La Inquisición y el perdón del historiador

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Análisis

Con motivo del Jubileo del año 2000, Juan Pablo II ha manifestado la intención de pedir perdón por el empleo, en el pasado de la Iglesia, «de métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad» (1). El Papa repitió estas mismas palabras en su intervención en el Congreso sobre la Inquisición, celebrado durante el otoño de 1998 en Roma.

En la alocución introductoria de este congreso, el Card. Etchegaray afirmó que «la Iglesia no teme someter su propio pasado al juicio de los historiadores». Por su parte, el dominico P. Georges Cottier, teólogo de la Casa Pontificia, se refirió a una expresión de Juan Pablo II: la importancia de «purificar la memoria» histórica con motivo del año jubilar; esa purificación pasa por «restablecer con objetividad el pasado, liberándolo de distorsiones, invitando al historiador a ir más allá de la materialidad de los hechos para establecer sus causas y su contexto, evaluándolos críticamente, a la vez que se descartan interpretaciones infundadas y mitos».

Entre los historiadores participantes en el Congreso se encontraba el hispanista británico Henry Kamen, conocido estudioso no católico de la Inquisición española (2). En el reciente Simposio celebrado en Madrid bajo el título Historia de la Iglesia en España y en el mundo hispánico, Kamen ha expresado su postura como historiador sobre la conveniencia de que la Iglesia católica pida perdón por los errores cometidos por el Tribunal. El hispanista británico considera necesario deslindar los hechos históricos y la propaganda contraria al Santo Oficio, iniciada en el siglo XVI y no superada hasta principios del XX.

Respecto a los hechos históricos, Kamen afirmó que la institución inquisitorial de la Edad Moderna posee notables precedentes en la jurisprudencia civil, ajena a la intervención eclesiástica. Existen datos reveladores: antes de que apareciera la Inquisición, los poderes civiles de amplias zonas de Europa castigaban la herejía con la muerte en la hoguera. Algunos elementos del procedimiento inquisitorial, como la confiscación de bienes o las denuncias verbales, tienen su origen en el Derecho romano, no en el de la Iglesia. La Inquisición fue un tribunal de carácter mixto, formado por clérigos, pero controlado por la monarquía (3).

Respecto al número de víctimas, según Kamen, en toda su larga historia la Inquisición española ajustició a unas 3.000 personas. Con tono irónico, Kamen se preguntaba: «¿Tendrá que pedir perdón el Papa por los treinta mil calvinistas asesinados por los católicos durante las guerras de religión en Francia?».

Resulta interesante, según el historiador británico, comparar las estadísticas sobre condenas a muerte de los tribunales civiles e inquisitoriales entre los siglos XV y XVIII en Europa: por cada cien penas de muerte dictadas por tribunales ordinarios, la Inquisición emitió una.

Llama la atención que sea el hispanista británico quien trate de «absolver» a la Iglesia de sus «pecados históricos». Pero el único modo de entender los hechos históricos es ponerlos en su contexto, sin pretender aplicar al pasado los criterios de hoy.

Es obvio que la Cristiandad bajomedieval y moderna se vio envuelta en fenómenos de disidencia religiosa (cátaros, protestantes, falsos conversos judíos y musulmanes), sin precedentes en su historia. Reprimir la herejía no era una mera cuestión religiosa, porque la heterodoxia solía producir agitación social y enfrentamientos que rechazaba el poder civil. Hasta el siglo XIII, la Iglesia utilizó la amonestación o la pena de excomunión para corregir los pecados contra la fe. Con los cátaros o albigenses del sur de Francia se intentó lo mismo durante decenios, hasta que se fue asimilando el delito de herejía al de lesa majestad: la heterodoxia se pagaba con la pena capital, como el que atentaba contra la vida del rey, pues que Dios es Rey de reyes. Se permitía, entonces, que el tribunal eclesiástico entregara al reo al poder civil.

En el caso de que el Papa decida hacer pública una petición de perdón, lo hará de acuerdo con un dogma de la fe católica: la comunión de los santos; el mérito y demérito de todos los bautizados de todos los tiempos es un patrimonio común. Tal vez con este motivo más católicos y no católicos se interesen por la historia y reconozcan la audacia de Juan Pablo II, un papa que sigue rompiendo esquemas.

Beatriz Comella_________________________(1) Carta Apostólica Tertio Millennio adveniente, n. 35.(2) Su última publicación, La Inquisición española. Una revisión histórica, ha sido reseñada en el servicio 106/99.(3) Sobre el tribunal, ver Beatriz Comella, La Inquisición española, 3ª ed., Rialp, Madrid (1999).

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