La presión de la Iglesia ortodoxa ha impedido que el gobierno de Georgia y la Santa Sede firmaran un acuerdo que preveía el reconocimiento jurídico de la Iglesia católica en el país y una colaboración recíproca en varios sectores culturales. Las autoridades se echaron atrás en el último momento el pasado 20 de septiembre, a causa de las protestas de la Iglesia ortodoxa.
Georgia tiene 5,5 millones de habitantes, de los que el 83% son ortodoxos, el 11%, musulmanes y cerca del 1% (unas 50.000 personas), católicos. La actividad de la Iglesia católica carece de reconocimiento jurídico, de ahí que el arzobispo Jean-Louis Tauran, secretario de la Santa Sede para las relaciones con los Estados, hubiera impulsado un principio de acuerdo con las autoridades civiles del país. El gobierno informó a los jefes religiosos georgianos de que el acuerdo solo buscaba garantizar la libertad religiosa de la minoría católica. Por su parte, la delegación vaticana ofreció varias veces a la Iglesia ortodoxa información sobre la marcha de las negociaciones.
Sin embargo, el patriarca ortodoxo de Georgia, Ilia II, apareció en televisión dos días antes de la firma del acuerdo afirmando que el pacto era peligroso para la estabilidad de la nación y animando a la población a manifestarse en contra (Avvenire, 22-IX-2003). Según el patriarcado, el acuerdo «aumentaría la influencia del Vaticano en Georgia y permitiría a los católicos construir iglesias, escuelas y seminarios sin límite». Varios cientos de estudiantes se manifestaron frente al Parlamento georgiano para mostrar su rechazo a la firma.
En vista de esto y una vez que Tauran ya se había desplazado a la capital, Tbilisi, para firmar el documento definitivo, el jefe del gobierno, Avtandil Dzorbenadze, anunció a la delegación vaticana que «el gobierno ya no tenía voluntad de firmar». El presidente de Georgia, Eduard A. Shevarnadze, ex ministro de Asuntos Exteriores con Mijail Gorbachov, se encontraba en Yalta, en una reunión de la Comunidad de Estados Independientes.
En un comunicado difundido poco después, Tauran lamentaba que «no se haya conseguido el objetivo de mi visita -la firma del Acuerdo bilateral entre Georgia y la Santa Sede- a causa de la negativa, en el último momento, de las autoridades georgianas. Este hecho repercutirá principalmente en la comunidad católica de este país, que sigue estando desprovista de toda garantía jurídica y a la que expresamos toda nuestra solidaridad. La Santa Sede espera que Georgia, que es parte de importantes Convenciones internacionales sobre los derechos humanos, sepa poner remedio a esta incómoda situación».
Juan Pablo II visitó el país en 1999 -más por empeño de Shevarnadze que de la jerarquía ortodoxa-, donde expresó su deseo de que creciera la armonía y la cooperación entre los cristianos para la reconstrucción moral del país, independiente desde 1991. Aquel preludio de entendimiento entre las dos Iglesias se ha enfriado tras la actitud de los ortodoxos. Tauran también se refirió a eso en sus declaraciones: «La delegación de la Santa Sede se ha sentido herida por la actitud de la Iglesia ortodoxa georgiana, que ha difundido noticias que no corresponden a la verdad».