Encuentros de Asís: 30 años de oración por la paz

publicado
DURACIÓN LECTURA: 5min.

El Papa Francisco acudió el martes a la ciudad de Asís para rezar por la paz en compañía de numerosos representantes religiosos. Francisco describió este encuentro como una “jornada de oración, de penitencia, de llanto por la paz; jornada para sentir el grito del pobre”. Los Encuentros de Asís, iniciados bajo el impulso de Juan Pablo II en 1986, cumplen 30 años.

Francisco ha seguido los pasos de sus predecesores al acudir a Asís para rezar por la paz: en 1986 Juan Pablo II convocó el primer encuentro interreligioso de oración por la paz; veinticinco años más tarde, Benedicto XVI acudió a la ciudad de san Francisco con el mismo propósito. “Es necesario que los fieles de todas las religiones recen e incluso lloren juntos por la paz, con la convicción de que Dios es el Dios de la paz”, dijo Francisco durante la misa celebrada en la Casa de Santa Marta, momentos antes de viajar a Asís.

A su llegada al Convento de San Francisco, el Papa fue recibido por representantes de diferentes religiones. Entre ellos estaba el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I; el arzobispo anglicano de Canterbury, Justin Welby; el patriarca siro-ortodoxo de Antioquía, Efrén II; el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni; el número dos de la Universidad Al-Azhar de Egipto –baluarte teológico de los suníes– y el jefe budista de la escuela Tendai de Japón.

Saciar la sed de los pobres

Después de la comida en el sacro convento, en la que participaron doce refugiados procedentes de países en guerra, Francisco se reunió por separado con algunos líderes religiosos. A continuación, todos rezaron por la paz, distribuidos por grupos. Los tres principales representantes cristianos –Francisco, Bartolomé y Welby– hicieron una oración ecuménica en la basílica inferior de San Francisco.

Con el lema del evento como telón de fondo (“Sed de paz: religiones y culturas en diálogo”), Francisco recordó el ejemplo de la Madre Teresa, recién canonizada: “Su respuesta fue la de saciar la sed de amor de Jesús en la cruz mediante el servicio a los más pobres entre los pobres”.

El mensaje del Papa se centró en denunciar “el silencio ensordecedor de la indiferencia, el egoísmo de quien está harto, la frialdad de quien apaga su grito de ayuda con la misma facilidad con la que se cambia de canal en televisión”.

Solo la paz es santa, no la guerra

Al finalizar las oraciones por grupos, los representantes religiosos se reunieron en la plaza de san Francisco, donde tuvo lugar la ceremonia de clausura. Allí escucharon el testimonio de una mujer que escapó de la guerra de Siria y varios de los representantes religiosos tomaron de nuevo la palabra: entre ellos, el rabino David Brodman, superviviente del Holocausto, y el ulema musulmán y político indonesio Din Syamsuddin.

El Papa Francisco recordó en su discurso las visitas de sus predecesores a ese mismo lugar, en 1986 y 2011. Al igual que Juan Pablo II, Francisco subrayó que el encuentro de Asís no busca sincretismos ni relativismos, sino afirmar que la paz no es “el resultado de negociaciones, compromisos políticos o acuerdos económicos, sino resultado de la oración”.

“La indiferencia es un virus que paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad”

También aludió al discurso de Benedicto XVI, quien alertó que el recurso a la violencia contradice el espíritu de toda religión. “No nos cansamos de repetir –afirmó Francisco– que nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia. Solo la paz es santa y no la guerra”.

El paganismo de la indiferencia

El Papa volvió a denunciar el constante acecho de la indiferencia, tal vez la idea más repetida a lo largo de la jornada. La definió como “la gran enfermedad de nuestro tiempo”. “Es un virus que paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, provocando un nuevo y triste paganismo: el paganismo de la indiferencia”.

Recordó su visita a Lesbos, acompañado del patriarca Bartolomé, donde ambos pudieron ver “en los ojos de los refugiados el dolor de la guerra, la angustia de pueblos sedientos de paz”. Añadió que la paz verdadera jamás puede pactar con la indiferencia: no es “la tranquilidad de quien esquiva las dificultades y mira hacia otro lado, cuando no se tocan sus intereses; no [es] el cinismo de quien se lava las manos cuando los problemas no son suyos; no [es] el enfoque virtual de quien juzga todo y a todos desde el teclado de un ordenador”.

Francisco propuso cuatro ideas para caminar juntos hacia la paz: perdón, “fruto de la conversión y de la oración”; acogida, que es “disponibilidad para el diálogo, superación de la cerrazón”; colaboración, entendida como un “intercambio vivo y concreto con el otro”; y educación, que purifica “la conciencia de toda tentación de violencia y de rigidez, contrarias al nombre de Dios y a la dignidad del hombre”.

El primer encuentro en Asís

Los Encuentros de Asís nacieron en 1986, bajo el impulso de Juan Pablo II. El Papa polaco convocó en enero de aquel año un encuentro de oración en Asís, celebrado el 27 de octubre, y unos días antes hizo un llamamiento a una tregua universal de combates para ese día. Se reunieron 124 representantes de las confesiones cristianas y principales religiones del mundo.

“Nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia. Solo la paz es santa y no la guerra”

Aquel primer encuentro estuvo impregnado de un espíritu de penitencia: todos los participantes ayunaron durante la jornada. A fin de apartar cualquier sincretismo, los grupos religiosos se distribuyeron por diversos lugares, donde cada uno hizo su oración por la paz. En la plegaria ecuménica, Juan Pablo II invitó a los cristianos a trabajar por la unidad.

En sus palabras de despedida, Juan Pablo II reiteró varias veces su convicción de que “la paz lleva el nombre de Jesucristo”. También dijo que la finalidad de aquel encuentro era “testimoniar ante el mundo la naturaleza trascendente de la paz”. Desde 1986, la Comunidad de San Egidio quiso mantener vivo el “espíritu de Asís”, promoviendo cada año un encuentro de oración por la paz en diversas ciudades del mundo.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.