Ideas para llevar la iniciativa en la comunicación del mensaje cristiano
La comunicación del mensaje cristiano en el ámbito público tropieza hoy con el rechazo que buena parte del clima cultural siente contra el pensamiento fuerte del cristianismo. Ante esa situación no basta una actitud defensiva: es preciso saltar al ruedo y promover el propio punto de vista con iniciativa y profesionalidad. Sobre estos temas se ha hablado en un seminario internacional sobre Iglesia y comunicación celebrado en Roma, del que reproducimos algunos pasajes de cuatro intervenciones (1).En un clima cultural desfavorableMons. Angelo Amato. Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe
Hoy, los obstáculos a la comunicación del evangelio no son sólo las persecuciones -en el mundo existen todavía cristianos a los que se niega la libertad de profesar su fe bajo pena de cárcel o de muerte- sino sobre todo el pensamiento débil de la cultura postmoderna, que rechaza el pensamiento fuerte de la revelación cristiana.
Por ejemplo, la propuesta antropológica cristiana de presentar al hombre y la mujer como imagen de Dios, y de interpretar la existencia humana como peregrinación para llegar a una perfecta comunión con Dios Uno y Trino, se ve fuertemente obstaculizada por un profundo clima de cultura nihilista, relativista, biotecnológica, que se enseña no sólo en las aulas universitarias, sino que se difunde capilarmente, con insistente martilleo, a través de los medios de comunicación y es absorbida por la llamada «gente común» (…).
A este desafío cultural postmoderno se añade ahora la debilitación en los fieles de aquel sentido eclesial que los santos definían como «amare cum Ecclesia et sentire cum Ecclesia». No es raro que en vez de ser considerado comunicación de la verdad de Dios sobre el hombre y sobre su salvación, el Magisterio venga calificado como una simple opinión, y como tal arbitrariamente desatendido, contrastado, rechazado. Se echa en falta la obediencia de la fe y la confianza en la eficacia de la Palabra de Dios para iluminar nuestra historia personal y comunitaria. A la verdad de Dios se prefiere la opinión del «yo» (…).
Hay que tener presente también la extrema pobreza cultural de buena parte de los fieles cristianos, que con frecuencia no saben dar las razones de su esperanza. No se puede explicar de otro modo el extraño éxito de una novela obstinadamente anticristiana como «El Código Da Vinci», lleno de calumnias, ofensas y errores históricos y teológicos en relación a Jesús, los Evangelios, la Iglesia. Calumnias, ofensas y errores que si hubieran sido dirigidos al Corán o a la Shoah habrían provocado justamente un tumulto mundial; sin embargo, dirigidos hacia la Iglesia y los cristianos quedan impunes. Pienso que, en estos casos, los cristianos deberían ser más sensibles al rechazo de la mentira y de la difamación gratuita (…).
Para contrarrestar esta pérdida de identidad católica, el Santo Padre ha donado a la Iglesia el «Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica», el libro de los dos Papas, porque fue querido por Juan Pablo II y realizado por Benedicto XVI. El «Compendio» ofrece en síntesis el cuadro completo y esencial de la fe cristiana profesada, celebrada, vivida y rezada.
Tomar la iniciativaJuan Manuel Mora. Universidad Pontificia de la Santa Cruz
Para lograr que su imagen pública refleje la realidad, las instituciones no pueden conformarse con una política de comunicación reactiva, defensiva, que se limite a salir al paso de las interpelaciones externas. Las instituciones, conocedoras de su identidad, dueñas de sus actos, pueden ser también «configuradoras» de su imagen. Si la imagen no responde a la identidad, nada se logra echando la culpa a terceros (…). La convicción [de que la comunicación no inventa la identidad, que ha sido recibida], no invita a la pasividad, sino a la iniciativa.
Una de las formas más eficaces de trabajar con mentalidad emprendedora es la que se suele denominar «dirección por proyectos». Los proyectos son iniciativas concretas que expresan la identidad de la institución, la muestran «en acción», al servicio de la sociedad en la que vive. El comienzo de un hospital, la presentación de un documento doctrinal, la restauración de una obra de arte, son actividades que pueden pasar inadvertidas, o bien pueden convertirse en proyectos comunicativos de gran eficacia. Son eventos que permiten dar a conocer un rasgo de la identidad cristiana, una parte del mensaje de la Iglesia, de modo visible y concreto, pegado al terreno.
El trabajo de comunicación institucional puede resumirse en descubrir proyectos interesantes, y transformarlos en oportunidades de comunicación. El interés de los proyectos es mayor cuanto mayor sea su capacidad de expresar la esencia de la institución: basta pensar, por ejemplo, en la fuerza comunicativa que poseen las obras de caridad, siempre que se transmitan con el tono debido, sin paternalismo ni inmodestia (…).
Colaboración con los periodistas
La dirección estratégica de la comunicación obliga a no perder nunca de vista lo esencial. Y lo importante para la Iglesia es transmitir su «mensaje de salvación». Como consecuencia, en el trabajo de un departamento de comunicación ocupa un lugar preferente todo lo que se refiere a los contenidos: la reflexión compartida que permite comprender mejor la propia identidad y transmitirla al propio entorno; la búsqueda de expresiones nuevas acerca de la vida, la familia, la gracia, la educación, la caridad, la paz, los sacramentos; el esfuerzo por mostrar que la Iglesia es relevante, fuente aportadora de sentido.
El director de comunicación no es un espectador, sino un guionista, que está siempre pensando el modo de contar historias interesantes y atractivas, que muestren la realidad de la Iglesia en sus aspectos fundamentales. Esto implica que debe dar gran importancia a la observación, al diálogo, al estudio: a toda la dimensión intelectual de su tarea.
Aunque otras tareas parezcan más urgentes o eficaces, ningún aspecto del trabajo de comunicación institucional es más importante que las relaciones profesionales. En particular, para un departamento de comunicación son fundamentales las relaciones con periodistas y creadores de opinión, a los que es preciso prestar un servicio de calidad, como fuente autorizada de información. El departamento de comunicación tiene que lograr que estas relaciones no tomen la forma del conflicto, sino de la colaboración, siempre en el respeto de la mutua independencia.
La religión en los medios católicosDino Boffo. Director del diario «Avvenire»
Si la religión no es solo un aspecto de la vida sino la luz que la ilumina por entero, así debe ser también en los medios de comunicación católicos. (…)
¿De qué deben hablar? De todo, absolutamente de todo, teniendo presente, y haciendo que sea palpable, que creer es moderno. Hablar de todo sin dejarse contagiar de la opinión extendida según la cual la religión sería un hecho residual (…). Hablar de todo también dentro de la crónica estricamente eclesial. Lo importante es que salga a flote la vida de la comunidad sin omisiones. Hay, por ejemplo, una religiosidad popular que raramente encuentra espacio y que es preciso relatar con la misma atención y respeto que merecen otros eventos eclesiales tal vez más cultos, subrayando los valores y los límites; intentado decir qué puede enseñar esta religiosidad a quien privilegia otras formas de expresión de la fe y de qué debería saberse librar.
El empeño por el diálogo interreligioso nos lleva a mostrar atención por todas las manifestaciones de la fe, con la convicción de que el conocimiento recíproco -en la verdad y sin falsas mezcolanzas- genera estima y constituye el primer ladrillo para construir relaciones de paz.
Las noticias incómodas
¿Hablar de todo, también de las noticias más incómodas, incluso de los escándalos que de vez en cuando golpean la comunidad eclesial? También. Para no dejar que quien hable sean solo los medios con prejuicios, que aprovechan cualquier ocasión -y a veces la crean aposta- para reafirmar la incoherencia y hasta la hipocresía de una Iglesia que tal vez predica bien pero se comporta mal. Se trata de hablar de las limitaciones, de las insuficiencias, de los errores de las personas que forman parte de la imperfecta comunidad humana que es la Iglesia. Sabiendo al mismo tiempo que nada puede dañar la santidad de la Iglesia fundada por Cristo, en la que Cristo está presente.
Se trata de hablar de los errores, incluso graves, de las personas, con la misma severidad y también con la misma caridad -y a veces la misma «pietas»- que se debe a los errores cometidos por cualquier persona en cualquier campo. Hablar con prudencia, pero sin reticencias o temores porque Dios es más grande que nuestros pecados. Tratar esos temas de modo sobrio, sin el regodeo de quien ama el sensacionalismo. Está en juego no solo la credibilidad y el crédito, sino que aquí no nos está permitido cometer errores de calibre u omisiones (…).
[Sobre los errores de los medios católicos:] el primero es la obviedad, el cansancio, el aburrimiento que -con compasión con nosotros mismos- hacemos pasar por evangélica prudencia cuando solo es banal pereza. Algunas páginas de información religiosa -lo digo con una pena infinita- o algunas noticias de televisión comunican un indescribible sentido de cansancio. Ni tan siquiera un guiño, una invención, nada de original que ayude al lector o telespectador a pararse.
Y sin embargo aquí, alrededor de nuestra capacidad -también profesional- por sorprender, nos jugamos un desafío fundamental; y no por el gusto por lo curioso sino por nuestra capacidad de hacer que la religión sea lo que efectivamente es o debería ser: un evento impresionante. si Jesucristo hubiera sido previsible, descontado y aburrido, ¿a quien habría fascinado? ¿Quién le habría seguido? No existe un «manual para sorprender», todo depende de nuestra sensibilidad, de nuestro deseo por mejorar y no dejarnos capturar por la rutina.
Otro error, tan banal como común, es el clericalismo. En el campo de la información religiosa en los medios católicos consiste en utilizar el filtro jerárquico como única y predominante clave de lectura. En la práctica significa que «la religión» se reduce al Papa, los obispos y poco más. Lo irónico del caso es que, en este campo, son los medios «laicos» quienes se muestran más clericales, los primeros que ignoran la vida del pueblo cristiano y reducen su perspectiva a la jerarquía (no a toda, sino limitada a algunos monseñores bien seleccionados). Y después hablan de déficit de democracia… Demos nosotros el buen ejemplo de no clericalizar la información religiosa, empezando por el lenguaje.
Un caso práctico: ante «El Código Da Vinci»Marc Carroggio, Brian Finnerty. Oficina de Información del Opus Dei (Roma, Nueva York)
Sólo después del estreno de la película será posible realizar un balance completo. Por el momento podemos mencionar tres resultados positivos del esfuerzo de comunicación:
1. Colaboración eclesial. Se ha generado un clima de cooperación entre numerosas instituciones eclesiales, con el fin de contribuir entre todos a dar a conocer mejor la Iglesia y la persona de Jesucristo. Además, llegan noticias de personas que se han acercado a la Iglesia gracias a las respuestas que ha provocado «El Código Da Vinci».2. Colaboración con periodistas. La cobertura por parte de los medios de comunicación durante el primer trimestre del año 2006 ha sido muy amplia. Mientras la empresa productora ha invertido ingentes sumas de dinero para «vender la película», los católicos han intentado «contar su historia», y proporcionar información a los periodistas.3. La respuesta ha llegado. La acción anticipadora ha creado una conciencia general creciente de que «El Código Da Vinci» es falso e injusto en su representación del cristianismo, de la Iglesia católica, del Opus Dei y de la historia. La opinión pública está poniendo el fenómeno «El Código Da Vinci» «en su sitio», como el producto más reciente de una suerte de «pseudo cultura popular» sin conexión con la realidad.
Frente a este clamor, el autor del libro ha tenido que hacer cuatro revisiones sucesivas de la página «Fact» (los «hechos» sobre «El Código Da Vinci») de su sitio web. Las siguientes cuatro declaraciones proceden del «website» de Dan Brown y responden a la misma pregunta: «¿En qué medida la novela está basada en hechos reales?»:
28/8/2003: «Totalmente. Todas las obras de arte, todos los lugares, todos los documentos históricos y todas las organizaciones descritas en la novela existen (…)». 17/1/2004: «Todas las obras de arte, todos los lugares, todos los documentos históricos y todas las organizaciones descritas en la novela existen (…)». 11/5/2004: «‘El Código Da Vinci’ es una novela, es decir, una obra de ficción. Aunque los personajes del libro y sus acciones, evidentemente, no son reales, las obras de arte, la arquitectura, los documentos (…)». Actualmente (30/1/2006): «‘El Código Da Vinci’ es una NOVELA, es decir, una obra de ficción (…)».
«El Código Da Vinci» nos ha dado hasta ahora muchos dolores de cabeza que, ciertamente, hubiéramos preferido evitar.
Junto a ello, hay que reconocer que la decisión de comunicar abierta y positivamente nuestro punto de vista, de manera proactiva, ha proporcionado una estupenda ocasión para hablar sobre la fe cristiana, la Iglesia católica y esa pequeña parte de la Iglesia católica que es el Opus Dei.
___________________(1) V Seminario Internacional para oficinas de comunicación de la Iglesia. «Nuevos retos, nuevas direcciones». Facultad de Comunicación Institucional. Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Roma, 27-29 de abril 2006. www.pusc.it/csi_seminar06/