Kampala. Noticias como la de la azafata británica que perdió su empleo por llevar una cruz al cuello mientras trabajaba desconciertan a la mayoría de los africanos. Si esto es ofensivo, se preguntan, ¿por qué se permite que famosos rockeros, cuya vida personal deja mucho que desear, pueden actuar en ciudades de Occidente llevando llamativos crucifijos de oro? A los africanos les cuesta entender esto. ¿El cristianismo no vino de Europa? ¿Su mensaje no es algo de lo que hay que sentirse orgulloso?
Como para demostrarlo, muchos hombres africanos llevan un rosario al cuello, excepto cuando tienen que rezarlo; muchos conductores llevan colgado del espejo retrovisor un rosario o las particulares cuentas para las oraciones de los musulmanes, como para recordar Quien está al frente. Y no son considerados beatos, sino gente muy normal.
El caso de un predicador llevado ante los tribunales en Escocia por hablar en público en contra de la conducta homosexual sorprende también en países africanos donde se habla con vigor y abiertamente de lo que se considera inmoral.
Una enfermera denunciada por dar ánimo espiritual y hablar de Dios a un paciente es algo que no tiene sentido para un pueblo donde el principal tema de conversación en una visita al hospital es precisamente Dios -aceptando la enfermedad que él permite, dejando la recuperación en sus manos…-. En África, hablar de Dios no solo está permitido sino promovido. No es un tema sobre el que hay que susurrar en secreto o bajando la cabeza con vergüenza.
Religiosidad sin iglesia oficial
Ninguna nación africana, excepto Etiopía -que tiene también una considerable población musulmana- ha tenido nunca una iglesia oficial, a diferencia de no pocas naciones europeas. La historia africana de la evangelización es muy diferente de la de Occidente, pues gran parte del cristianismo africano comenzó a finales del siglo XIX. África nunca experimentó el escepticismo y la duda promovidos por la Ilustración. También se ahorró las luchas entre la Iglesia y el Estado y, en gran parte, la mancha del anticlericalismo.
Los críticos dirán que los misioneros vinieron con el comerciante y el soldado; y que el cristianismo es la religión del hombre blanco europeo. Sin embargo, paradójicamente, el cristianismo tiene raíces semíticas, que en muchos casos coinciden con valores africanos: la importancia de los lazos familiares, el respeto por los mayores y sus decisiones o incluso la poligamia juegan un papel importante en el África tradicional.
Los misioneros cristianos llegaron después de los exploradores y de los colonizadores, no en el mismo barco; y sus motivos no eran políticos sino humanitarios, para evangelizar y levantar escuelas y dispensarios médicos.
En el África subsahariana, la libertad religiosa no es negociable. De hecho, uno a veces se pregunta si no hay demasiada, habida cuenta de que los vecinos a veces tienen que aguantar en el barrio una cruzada evangélica, con música a todo volumen y gente cantando Aleluya sin parar durante 60 horas.
Kenia, por ejemplo, con una población de 40 millones, tiene registradas unas 4.000 confesiones, más otras no oficiales. Uganda cuenta con una población de 30 millones, de los cuales el 40% son católicos; mientras, en las ciudades una reciente eclosión pentecostal y evangélica muestra, con los títulos de sus iglesias diseminadas por la ciudad, su particular rama del evangelio cristiano y su particular énfasis: Lolwe Iglesia Pregonera; Centro Milagroso; Iglesia del Apóstol Ganador; Misión Internacional de la Reconciliación…
¿Y qué pasa con los jóvenes? ¿Son creyentes? ¿Practican? De hecho, son los que llenan las iglesias pentecostales y evangélicas. Los predicadores de moda, su dinámico estilo de showman, el ruido y el ritmo de la música, la oportunidad de un posible “milagro” y los testimonios personales, tienen un irresistible atractivo.
Otro ejemplo es el rap: la juventud africana está cansada de los excesos pornográficos y blasfemos del rap afroamericano y se ha vuelto hacia el rap gospel, un nuevo género, escaso de doctrina ortodoxa pero que es un buen empujón moral para empezar la semana de trabajo.
Más conflictos étnicos que religiosos
Los ataques a los cristianos en Irak y Egipto, que parecen formar parte de la misma campaña para expulsar a los cristianos de Oriente Medio, no se dan en el África subsahariana. Sudán y el norte de Nigeria se encuentran en la línea de fractura geopolítica, religiosa y étnica entre árabes y africanos. Pero las persecuciones religiosas en Sudán son fundamentalmente étnicas, ejemplificadas por el conflicto de Darfur, en el que musulmanes árabes matan a musulmanes africanos por disputas de tierras para el ganado.
Guerras religiosas como las de católicos contra protestantes no se han visto en el África negra. Ha habido incomprensiones, “mala sangre”, intransigencias y competencias para hacer conversos, pero no la guerra de los Treinta Años, ni la batalla de Boyne, ni la guerra de la Vendée… La familia y los lazos de sangre están antes que las diferencias religiosas. Esto no quiere decir que la gente cambie de religión como de chaqueta, pero hay respeto mutuo.
El hecho de que Wayne Rooney rece o que un futbolista brasileño haga el signo de la cruz ante de saltar al campo ante millones de telespectadores no choca aquí. En todo caso, le granjea más cariño de sus fans.