El 30 de septiembre vencía el plazo concedido por la Comunión Anglicana a su rama norteamericana, la Iglesia episcopaliana, para que se comprometiese a no ordenar más obispos abiertamente homosexuales ni a celebrar bodas gays si no quería ser expulsada. De ahí la reunión de seis días mantenida en Nueva Orleans por todos los obispos episcopalianos, a la que también ha asistido durante un par de días Rowan Williams, arzobispo de Canterbury y cabeza de los anglicanos. El resultado fue una declaración de última hora en la que los obispos se comprometen a “ejercer restricciones” con respecto a la ordenación de obispos homosexuales y a no autorizar oraciones para bendecir a parejas del mismo sexo.
Uno de los últimos capítulos de la crisis episcopaliana es el anuncio de Jeffrey Steenson, hasta ahora obispo de la diócesis de Río Grande, de que será próximamente recibido en el seno de la Iglesia católica. En una carta a los obispos reunidos en Nueva Orleans ha pedido ser sustituido y dispensado de su ministerio. Considera que permanecer en su puesto actual podría alejarle de la Escritura y la tradición. “Si no escucho a mi conciencia y actúo de acuerdo con ella ahora, será cada vez más difícil oír la voz de Dios”, dice en la misiva.
Afirma también que espera que su decisión “anime a otros que creen que ya no pueden permanecer en la Iglesia episcopaliana a respetar sus leyes y renunciar a ella con la mayor cortesía posible para el bien del testimonio cristiano”. Steenson se muestra sorprendido porque “una mayoría considerable” de obispos episcopalianos haya declarado en varias ocasiones que el vínculo que une a esta rama del anglicanismo con el resto de la Comunión es “por asociación voluntaria”. Steenson se considera formado en la tradición anglocatólica e “inspirado por el movimiento de Oxford”, en cuya universidad estudió.