Cuando el Papa Francisco llegue a Iraq este 5 de marzo estará devolviendo físicamente la visita que Abraham, hijo de aquella tierra, ha estado haciendo continuamente a Occidente en los últimos dos milenios a través de la historia de la salvación, de la que el patriarca es protagonista esencial.
Francisco será, de todos los sucesores de San Pedro, el primero en pisar el suelo de Mesopotamia, donde la tradición ubica el jardín del Edén y asimismo el hogar de aquel al que se le dijo “Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré” (Gen. 12,1). Juan Pablo II intentó viajar allí en 1999, como anticipación a la festividad del Jubileo de 2000, pero las sanciones que pesaban entonces sobre el régimen de Sadam Husein no lo permitieron, por lo que solo pudo hacer un “peregrinaje espiritual” al país en marzo de 2000.
En 2021, Sadam es historia, pero Iraq, adonde –ahora sí– llegará un obispo de Roma, está todavía lejos de volver a cobijar el paraíso, al ser aún escenario de atentados y exhibir una estabilidad con altibajos, como lo demostró la presencia dominante del grupo terrorista Estado Islámico (EI) en buena parte del país hasta hace muy poco.
Por ello, el patriarca de la Iglesia caldea, Louis Raphael Sako I, desea que el Papa les dé personalmente a los iraquíes un necesario mensaje de “consuelo y esperanza”, a favor del respeto de los derechos humanos, de la fraternidad y del cese de la violencia. “Todos vosotros sois hermanos”, les adelanta ya el lema de la visita.
Con los que han sufrido el terrorismo
En el itinerario de Francisco hay hitos que marcan precisamente esa voluntad. El Papa, que el mismo día 5 tendrá un encuentro de rigor con las autoridades iraquíes, visitará el sábado 6 al gran ayatola Alí al-Sistani, primera autoridad del islam chiita en ese país.
La reunión “entre dos grandes hombres de paz” –como apunta Shlemon Warduni, obispo auxiliar de Bagdad– tendrá lugar en Náyaf, tercera ciudad sagrada para los chiitas, por encontrarse enterrado allí el yerno de Mahoma: Alí. Para el mundo no chiita, sin embargo, la urbe se hizo lamentablemente conocida por los sangrientos combates que tuvieron lugar entre el ejército de EE.UU. y milicias de la mencionada confesión islámica, en 2004 y 2007.
De Náyaf, Francisco partirá hacia Nasiriya, en la llanura de Ur, donde participará en un encuentro interreligioso, y para terminar la jornada, celebrará la misa en la catedral de San José, en Bagdad.
Al día siguiente –domingo 7–, saldrá hacia la región del Kurdistán, a Erbil, la capital, donde saludará a autoridades civiles y religiosas, antes de volar en helicóptero hacia Mosul, localidad que sufrió el duro yugo del EI entre 2014 y 2017, y donde los islamistas, además de cometer flagrantes violaciones de los derechos humanos, destrozaron sitios de gran valor religioso-cultural, como la tumba del profeta Jonás. El Papa elevará allí su oración por las víctimas.
No lejos de Mosul, al sur, se encuentra Qaraqosh, donde Francisco visitará la Iglesia de la Inmaculada Concepción. El templo fue objeto de la saña de los terroristas, que terminaron incendiándolo tras destruir la imagen de la Virgen que coronaba el campanario. Un escultor local ha reproducido la antigua escultura, y ha sido colocada de nuevo en lo alto de la torre.
Tras una breve estancia en Qaraqosh, el Papa regresará a Erbil, donde celebrará la Eucaristía en el estadio Franso Hariri, y a continuación volará a Bagdad.
En la mañana del lunes, el Papa retornará a Roma.
La presencia cristiana, anterior al islam
“Iraq también forma parte de Tierra Santa –ha querido subrayar el cardenal Sako–. Aquí recordamos a Abraham, pero también está la tumba de Ezequiel, está Jonás, está Nahúm en la ciudad de Al-Qosh… Una parte de la Biblia se escribió durante el exilio en esta tierra, en Iraq”.
Desde 2003, la población cristiana iraquí ha decrecido de casi 1,4 millones de personas a 250.000
Al acudir a ese país, Francisco va al encuentro de una comunidad católica con varias ramificaciones, pero principalmente al de la Iglesia caldea, dirigida por Mons. Sako. Como apunta en Vatican News el P. Rif’at Bader, director del Catholic Center for Studies and Media (CCSM), “ello no implica ignorar a la Iglesia católica siríaca, cuyos fieles fueron mártires de la fe, especialmente tras el atentado contra la iglesia de Nuestra Señora de la Liberación, diez años atrás. Y también está, por supuesto, la presencia de otras Iglesias católicas, a saber, la latina, la maronita, la greco-católica, la copta y la armenia”. Bader cita asimismo otras “Iglesias hermanas”, la más importante de las cuales es la asiria, cuyo liderazgo se trasladó a EE.UU. hace años, pero que ya está de vuelta en Iraq.
Toda esa diversidad cristiana tiene además un sello de antigüedad. Cuando se piensa en Iraq como país histórica y netamente musulmán se pasa un brochazo sobre el dato imborrable de que el Evangelio llegó a Mesopotamia mucho antes que el islam. Según la tradición, lo hizo de la mano del apóstol Santo Tomás en su viaje hacia a India, y se expandió primero entre comunidades judías herederas de las que llegaron durante el exilio a Babilonia (s. VI a.C.), y después entre las que arribaron tras las revueltas contra el dominio romano en Palestina. Se dice que cuatro de los primeros obispos habrían sido miembros de la familia de Jesús. Es en esa primera Iglesia de Oriente en la que la tradición de la Iglesia caldea ancla su origen.
En la actualidad, los católicos caldeos constituyen entre el 67% y el 80% de los cristianos iraquíes, que son apenas el 1% de la población total. La presencia cristiana ha sufrido vaivenes demográficos derivados de las guerras que han desgarrado al país desde 2003: de casi 1,4 millones de personas entonces, su número se ha reducido a 250.000.
Los derechos “de nuestros hermanos cristianos”
Aunque el EI ya no tiene mando en plaza, los miles de cristianos que han huido del terrorismo –y de las bombas de quienes lo combatieron– no lo tienen fácil para regresar. Un informe de la estadounidense Comisión para la Libertad Religiosa Internacional señala que solo entre un 30% y un 50% de los cristianos desplazados han vuelto a sus comunidades de origen desde la derrota de los terroristas a finales de 2017.
Se lo impiden, de una parte, la falta de seguridad, latente en la presencia de milicias apoyadas por Irán que no facilitan la mejoría de la libertad religiosa. “Algunas de estas facciones –dice el documento– han continuado acosando y amenazando a los cristianos retornados en Bartella, Qaraqosh y otros lugares”. El texto cita como ejemplo la imposición del toque de queda a los cristianos en Bartella (al norte del país), durante la celebración de la festividad chiita de la Ashura, en septiembre de 2019.
Por iniciativa del Movimiento Saderista, se ha iniciado la devolución de propiedades confiscadas a los cristianos desde 2003
Otro problema es que quienes regresan encuentran no pocas veces sus casas desbaratadas, o bien ocupadas por vecinos musulmanes, aunque poco a poco se dan pasos para hallar soluciones. En el primer caso, la solidaridad de cristianos de todo el mundo está haciendo posible la restauración de viviendas. Una muestra se halla en Qaraqosh, adonde retornaron 25.650 cristianos tras la derrota del EI, y donde, con el apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, se comenzaron a reparar inmediatamente las casi 7.000 viviendas dañadas allí por el conflicto.
En cuanto al segundo asunto, la ocupación ilegítima, importantes líderes de la comunidad chiita, como el clérigo Muqtada al-Sadr –quien fue un verdadero dolor de cabeza para el Pentágono tras la guerra contra Sadam y hoy articula consensos–, han adoptado una postura favorable a las devoluciones. A inicios de año, el Movimiento Saderista, que integra la coalición de gobierno, estableció un comité ad hoc para examinar las peticiones de devolución. Hasta el 5 de febrero ya se habían efectuado 38 de estas, en una declarada intención de poner fin a las irregularidades que perjudican los derechos “de nuestros hermanos cristianos”.
Ecos de esa buena voluntad que va asomando se escucharon el pasado 18 de febrero, cuando el primer ministro Mustafa al Kadhimi recibió a los miembros del Consejo de Dirigentes de Comunidades Cristianas. El gobernante afirmó: “Iraq no es Iraq sin los cristianos. Los iraquíes somos fuertes en nuestra pluralidad cultural y religiosa, y seguiremos siendo un símbolo de coexistencia y tolerancia”.
Solo con que, una vez que el Papa Francisco vuelva a Roma, todos los grupos políticos y religiosos se propongan fomentar y ampliar ese espíritu, la paz habrá dado un enorme paso en ese país.