Jonathan Sacks, Gran Rabino de las congregaciones judías de la Commonweatlh, explica en un artículo, publicado en español en Cuadernos de Pensamiento Político, los beneficios sociales que reportan las creencias religiosas.
Sacks comienza afirmando que en las sociedades desarrolladas la religión está más viva que nunca. Pero no solo eso: la religiosidad “resulta ser el mejor indicador de participación cívica”, ya que los creyentes se encuentran más comprometidos e implicados en su sociedad que los no creyentes. Además se declaran también más felices y satisfechos. La religión, por tanto, no solo no ha muerto sino que “es una fuente fundamental y primordial para la comunidad y el altruismo”.
¿Por qué permanece la religión, incluso en contra de las predicciones de algunos sociólogos? Es cierto que la pervivencia de la fe puede parecer un hecho extraño porque la religión ha perdido la mayoría de sus antiguas funciones: “En otras palabras, si se quiere explicar el mundo, no se necesita el Génesis; se tiene la ciencia. Si se quiere controlar el mundo, no es necesario rezar; se tiene la tecnología. Si se quiere prosperar, no es forzasamente necesario buscar la bendición de Dios; se tiene la economía global. Si se quiere controlar el poder, ya no se necesitan profetas; se tiene la democracia liberal”.
La religión, en apariencia, es hoy día superflua. ¿Por qué entonces sobrevive? Según el Rabino, “la religión sobrevive sencillamente porque responde a tres preguntas que toda persona reflexiva se debe preguntar: ¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Cómo he de vivir?” Cierto es que existen otras fuentes para responder a estas preguntas existenciales, pero la religión sigue siendo “el repertorio principal de aquellas preguntas en busca de significado”.
Una sociedad sin fe es como una sociedad sin arte, música, belleza o gracia, y ninguna sociedad sin fe podrá pervivir durante mucho tiempo
Religión y ciencia
En su artículo, Sacks también alude a las relaciones entre ciencia y religión. Como indicaba ya en su libro The Great Patnership. God, Sciencie and the Search of Meaning, la ciencia y la religión más que enemigas son complementarias, ya que se basan en formas de pensamiento y análisis diferentes.
Las relaciones se convierten en problemáticas cuando predomina una forma de pensar sobre otra: “Hay que mirar con los dos ojos (…) hay que escuchar en estéreo”, dice. No hacerlo conduce a pensar de forma parcial y simplista, tanto en el caso de que se beneficie la forma de pensamiento científico como si se hace con la religiosa.
Una postura integral no puede soslayar el pensamiento religioso ni el científico. “Necesitamos ambas cosas. Necesitamos la religión y necesitamos la ciencia. Necesitamos la ciencia para explicar el universo y la religión para explicar el significado de la existencia humana”, añade.
Pérdidas sociales irreparables
Si desapareciera la creencia religiosa, el hombre y la sociedad perderían un recurso imprescindible. Entre otras cosas, cambiaría el sentido de la sociedad libre, se modificaría el concepto de moralidad y de responsabilidad, incluso podría desaparecer la idea de “relación sagrada”, como en el matrimonio. “La creencia religiosa es básica para la civilización occidental y perderemos su verdadera esencia si perdemos nuestra fe”, apunta.
Una persona puede vivir, es cierto, sin religión. Pero no sucede lo mismo con la sociedad, condenada a la desorientación moral sin ningún tipo de lazo religioso: “Los individuos pueden llevar una buena vida sin religión –el sentido moral es parte de lo que nos hace humanos–, pero no así una sociedad; y la moralidad, en su quintaesencia, es un fenómeno social”.
La religión, en este sentido, mantiene y regenera el entramado ético de las sociedades y fundamenta la visión compartida del bien común en la que se basa la convivencia social. Sin ella, “las sociedades comenzarán a fragmentarse. La gente comenzará a pensar que la moralidad es cuestión de elección personal. El sentido de estar unidos –el significado raíz de ‘religión’– en una empresa mayor comenzará a atrofiarse y la cohesión social se perderá”.
Y concluye: “Una vez definí la fe como la redención de la soledad. Santifica las relaciones, construye comunidades, y desvía nuestra atención fuera de nosotros mismos, a los demás, lo que da resonancia emocional al altruismo y energiza a los mejores ángeles de nuestra personalidad (…) Una sociedad sin fe es como una sociedad sin arte, música, belleza o gracia, y ninguna sociedad sin fe podrá pervivir durante mucho tiempo”.
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