Las sectas despiertan en Europa una alarma desproporcionada

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Roma. El grito de alarma ante las sectas apocalípticas de fin de milenio es exagerado, según han manifestado los participantes en un congreso sobre «Minorías religiosas y espirituales en el umbral del tercer milenio», celebrado en Turín. El objetivo del congreso, que ha reunido a doscientos especialistas europeos y americanos, ha sido precisamente analizar los «pánicos» que atraviesa la sociedad actual al enfrentarse con las minorías religiosas, a las que se ve siempre desde una perspectiva negativa. Un fenómeno que tiene gran difusión, aunque manifestaciones diversas: en Europa se teme a las sectas; en algunos países del Este europeo se teme a los misioneros católicos; en Estados Unidos, a los musulmanes, etc.

Por lo que se refiere a las «religiones alternativas», «es correcto mantener la vigilancia, especialmente ante posibles derivaciones terroristas de estos nuevos movimientos religiosos, pero la alarma es desproporcionada con respecto a las reales dimensiones del fenómeno», aseguró el profesor Massimo Introvigne, director del Centro de Estudios sobre las Nuevas Religiones, organizador del congreso.

Y es que la importancia numérica de esas sectas es menor de lo que podría creerse: en Estados Unidos alcanza al 1,5% de la población, mientras que en otros países, como Italia, no supera el 1% (de los cuales, más de la mitad son Testigos de Jehová). Lo que sí hay es una «invasión de siglas»: sólo en Italia se identifican unos 500 grupos, la mayoría de los cuales cuentan con menos de diez seguidores.

Según se puso de relieve en el congreso, el fenómeno más difundido no es tanto el seguimiento de organizaciones, como el «bricolage» religioso, el construirse una religión a la medida. Es un sincretismo espontáneo: los fieles quizás vayan a misa, y al mismo tiempo creen en la reencarnación, escuchan las conferencias del Dalai Lama, se entusiasman con la «Profecía de Celestino». Siguiendo un análisis sociológico, cabe decir que la crisis del racionalismo ha dejado paso a una nueva actitud con relación a lo sagrado, que no revitaliza necesariamente la religión mayoritaria, ya que ésta se ha adaptado frecuentemente a la racionalización y a la modernidad.

«El Papa está preocupado por la ambigüedad del retorno de lo religioso -concluye Introvigne-. Y es que la coexistencia de esas formas diversas acaba beneficiando a la ‘espiritualidad vagabunda’. Si en los años setenta la confrontación con las ideologías permitía al cristianismo distinguir fácilmente entre un ‘nosotros’ y un ‘ellos’, hoy esos confines ya no existen a causa de la irrupción del esoterismo, de la magia, de Oriente»

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