En Francia preocupa el incremento de las profanaciones de lugares de culto y de cementerios cristianos, musulmanes y judíos.
A lo largo de los últimos años, se ha hablado con relativa frecuencia, por desgracia, de las profanaciones de tumbas judías, como manifestación del antisemitismo en Europa. En el caso de Francia, se repetían también noticias semejantes que afectan a lugares islámicos. Pero sólo de tarde en tarde se mencionan los ataques a lugares de culto cristianos.
Lo cierto es que, según los datos del periódico de París, en ocho meses, de enero a agosto, se han producido 387 acciones más o menos violentas y delictivas -incendios provocados, vandalismos, pintadas- contra cementerios o lugares sagrados: 323 cristianos, 36 musulmanes y 28 judíos. El orden cuantitativo es inversamente proporcional al eco recibido en los medios de comunicación. Pero lamentablemente las profanaciones son continuas, y se han agudizado de modo especial en torno a la conmemoración de Todos los Santos y Difuntos. El año 2010 será el peor de los últimos tiempos.
En ocasiones, se trata de la reacción ante acontecimientos que suceden en Oriente Medio, como las intervenciones del ejército israelí en la franja de Gaza, o la actuación de los ejércitos internacionales en diversos países islámicos. Pero eso no tendría por qué explicar en modo alguno los mucho más abundantes ataques a lugares de culto cristianos.
Las fuerzas políticas condenan siempre, y sin paliativos, las agresiones. Pero los responsables de la seguridad no acaban de encontrar soluciones para frenar esta grave deriva, a pesar de las severas condenas judiciales que recibieron los autores de algunos hechos. Buena parte del problema es la juventud de los agresores: en los primeros siete meses del año, de los 68 detenidos, 51 eran menores de edad. De hecho, en las estadísticas oficiales de la Gendarmería, sobre los territorios bajo su responsabilidad, el 83% de los autores de estos actos fueron menores de edad, y las transgresiones se cometen sobre todo durante los fines de semana.
Además de razones ideológicas -anticristianismo, racismo, antisemitismo- el camino hacia este tipo de delincuencia está influido por la ociosidad, el mimetismo juvenil, el excesivo consumo de alcohol. En el caso de los ataques a lugares cristianos, es frecuente también la motivación del robo, en búsqueda de objetos de culto valiosos.
En cualquier caso, como señala el sociólogo Olivier Bobineau, los hechos son muy graves desde un punto de vista antropológico: «Profanar una tumba es negar el propio origen y negar la memoria de los vivos respecto de sus muertos. Atacar lo sagrado es también negar el vínculo social y la idea de los deberes respecto de los demás».
Por su parte, Mons. Michel Dubost, obispo de Evry, se ha manifestado contra «el silencio ensordecedor de los poderes públicos, los políticos, la prensa y la opinión pública» ante las degradaciones de lugares cristianos, comparado con la prontitud de su reacción ante la profanación de una mezquita o una sinagoga.