Tras los atentados del 11 de septiembre, Occidente teme que las escuelas islámicas, que han florecido en varios países musulmanes, sirvan de semillero a movimientos coincidentes en la defensa de la yihad, la guerra santa. Conscientes de los motivos políticos y prácticos que desaconsejan que gobernantes como Arafat en Palestina y el general Musharraf en Pakistán cierren esos centros, la coalición occidental les alienta a meterlos en cintura para evitar que sean una fábrica de violentos.
En Palestina, las escuelas islámicas creadas por el movimiento Hamas tienen superior nivel académico que las escuelas públicas, un hecho que las hace apetecibles para los padres que desean ofrecer una educación de calidad a sus hijos. Las escuelas islámicas cuentan con la financiación de Arabia Saudí, Irán y otros países del Golfo. También reciben donaciones de árabes ricos que desean promover los valores islámicos. Esa financiación permite unas tasas asequibles para los padres y una amplia oferta de becas.
Gracias a las ayudas económicas, estas escuelas tienen 10 ó 12 alumnos por clase, frente a los 40 ó 50 de las atestadas escuelas públicas. También son más atractivas para los profesores, que ganan 700 dólares al mes, casi el doble que en las otras. La enseñanza del inglés, el seguimiento personal de los alumnos y el contacto estrecho con las familias son otros factores que contribuyen a que los padres elijan estas escuelas.
En unas declaraciones al Washington Post (31-XII-2001), Mahmoud Masleh, director de una escuela de Hamas en la ciudad de Ramala, resume así las prioridades de su escuela: «Las clases de inglés, no tener más de 20 alumnos por clase, reuniones periódicas con los padres, estar a la última en tecnología informática, enseñar el Corán». Ahora la Autoridad Palestina intenta controlar más las ideas que se difunden en estas escuelas, lo cual significa adecuar su plan de estudios al de las escuelas públicas e incorporar profesores aprobados por el gobierno. Pero si algo quieren las familias que llevan sus hijos a estas escuelas es que no se parezcan a las escuelas públicas, que carecen de prestigio.
En Pakistán existen cerca de 6.000 madrasas o escuelas islámicas que atienden cerca de 700.000 alumnos, en su mayoría chicos. Su principal asignatura es el Corán, aunque también procuran dar la impresión de ofrecer un plan de estudios más amplio. En el verano de 2000, el gobierno del general Musharraf instó a las madrasas a responder a las preguntas de un cuestionario del gobierno sobre temarios, alumnos y financiación. Las madrasas se negaron a colaborar y el director de una de las más importantes del país, en Peshawar, manifestó que las escuelas debían resistirse con todas sus fuerzas al control del gobierno. El director de una madrasa de Rawalpandi declaraba recientemente al New York Times (15-I-2002) que los directivos de estas escuelas están dispuestos a escuchar las sugerencias del gobierno para mejorar los planes de estudios, pero que habrá confrontación si intentan recortar la libertad de las madrasas. Por su parte, Musharraf anunció recientemente un nuevo impulso para colocar las madrasas bajo control, especialmente una minoría de ellas que «propagan el odio y la violencia», produciendo tan solo «predicadores semianalfabetos».
Pakistán confía también en la ayuda financiera occidental para reforzar el maltrecho sistema público de enseñanza, cuyas carencias impulsan a muchas familias pobres a llevar a sus hijos a las madrasas.