800 metros fueron los que recorrió la furgoneta conducida por Younes Abouyaaqoub en Las Ramblas de Barcelona el 17 de agosto de 2017. En el brutal atentado murieron 16 personas y 140 resultaron heridas. Unas horas más tarde, miembros de la misma célula terrorista atentaron en Cambrils. Murieron abatidos después de dejar un muerto y decenas de heridos. Cuatro días más tarde, y después de una búsqueda y captura agónicas, Abouyaaqoub fue también abatido por la policía, a la que había amenazado con un supuesto cinturón de explosivos.
Esta miniserie de tres capítulos disecciona un atentado que conmovió al mundo, máxime cuando se conoció que las primeras intenciones del grupo terrorista eran atentar de manera simultánea contra la Sagrada Familia, el Camp Nou y la Torre Eiffel.
León Siminiani (Mapa, El caso Asunta) dirige con maestría esta docuserie que se apoya en la investigación de Nacho Carretero y Anna Teixedor. Carretero es el autor de Fariña y En el corredor de la muerte, es decir, es un periodista y escritor muy bregado en la exploración del crimen y aledaños. Anna Teixedor es también periodista, especialista en yihadismo y autora de Los silencios del 17-A: la investigación sobre los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils, un libro que funciona como base del guion de la miniserie.
Los tres capítulos, además de reconstruir con dolorosa minuciosidad los hechos de aquel día, tienen como objetivo centrarse en los principales protagonistas de los atentados. En primer lugar, las víctimas. Los fallecidos, los heridos, pero también los centenares de personas que se vieron afectadas por el atentado: familiares, viandantes, dueños de los establecimientos de las Ramblas, mossos, vecinos de Ripoll, amigos y familiares de los terroristas, etc. Las numerosas entrevistas con muchos de ellos ayudan a entender hasta qué punto puede romper una sociedad un crimen como este. Al final de la serie se recuerda cómo la sentencia del 17 de agosto confirió estatus de víctima a muchas personas que, sin resultar heridas físicamente, sufrieron graves daños psicológicos como consecuencia de los atentados. En este sentido, es especialmente elocuente y doloroso el testimonio –recogido del juicio– del mosso que abatió a cuatro de los cinco terroristas que atentaron en Cambrils.
Pero la serie no solo se centra en las víctimas. También concede mucho espacio a los agresores y, de hecho, sorprende que el primer capítulo esté prácticamente dedicado a ellos: a tratar de entender qué hizo que un grupo de jóvenes integrados en una pequeña comarca catalana fueran capaces de radicalizarse de una forma tan extrema. Qué les hizo interpretar la religión y el islam de una manera tan letal y enfermiza. La documentación que maneja la serie es muy valiosa y deja poco margen para las dudas o las interpretaciones. En ese sentido, los videos de los jóvenes manifestando su deseo de causar el mayor daño posible son sobrecogedores.
Que detrás de esta serie no solo hay periodistas sino profesionales con una aguda mirada cinematográfica –y Siminiani lo es– se percibe en multitud de decisiones: desde mostrar el background de las entrevistas con sus cuadernos de notas, cámaras y micrófonos, hasta el modo de abordar algunos pasajes más duros o emotivos que llegan a conmover sin recurrir nunca al sensacionalismo ni a la pornografía sentimental. Dicho con otras palabras: la serie es capaz de conjugar la frialdad del reportaje puro y duro, con sus datos, gráficos e imágenes de archivo, con la emoción del relato intimista y el dolor de quien ha visto su vida quebrada en el asfalto de una gran avenida una tarde de agosto.
Parece un equilibrio imposible, propio de funambulistas, pero Siminiani y su equipo lo consiguen.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta