Es conocida la capacidad del presidente Emmanuel Macron de plantearse objetivos de síntesis de extremos en principio difícilmente conciliables. Ahora aplica ese planteamiento al islam: la experiencia muestra que no está siendo fácil encajarlo dentro del orden jurídico europeo.
En Francia, el islam choca inevitablemente con uno de sus grandes mitos culturales: no es fácil armonizar la pasión por la laicidad –la ley de 1905 prohíbe a los poderes públicos financiar la religión e injerirse en la organización de los cultos– con una inspiración religiosa que no admite la separación entre religión y política. Macron acaba de exponer en Mulhouse las líneas generales de su acción futura, ciertamente a solo un mes de las elecciones municipales, pero …
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