisticio, todavía intervino como voluntario en Grecia hasta su desmovilización, en la primavera de 1919.
Fue ordenado sacerdote en 1930, y sólo cuatro años más tarde Pío XI lo nombró arzobispo coadjutor de Zagreb: a sus 36 años, era el obispo más joven del mundo. Poco conocido incluso por sus propios fieles, se ganó pronto la estima del pueblo. Inmediatamente después de su consagración episcopal hizo, a pie, la tradicional peregrinación anual de la diócesis al santuario mariano de Marija Bistrica. Siguió haciéndolo año tras año mientras le fue posible, hasta 1946.
El predecesor de Stepinac en la sede de Zagreb, Mons. Antun Bauer, le confió en seguida importantes responsabilidades. En sus primeros tres años de servicio, el arzobispo coadjutor visitó más de la mitad de la diócesis y administró la Confirmación en más de doscientas parroquias. Como recuerda Mons. Josip Bozanic, actual arzobispo de Zagreb, en una carta pastoral publicada en marzo pasado, con ocasión del centenario de Stepinac, «allí donde él iba, se podía ver el nuevo aliento pastoral». Stepinac revivió las asociaciones católicas ya existentes e impulsó otras iniciativas. Pese a la escasez de medios, en 1942 ya había establecido doce nuevas parroquias en la diócesis.
A la muerte de Mons. Bauer, a finales de 1937, Stepinac asumió el gobierno de la diócesis. Su primera preocupación fueron sus sacerdotes y seminaristas. Continuó sus iniciativas para promover las actividades de los laicos, como la Semana Social de los Católicos croatas, y prestó especial atención a la prensa católica.
Stepinac se ganó a los jóvenes, tanto campesinos como obreros y universitarios, entre quienes buscó líderes espirituales para alentar la evangelización. Aprovechó los congresos eucarísticos para tomar contacto con diversos grupos de fieles. En un intento de elevar la conciencia cristiana en todos los sectores de la población, preparó la celebración de los 1.300 años de unión de la Iglesia croata con la Santa Sede, dentro de un completo plan de renovación espiritual general.
En defensa de las minorías
En 1936 Stepinac decidió apoyar a un comité que trabajaba en favor de los desplazados que huían del nazismo. A finales de 1938, después de escribir a los obispos serbios para que se solidarizaran con la causa, fundó Acción para la Ayuda a los Refugiados Judíos. En enero siguiente, envió una carta a 300 católicos acomodados en petición de dinero para la organización. Ya en marzo de 1938 había denunciado la ideología nazi ante un grupo de universitarios: «La Iglesia, en lo que respecta a la raza, proclama este principio: ¡lo que no quieres que hagan contigo, no lo hagas tú con los demás! (…) Amar la propia nación no es incompatible con querer a la humanidad entera; una cosa complementa a la otra. Todos los pueblos son hijos de Dios».
Durante la II Guerra Mundial, Stepinac multiplicó sus iniciativas en favor de los perseguidos. En 1941, tras la ocupación alemana, se proclamó el Estado independiente de Croacia. Al principio, el arzobispo acogió favorablemente el nuevo gobierno: confiaba en que aseguraría los derechos de los ciudadanos y la soberanía nacional. Pero pronto se desengañó, cuando comenzaron las persecuciones contra las minorías.
Ya en abril de ese año elevó al Ministerio del Interior una protesta formal contra las primeras leyes racistas, que prohibían los matrimonios mixtos. En mayo protestó directamente al presidente de Croacia, Ante Pavelic, contra la persecución de los serbios ortodoxos. En julio volvió a escribirle una carta, en la que decía: «Como arzobispo y representante de la Iglesia católica, me permito llamar su atención sobre ciertos acontecimientos que me causan hondo dolor. Estoy seguro de que apenas habrá alguien que se atreva a señalarlos, así que es mi deber hacerlo. He oído de diversas fuentes noticias sobre tratos inhumanos y crueles a los no arios…». El 16 de octubre habló abiertamente contra las leyes racistas desde el púlpito de la catedral de Zagreb y exigió el fin de las persecuciones raciales y religiosas.
Condena del racismo
La Iglesia croata se enfrentó en esa época a un asunto delicado. En un intento de salvarse, muchos perseguidos solicitaban ser admitidos en la Iglesia católica. Stepinac dio a sus sacerdotes las siguientes instrucciones: «Cuando judíos u ortodoxos amenazados de muerte vengan a vosotros para convertirse al catolicismo, aceptadlos, pues así podréis salvar vidas humanas. No les exijáis instrucción religiosa alguna; los ortodoxos son cristianos como nosotros, mientras que en la religión judía tiene sus raíces la católica. La misión y el deber de los cristianos es en primer lugar salvar vidas. Cuando acaben estos tiempos de locura y salvajismo, los que quieran quedarse en nuestra Iglesia pueden hacerlo, mientras que el resto puede volver a la suya una vez pasado el peligro».
Desde que se promulgaron las leyes racistas, Stepinac no perdió ocasión de condenarlas. En 1943, enterado de la existencia del campo de prisioneros de Jasenovac -donde fueron asesinadas no menos de 85.000 personas-, protestó públicamente. «Las diferencias raciales -dijo entonces- no pueden ser motivo para matar. La Iglesia no estaría a la altura de su misión si no alzara su voz en defensa de todas las víctimas de injusticias, sin hacer distinción de razas». Del año siguiente son estas otras palabras suyas: «No podemos permitir que se mate a inocentes… Nosotros siempre predicaremos los principios sagrados de la ley de Dios, que afectan a todos: croatas, serbios, judíos, gitanos, católicos, musulmanes, ortodoxos o cualesquiera otros».
Intento de asesinato
Acabada la guerra, continuaron las persecuciones, desde entonces por obra de comunistas, y Stepinac no dejó de protestar. El 24-III-1945, después de publicar una carta pastoral en la que denunciaba la ejecución de sacerdotes a manos de militantes comunistas, el arzobispo fue detenido por primera vez. Liberado a las tres semanas, unos días más tarde se reunió con el nuevo dirigente yugoslavo, Josip Broz «Tito», quien pretendió convencerle de que proclamara la secesión de la Iglesia croata, separándola de Roma. Stepinac se opuso de plano.
En septiembre de 1945, el arzobispo publicó otra carta pastoral sobre la persecución de la Iglesia en Yugoslavia. En ella decía que desde el fin de la II Guerra Mundial, 243 sacerdotes católicos habían sido ejecutados; 169, hechos prisioneros, y 89 estaban desaparecidos.
En noviembre de 1945, mientras visitaba una nueva parroquia abierta en las afueras de Zagreb, sufrió un fallido intento de asesinato. De ahí en adelante sólo se movió dentro de los límites de la ciudad. Los militantes comunistas organizaban manifestaciones contra él y recogieron firmas para pedir su ejecución.
Juicio farsa
El 12-VI-1946 Stepinac fue detenido de nuevo. Acusado de colaboracionismo con el régimen ustacha, se le preparó una farsa de juicio. El tribunal popular admitió 58 testigos en contra del acusado y sólo siete a su favor, pese a que la defensa había propuesto 35. Uno de los siete era un serbio ortodoxo, Milutin Radetic, director de la clínica universitaria de Zagreb, a quien, en la guerra, los ustacha habían apresado y condenado a muerte por haber prestado asistencia médica a partisanos. Se salvó de la ejecución por la intervención personal de Stepinac. Su testimonio no fue tenido en cuenta por los jueces, que lo expulsaron de la sala llamándolo «clero-fascista». Parecida suerte corrieron los otros testigos favorables. Poco después, Radetic perdió su puesto en la clínica.
El 11 de octubre Stepinac fue condenado a 16 años de trabajos forzados y cinco de privación de los derechos cívicos. Fue enviado a un campo de prisioneros en Lepoglava. Los carceleros no se atrevieron a imponer al arzobispo los trabajos que mandaba la sentencia: sabían que era un símbolo de la nación croata y cualquier violencia contra él podría provocar una revuelta por parte de los demás presos. Por ello, le mantuvieron encerrado en una celda pequeña, sin apenas ventilación.
En 1951, el arzobispo estaba muy enfermo. La presión internacional logró por fin que fuera colocado bajo arresto domiciliario. Estrechamente vigilado, permaneció recluido en la parroquia de Krasic hasta su muerte.
Cartas desde la prisión
Aislado, Stepinac consiguió sin embargo hacer llegar su voz a numerosas personas a través de una abundante correspondencia. Durante los ocho años que pasó en Krasic, escribió más de cinco mil cartas. En algunas empleaba un tono especialmente enérgico, cuando tenía que exhortar a sus sacerdotes a resistir las presiones de los mandos políticos para que se sumaran a las asociaciones de clérigos controladas por el régimen. Veía el daño que tales manejos causarían a la catolicidad y unidad de la Iglesia, que para él era lo más sagrado.
Aunque rogaba a los destinatarios que destruyesen sus cartas, algunos las conservaron. Quizá lo más llamativo en la correspondencia de Stepinac está en sus referencias a los guardianes: rezaba por ellos constantemente. El proceso de beatificación ha confirmado que en los escritos del cardenal no se ha encontrado una palabra de resentimiento contra sus perseguidores.
En 1952, Pío XII anunció su decisión de hacer cardenal a Stepinac. El régimen yugoslavo reaccionó rompiendo las relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Sin embargo, el Papa hizo efectivo el nombramiento al año siguiente.
La rehabilitación
El 5-XII-1959, Stepinac envió una carta al gobierno yugoslavo en la que hacía constar los malos tratos de que había sido objeto. En ella escribió: «Los guardias pueden continuar vigilándome, según vuestras instrucciones, para hacerme la vida imposible. Yo, con la gracia de Dios, seguiré adelante hasta el final, sin odiar a nadie, pero sin miedo de nadie». Murió dos meses después, el 10-II-1960. Para evitar que se encontraran pruebas que apoyaran los rumores de envenenamiento, se destruyeron las vísceras del cadáver. En 1996, los restos fueron exhumados y analizados por especialistas de la Congregación para las Causas de los Santos, que hallaron restos de veneno en sus huesos. Este descubrimiento fue el motivo de que la Congregación declarara mártir a Stepinac el 11-XI- 1997.
El 14-II-1992, el Parlamento de la nueva Croacia independiente decidió por unanimidad rehabilitar la memoria del Card. Stepinac, junto con los demás condenados en los procesos políticos de aquella época, incluidos comunistas que fueron víctimas de las purgas. Sobre Stepinac, el Parlamento afirmó que el cardenal «fue condenado, pese a ser inocente, porque había rehusado realizar el cisma eclesial que le ordenaban los gobernantes comunistas», y «porque actuó contra la violencia y los crímenes de los gobernantes comunistas, como había hecho durante la II Guerra Mundial para proteger a los perseguidos, con independencia del origen étnico y de las convicciones religiosas».
Juan Pablo II se ha referido a Stepinac llamándolo «baluarte de la Iglesia croata», que «resistió el yugo del comunismo en nombre de los derechos humanos y de la dignidad cristiana».
Defensores del cardenal
La injusticia de la condena a Stepinac resalta en diversos testimonios de la época, así como en declaraciones de personalidades que recuerdan las actuaciones del cardenal en favor de los perseguidos durante la guerra.
El escultor Ivan Mestrovic reveló la confesión que le hizo en privado un jefe comunista yugoslavo: «Stepinac es ciertamente un hombre de gran carácter, sin mancha, firme en sus convicciones. Si hubiese cedido, hoy estaría libre y nos habría evitado muchas amarguras. Su nacionalismo croata no nos fastidiaría. Si hubiese proclamado la independencia de la Iglesia católica croata, lo habríamos elevado a las estrellas».
El mismo Mestrovic refirió también unas palabras oídas a Milovan Djilas cuando este era todavía brazo derecho de Tito, antes de caer en desgracia: «Para decir honradamente la verdad, pienso -y no sólo yo- que Stepinac es un hombre íntegro, un carácter indomable. Fue condenado aunque era inocente. Pero sucede a menudo en la historia que los justos son condenados por exigencias histórico-políticas».
Dos días después de la condena a Stepinac, Louis Breier, a la sazón presidente de la comunidad judía en Estados Unidos, convocó un acto público en Nueva York para protestar contra la condena. Allí dijo: «Este gran hombre ha sido acusado de ser colaborador de los nazis. Nosotros, judíos, lo negamos. Sabemos que desde 1934 ha sido siempre un verdadero amigo de los judíos, que en aquellos tiempos sufrían la persecución de Hitler y sus secuaces. Alojzije Stepinac es uno de los pocos hombres que en Europa se levantaron contra la tiranía nazi, precisamente en el momento en que era más peligroso hacerlo. (…) Habló abiertamente y sin miedo contra las leyes nazis de Nuremberg y su oposición no cedió nunca. (…) Después de Su Santidad el Papa Pío XII, el arzobispo Stepinac ha sido el mayor defensor de los judíos perseguidos en Europa».
En 1995, el Jerusalem Post publicó un artículo denigratorio sobre Stepinac. Ariel Shomrony escribió al diario para hacer constar la verdad de los hechos de que fue testigo. Durante la guerra, Shomrony era secretario del gran rabino de Zagreb, Shalom Freiberger. Stepinac ofreció a Freiberger refugio en su casa, pero el rabino prefirió compartir el destino de su pueblo, y fue deportado a Auschwitz, donde fue asesinado en 1943. Shomrony, que era el contacto personal del rabino con el arzobispo, precisa: «La acusación de que Stepinac era favorable a los nazis es absolutamente falsa; al contrario, el arzobispo condenó públicamente las teorías racistas de los nazis como contrarias a la religión, aun antes de que se constituyera la Croacia ‘independiente’ en 1941».
Shomrony añade que «Stepinac ocultó a personas en monasterios durante la guerra. Más de cincuenta ancianos judíos, brutalmente desalojados del asilo Lavoslav Schwarz, permanecieron escondidos en las propiedades episcopales hasta el final de la guerra. Asimismo, la comunidad judía recibió mensualmente del arzobispo dinero y sacos de harina con destino a los internados en el campo de concentración de Jasenovac». Más adelante, la carta recuerda: «Es un hecho que Stepinac condenó todas las leyes contra judíos, ortodoxos, musulmanes y gitanos en sus homilías dominicales en la catedral. Concretamente, denunció también la destrucción de nuestra sinagoga [de Zagreb, en 1941], porque era, dijo, ‘casa de Dios'».