Desde hace tiempo se sabe –aun sin datos estadísticos contundentes– que el islam es la segunda religión de Francia, después del catolicismo. Hasta ahora los musulmanes solían llevar a enterrar a sus muertos a los países de origen. Pero cada vez son más las familias arraigadas en Francia, que desean disponer de cementerios de acuerdo con sus creencias religiosas.
Un camposanto confesional construido con dinero público
Un problema clásico es la imposibilidad de invertir dinero público en ese tipo de iniciativa, por exigencia de la ley de separación de Iglesia y Estado de 1905. Por paradoja, el primer cementerio exclusivamente musulmán en territorio francés –aparte de la excepción histórica del de Bobigny, creado en 1934 por un decreto presidencial– ha sido financiado por el municipio de Estrasburgo gracias al concordato de 1801 entre Napoleón y la Santa Sede, que conserva su vigencia. El ayuntamiento ha invertido 800.000 euros.
Una ciudad antigua y moderna como Estrasburgo dispone desde el 6 de febrero de un espacio de poco más de una hectárea, con un millar de sepulturas destinadas a las familias musulmanas que deseen enterrar a sus muertos donde vivían. Los lugares previstos en los cementerios –nunca confesionales– estaban saturados. Aunque una ley de 1881 prohibía agrupamientos confesionales dentro de los camposantos, desde 1925 se concedió a los alcaldes la posibilidad –no obligatoria– de reunir a los muertos de una misma religión dentro de cementerios interconfesionales.
Según muestra la foto que acompaña a la noticia en Le Monde (6-02-2012), en el cementerio musulmán de Estrasburgo los enterramientos están orientados hacia La Meca, de acuerdo con el rito musulmán; existe una sala de abluciones a la entrada, y se dispone de un lugar específico para la oración. Además, habida cuenta de que el Islam no acepta la cremación, está prevista una superficie para osarios, es decir, para recoger los restos de tumbas abandonadas o caducadas.
“Este cementerio responde a una demanda urgente y legítima de los musulmanes, que muestra el enraizamiento de los emigrantes. Pertenecen a suelo francés: enterrarse aquí es un signo de integración», afirma Erkin Acikel, presidente del consejo regional del culto musulmán, con quien ha colaborado estrechamente el ayuntamiento de Estrasburgo. Por su parte, el senador y alcalde socialista de la ciudad, Roland Ries, estima que «se trata de dar a las diferentes religiones una igualdad de derechos y deberes”. En concreto, considera que es justo extender las disposiciones concordatarias a otras religiones no reconocidas en la época en que se firmó. La disposición se aplicaba hasta ahora sólo a católicos, protestantes y judíos.
Alcalde socialista y laico, pero defensor del concordato
El propio alcalde de Estrasburgo explicó la decisión del consistorio en un artículo, publicado en Le Monde (11-02-2012), con el expresivo título: “Por qué soy alsaciano, laico y favorable al Concordato”. El primer párrafo es autobiográfico: “socialista, pertenezco a una escuela de pensamiento cuyas convicciones encuentran su fuente en la filosofía humanista. Estos fundamentos han guiado mi vida política en torno a los valores de libertad, tolerancia, respeto de las diferencias y promoción de la diversidad”.
Laico republicano, se considera firme defensor de la ley de 1905. Pero, “alsaciano de varias generaciones, pertenezco a una población que, a través de las convulsiones de la historia, ha visto regularmente amputada una parte de su identidad, antes de recuperar su dignidad”. Se reconoce “concordatario”: “pertenezco a la mayoría grande de gentes de Alsacia y Mosela, de confesiones religiosas diversas, laicos o incluso ateos, que apoyan el régimen concordatario”.
Roland Ries recuerda las vicisitudes históricas de Alsacia, anexionada por Alemania en 1870. Sus gentes no tuvieron más remedio que luchar en el ejército germano en 1914, hasta la llegada de las tropas francesas a Estrasburgo en 1918. El derecho aplicado en Alsacia-Mosela incluye normas anteriores a la anexión, y otras promulgadas por el Reich entre 1870 y 1918. Ahí se inscribe el bilingüismo –que no existe en otras regiones francesas , y también la vigencia del antiguo Concordato, con el que Napoleón quería superar el conflicto entre la Iglesia Católica y el Estado francés. Ese acuerdo, a juicio del alcalde de Estrasburgo, constituye “un elemento esencial de la identidad de Alsacia”: con raíces en una historia singular y dolorosa, es como un punto de apoyo de la cultura y la sociedad.
Estrasburgo fue escogida como ciudad simbólica de la reconciliación en los años de la posguerra, y es hoy capital europea de los derechos humanos y la democracia. “Es una ciudad de diálogo y debate sobre las grandes cuestiones sociales”, una “ciudad de diálogo interreligioso”, manifestado en diversas iniciativas.
El alcalde y senador alsaciano considera que su ciudad ha aprendido a vivir en paz, según la definición de Víctor Hugo: «La guerra es la guerra de los hombres; la paz es la guerra de las ideas». Este es a su juicio el objetivo constitucional de la separación entre Iglesia y Estado: “garantizar la paz social, reconociendo la diversidad de creencias, la libertad de cultos o la opción de no creer”.