El «velo islámico» sigue discutido en Europa

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Desde este mes, las empleadas municipales de Amberes (Bélgica) no pueden llevar «hiyab» (velo islámico) mientras atienden al público. La misma prenda está prohibida en todas las escuelas públicas de Francia, pero expresamente permitida en las de Suecia. En Europa, el velo con que se cubren muchas mujeres musulmanas se ha convertido en un símbolo, probablemente más allá de su significación original, de opresión o segregación -para los contrarios-, o de resistencia y fe -para los partidarios-.

La decisión del ayuntamiento de Amberes satisface, curiosamente, una demanda del único partido que no gobierna en la ciudad, Vlaams Belang (VB, Interés Flamenco), segundo en las elecciones de octubre pasado con el 33,5% de los votos, un punto y medio por debajo de los socialistas. Pero estos y los demás (liberales y democristianos) tienen suscrito un pacto para aislar a los nacionalistas flamencos.

El gobierno municipal aduce que había recibido quejas de ciudadanos que se habían encontrado con alguna musulmana tocada de «hiyab» al acudir a una ventanilla, y que la administración debe ser neutra. Otros replican que la neutralidad consiste en dejar que unas lleven velo y otras no, o sospechan que es un intento de recuperar el favor de votantes pasados al VB. El apoyo a este partido ha crecido por la falta de integración entre los numerosos inmigrantes musulmanes (más del 10% de los habitantes). Parte del electorado echa la culpa a la política «multicultural» de los socialistas, que gobiernan la ciudad desde que acabó la II Guerra Mundial.

La prohibición afecta solo a las funcionarias encargadas de la atención al público. La que no quiera renunciar al velo podrá desempeñar otro cometido. La misma medida rige en el ayuntamiento de Bruselas. El de Berlín no admite el «hiyab» en ningún puesto.

El pañuelo es discutido también en la escuela. En Bélgica, la decisión de autorizarlo o no corresponde a la dirección de cada centro o a la autoridad educativa local. En Amberes lo han prohibido todos los colegios menos dos, y lo mismo vienen haciendo muchos otros -cada vez más- del resto de Flandes.

En cambio, en Suecia se ha adoptado la postura contraria. A finales de enero, la Dirección de Asuntos Escolares dispuso que no se puede prohibir el «hiyab» a las alumnas, en virtud de la libertad religiosa. La decisión responde a un caso originado el año pasado en una escuela privada donde no se permite llevar gorras u otras prendas de cabeza. Aplicada igualmente al velo, la norma provocó que unos padres musulmanes sacaran a su hija del centro. Para la dirección del colegio, es discutible que llevar el velo sea un acto religioso, y la prohibición obedecía a razones de disciplina, no de religión. Según dijo la abogada de la escuela tras conocer la decisión oficial, «muchas personas practican su religión sin necesidad de llevar velo»; además, añadió, «muchas jóvenes llevan una doble vida, pues se cubren con el velo en la escuela y en casa, pero se lo quitan cuando no las ven» («Le Monde», 25-01-2007).

En Francia, donde el velo islámico -y cualquier símbolo religioso «ostensible»- fue desterrado de la escuela pública en 2004, la libertad de llevarlo es para algunas familias un motivo importante por el que acuden a los incipientes colegios musulmanes. El último acaba de abrir, con retraso, en las cercanías de Lyon, tras superar las trabas administrativas que le ponían las autoridades educativas de la región, claramente opuestas a la iniciativa. En los centros musulmanes se puede, naturalmente, llevar «hiyab», pero no es obligatorio. De momento, son minoritarios: solo hay, con el recién inaugurado, tres en todo el país, que apenas suman doscientos alumnos.

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