Francisco: “La Iglesia en Iraq está viva”

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El Papa Francisco en el estadio de la ciudad de Erbil, en el Kurdistán iraquí

 

Al concluir su visita a Iraq el 8 de marzo, el Papa Francisco deja buena estela en un país muy golpeado por la guerra y los fanatismos: “Sentimos que es uno de nosotros, de nuestro barrio, y que sabe por lo que hemos pasado”, dice al New York Times un vecino de Qaraqosh. Para otra joven, que con tres meses de embarazo escapó con lo puesto en cuanto llegó el régimen de terror del Estado Islámico, la presencia de Francisco complementa su alegría de haber vuelto: “Soñábamos con regresar; aquí estamos, y con el Papa”, comenta a Reuters.

Pocos podían imaginar, apenas un par de años atrás, que un Pontífice pondría el pie en esa tierra. Una tierra que pasó, en menos de dos décadas, de una dictadura a un período de guerras tribales y atentados, coronado por el dominio de buena parte del país por un paraestado terrorista. La paradoja es que los fanáticos que prometieron izar su negra bandera en Roma han podido atestiguar cómo el sucesor de San Pedro ha llegado al territorio del “califato” a proclamar a Cristo.

Lo sintetiza con orgullo el P. Ghazwan Baho, anfitrión de Francisco en la otrora martirizada Mosul: “Roma ha venido aquí”, si bien el Papa han dirigido sus palabras no solo a los católicos, sino a toda la gente que trata de hacer de Iraq un país próspero, en paz y con derechos para todos sus ciudadanos.

El terrorismo abusa de la religión

Primeramente, el Papa habló a los católicos. Durante un encuentro con miembros del clero, seminaristas y religiosos en la catedral de Bagdad, Francisco les agradeció haber permanecido cerca del pueblo iraquí, con el apostolado de la educación y la caridad, y los animó a perseverar en ese compromiso.

A los obispos les pidió que mantuvieran su cercanía a los sacerdotes, pero no “como administradores o directores, sino como padres, preocupados por el bien de sus hijos”, y a los presbíteros, que no se dejaran abrumar por lo burocrático, por la inclinación a quedarse cómodamente instalados tras un escritorio, desentendidos del rebaño.

“Sean –les dijo a todos– pastores, servidores del pueblo y no administradores públicos, clérigos funcionarios. Siempre con el pueblo de Dios; nunca separados como si fueran una clase privilegiada”.

“No habrá paz sin compartir y acoger, sin una justicia que asegure equidad y promoción para todos, comenzando por los más débiles”

De igual modo, les agradeció que, en sus relaciones con los fieles de otros credos, esparcieran semillas de reconciliación y de convivencia fraterna, algo de lo que él mismo dio ejemplo al día siguiente en dos eventos.

El primero de ellos fue la visita a la máxima autoridad del islam chiita iraquí, el gran ayatolá Ali al-Sistani, en la ciudad santa de Nayaf. En el encuentro, de unos 45 minutos, ambos  conversaron sobre temas de actualidad, como la persecución que sufren muchas personas por motivos intelectuales y religiosos, y los desplazamientos provocados por las guerras, fenómenos ante los que las grandes figuras religiosas deben instar a todos los involucrados a rechazar la violencia.

En su segunda parada de ese día, Francisco se reunió con representantes de las grandes religiones abrahámicas en Ur de Caldea, hogar milenario del patriarca bíblico. Allí subrayó: “Dios es misericordioso, y la ofensa más blasfema es profanar su nombre odiando al hermano. Hostilidad, extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso; son traiciones a la religión. Y nosotros, creyentes, no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión. Es más, nos corresponde a nosotros resolver con claridad los malentendidos”.

En tal sentido, elogió las manos amigas que se tendieron entre sí los miembros de las distintas comunidades religiosas para aliviar el sufrimiento causado por los islamistas con su destrucción del patrimonio artístico-religioso en el norte del país: “Pienso en los jóvenes voluntarios musulmanes de Mosul, que ayudaron a reconstruir iglesias y monasterios, que construyeron amistades fraternas sobre los escombros del odio, y a cristianos y musulmanes que hoy restauran juntos mezquitas e iglesias”.

“Sí –aseguró–, necesitamos salir de nosotros mismos, porque nos necesitamos unos a otros. La pandemia nos ha hecho comprender que ‘nadie se salva solo’. (…) En las tempestades que estamos atravesando no nos salvará el aislamiento, no nos salvará la carrera para reforzar los armamentos y para construir muros (…). No habrá paz sin compartir y acoger, sin una justicia que asegure equidad y promoción para todos, comenzando por los más débiles. No habrá paz sin pueblos que tiendan la mano a otros pueblos. No habrá paz mientras los demás sean ellos y no parte de un nosotros”.

El respeto a la mujer y la reconciliación

Cuando el aire iraquí huele todavía a pólvora, la idea es dar prioridad al perdón por sobre la tentación de la venganza. Así lo pidió el Papa al día siguiente, domingo 7, en Qaraqosh, en su visita a la iglesia de la Inmaculada Concepción, incendiada por los terroristas y restaurada con el concurso de católicos de todo el mundo.

Francisco, que llegó en helicóptero a esa localidad norteña, pudo ver la imagen de la Virgen en lo alto del campanario restaurado: “Esta imagen suya incluso ha sido dañada y pisoteada, pero el rostro de la Madre de Dios sigue mirándonos con ternura. Porque así hacen las madres: consuelan, reconfortan, dan vida. Y quisiera agradecer de corazón a todas las madres y las mujeres de este país, mujeres valientes que siguen dando vida, a pesar de los abusos y las heridas. ¡Que las mujeres sean respetadas y defendidas! ¡Que se les brinden cuidados y oportunidades!”.

Un rato después, durante el rezo del Ángelus, el Papa insistió en la necesidad del perdón para permanecer en el amor y ser propiamente cristianos. Pidió a los fieles que no se desanimaran: “Sé que esto es muy difícil. Pero creemos que Dios puede traer la paz a esta tierra. Nosotros confiamos en Él y, junto con todas las personas de buena voluntad, decimos ‘no’ al terrorismo y a la instrumentalización de la religión”.

Sobre el tema de la reconciliación volvió en horas de la tarde, durante la eucaristía celebrada en el estadio Franso Hariri, de la cercana Erbil, en el Kurdistán. “Aquí en Iraq, cuántos de vuestros hermanos y hermanas, amigos y conciudadanos llevan las heridas de la guerra y de la violencia, heridas visibles e invisibles. La tentación es responder a estos y a otros hechos dolorosos con una fuerza humana, con una sabiduría humana. En cambio, Jesús nos muestra el camino de Dios, el que Él recorrió y en el que nos llama a seguirlo”.

Según dijo, la labor de la Iglesia en Iraq va precisamente en esa dirección: en la de, con la sabiduría de la cruz, propagar la misericordia y el perdón de Cristo, en especial a los más vulnerables.

“En medio de una gran pobreza y dificultad, muchos de ustedes han ofrecido generosamente ayuda concreta y solidaridad a los pobres y a los que sufren. Este es uno de los motivos que me han impulsado a venir como peregrino entre ustedes, a agradecerles y confirmarlos en la fe y en el testimonio. Hoy, puedo ver y sentir que la Iglesia de Iraq está viva, que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo, santo y fiel”, aseguró.

 

De regreso a Roma

El Papa Francisco voló de regreso a Roma en la mañana del 8 de marzo. Durante el trayecto, respondió a preguntas de la prensa acerca de diversos temas. Sobre el drama de la migración irregular, narró su encuentro, tras la misa en Erbil, con el padre de Alan Kurdi, el niño que apareció ahogado en una playa turca en su intento de llegar a Europa.

Alan, dijo Francisco, citado por Vatican News, es “un símbolo que va más allá de un niño que muere emigrando: es el símbolo de una civilización que está muriendo”, y señaló que se necesitan medidas urgentes para que las personas puedan trabajar en su propio país sin tener que emigrar, así como reglas que preserven este último derecho.

Por otra parte, preguntado sobre el diálogo con el islam, el Papa reveló que el Documento sobre la fraternidad humana, por la paz mundial y la convivencia común (Abu Dhabi, febrero de 2019) se preparó en secreto con el gran imán Al Tayyeb durante seis meses y le sembró una inquietud de trabajar por la fraternidad, que cristalizó en la Fratelli tutti. Su encuentro con Al-Sistani –a quien calificó como “un faro”– sería un “segundo paso” en esa dirección; un “mensaje universal”, y no, como un periodista le sugirió, a las autoridades religiosas iraníes, que comparten credo con el líder chiita iraquí.

Por último, sobre el Día Internacional de la Mujer, recordó que muchas son “todavía esclavas, y tenemos que luchar, que esforzarnos” por que se respete la dignidad de todas. “Son ellas quienes llevan la historia adelante”, dijo, y advirtió que esta no era ni una exageración ni un simple cumplido por la jornada dedicada a ellas.

 

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